«Y dijo Dios: Hagamos un Hombre a nuestra imagen y a nuestra
semejanza, y señoree sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo, sobre
el ganado, sobre la tierra, sobre todo insecto y sobre todo reptil del suelo. Y
creó Dios al Hombre a Su propia imagen».
(Génesis)
Lo pensé la primera vez que leí este texto. ¿Por qué la
Biblia utiliza la palabra ha-Elohim (Dios) a la hora de crear al ser humano? «
Elohim» (por simplificar) es el plural arameizante de Dios. « Elohim», por
tanto, significa «los Dioses». Es utilizado 2.500 veces en el Antiguo Testamento.
A lo largo de los cinco libros del Pentateuco o Torá (Génesis, Éxodo, Levítico,
Números y Deuteronomio), Dios recibe diferentes nombres: El Shadday (que
significa montaña y omnipotente), Yavé (en realidad YHWH) y Elohim, entre otros
(Yehová aparecería en el siglo XIII después de Cristo).
Consulté a los exégetas y demás estudiosos de la Biblia,
pero no recibí una respuesta satisfactoria. Las interpretaciones de los
teólogos son tan diferentes como peregrinas. Fue más adelante, al leer otros
pasajes del Antiguo Testamento (especialmente el Éxodo) cuando llegó aquella
idea: elohim podían ser los tripulantes de naves no humanas, llegados de mundos
o dimensiones desconocidos. Su tecnología —avanzadísima— no fue comprendida por
los humanos y, lógicamente, fueron tomados por dioses.
Pero vayamos por partes.
Y siguieron llegando ideas: los elohim concibieron un
formidable plan para aquel bello planeta azul.
En primer lugar, decidieron crear al hombre. Y entró en
juego la genética. Heredamos los genes de los «dioses» y el resto lo hizo una
adecuada «evolución vigilada». Fue así, con seguridad, como surgió el humano
inteligente. De esas ramas fueron seleccionados ejemplares robustos y las
proteínas y los ácidos nucleicos se pusieron a trabajar, dando lugar a
criaturas híbridas.
Estaríamos hablando de seres —los elohim— no sujetos
al tiempo o con una expectativa de vida que nada tiene que ver con la humana.
Estaríamos hablando de seres que podrían llevarnos un millón de años o,
sencillamente, disfrutar de unas características físicas y mentales distintas a
las nuestras. Y, como digo, empecé a comprender la famosa frase: «Hagamos al
Hombre a nuestra imagen y semejanza».
Pero ese plan para la Tierra contemplaba también algo
especialmente importante: la futura encarnación de un Dios (Jesús de Nazaret).
Ello exigía la selección de una época histórica, un lugar geográfico y, sobre
todo, un pueblo en el que debía residir ese Dios.
Fue así, de forma progresiva, como empecé a entender quiénes
eran los elohim y por qué se presentaron en la Tierra.
J. J. Benítez
Las guerras de Yavé, página 4
Es más que probable que los judíos, al tratar de edificar su
historia, copiaron y copiaron de los pueblos que los rodeaban. Esdras,
sacerdote y escriba judío, desterrado a Babilonia en el siglo V antes de
Cristo, fue el motor de ese intento de reconstrucción de lo que se sabía sobre
el pasado del pueblo israelita. Se rodeó de sabios y ancianos y puso por
escrito buena parte de lo que hoy conocemos como Antiguo Testamento.
J. J. Benítez
Las guerras de Yavé, página 5
Se cree que la primera redacción de la creación del mundo y
de Adán y Eva (Génesis) fue llevada a cabo por el referido Esdras después del
año 458 antes de Cristo. Fue redactado en la ciudad de Jerusalén, cuando Esdras
retornó de Babilonia. Esdras y su gente, como es lógico, conocían la versión
babilónica de la creación del mundo. Y, como digo, la copiaron y la adornaron.
Y algo parecido sucedió con el cuento de la serpiente. Esdras lo tomó de la
epopeya de Gilgamesh, el héroe de origen sumerio. La historia fue narrada casi
2.200 años antes de Esdras. Gilgamesh (y toda la humanidad) perdió la
inmortalidad por culpa de una serpiente. Pregunté igualmente a los exégetas:
¿quién era Nod? Tras la muerte de Abel, su hermano Caín —dice el Génesis— huyó
a la tierra de Nod, al oriente del Edén. Si Adán y Eva fueron los primeros
padres, ¿quién fue el tal Nod? Me respondieron con el silencio.
J. J. Benítez
Las guerras de Yavé, página 6
Según pude comprobar, buena parte de los expertos en el
Antiguo Testamento está de acuerdo en algo: la narración bíblica sobre el
diluvio es otra copia de copia. Muy probablemente de antiguos textos akádicos y
sumerios. En el Museo Británico, en Londres, puede contemplarse una copia de la
que llaman «tabla del diluvio»: una tablilla de cerámica cocida en la que se
lee parte de las aventuras del héroe Gilgamesh. La tabla fue escrita en
Babilonia unos 2.200 años antes de Cristo. Corresponde al undécimo libro de la
Epopeya de Gilgamesh. En el poema épico aparece Nuh-Napishtim (antepasado de
Gilgamesh), que cuenta los pormenores del diluvio. Nuh sería el Noé caldeo,
pero muy anterior al Noé bíblico. En dicha «tabla del diluvio», los dioses
castigan al hombre por sus pecados, mandan construir un arca a Nuh-Napishtim,
calafatearla por dentro y por fuera, llenarla de animales y esperar en su
interior la crecida de las aguas. También Nuh envió tres pájaros (para
cerciorarse de la situación); el último no regresó, al igual que refiere el
Génesis.1
J. J. Benítez
Las guerras de Yavé, página 9
Las leyendas sobre el diluvio pueden encontrarse en decenas
de pueblos: Babilonia, Tíbet, Australia, India,1 Polinesia, Cachemira, Lituania
y Frigia,2 entre otros.
J. J. Benítez
Las guerras de Yavé, página 10
No dudo que el diluvio fuera una realidad, pero me inclino a
creer que no fue universal, como pretenden algunas religiones y como relata la
Biblia. Estoy de acuerdo con el citado sir Charles Leonard Woolley, arqueólogo,
que trabajó durante años en las excavaciones del tell Al-Muqayyar, en las
proximidades de Ur, en la antigua Caldea. Woolley descubrió algo fascinante. Bajo
un estrato de tumbas reales y otro de cerámica fabricada al torno encontró una
lámina de barro de tres metros de espesor. Por debajo del lodo halló otro
estrato repleto de cerámica. ¿Qué significaba esto? Muy sencillo: el lugar
había sido sorprendido por una imponente inundación. Y Woolley envió un
telegrama que resumía el hallazgo: «¡Hemos encontrado huellas del diluvio!».
Según el arqueólogo inglés, la catástrofe, al noroeste del golfo Pérsico afectó
a una superficie de 630 kilómetros de longitud por 160 kilómetros de anchura.
Obviamente, la terrible inundación tuvo un carácter local. Ocurrió —según
Woolley— 4.000 años antes de Cristo.
J. J. Benítez
Las guerras de Yavé, página 10
Para mí está claro: el diluvio fue una inundación natural y
local que nada tuvo que ver con Dios. Otra cuestión es que el ser humano la
adornara y se aprovechara de ella.
J. J. Benítez
Las guerras de Yavé, página 12
Nabucodonosor se llevó igualmente muchos de los tesoros del
Templo. Pues bien, según las tablillas de barro, la torre de Babel existió.
Tras la destrucción de la torre y la ciudad por parte de Yavé, el citado
Nabucodonosor II emprendió un importante trabajo de reconstrucción de las
mismas. Y empezó por la base de la torre, levantada —según las referidas
tablillas— en tiempos del rey Nimrod (unos 1.600 años atrás). La citada base
medía 140 metros por 210 metros, con una altura de 84 metros. Nabucodonosor II
la cubrió de oro, plata, cedro y abeto. Los ladrillos de la base aparecieron
con el sello de Nabucodonosor II. 1
En otras palabras, Esdras volvió a beber en los textos
caldeos.
Se supone que la construcción de la torre de Babel tuvo
lugar unos 2.300 años antes de la primera recopilación bíblica. En otras
palabras: los judíos volvieron a copiar.
Para mí, lo más llamativo del citado texto del Génesis es la
palabra «bajemos». Yavé habla de nuevo en plural: «Bajemos entonces (sobre la
torre) y confundamos su lengua…». Y surge la vieja idea: ¿eran los elohim un
equipo de astronautas que adoptaron el nombre o distintivo de Yavé? Así lo
creo.
J. J. Benítez
Las guerras de Yavé, página 13
Abrahán (en los primeros tiempos se llamaba Abram) me parece
un personaje fascinante. Para empezar, no era judío, como se cree. Nació en Ur
de Caldea (Mesopotamia) (Actual Iraq).
J. J. Benítez
Las guerras de Yavé, página 14
«Aquella noche se levantó (Jacob), tomó a sus dos mujeres
con sus dos siervas y a sus once hijos y cruzó el vado de Yaboq. Les tomó y les
hizo pasar el río, e hizo pasar también todo lo que tenía. Y habiéndose quedado
Jacob solo, estuvo luchando alguien con él hasta rayar el alba. Pero viendo que
no le podía, le tocó en la articulación femoral y se dislocó el fémur de Jacob
mientras luchaba con aquel. Este le dijo: “Suéltame, que ha rayado el alba”.
Jacob respondió: “No te suelto hasta que no me hayas bendecido”. Dijo el otro:
“¿Cuál es tu nombre?”. “Jacob”. “En adelante no te llamarás Jacob sino Israel;
porque has sido fuerte contra Dios y contra los hombres, y le has vencido”.
Jacob le preguntó: “Dime por favor tu nombre”. “¿Para qué preguntas por mi
nombre?”. Y le bendijo allí mismo.
Jacob llamó a aquel lugar Penuel, pues (se dijo): “He visto
a Dios cara a cara y tengo la vida salva”. El sol salió así que hubo pasado
Penuel, pero él cojeaba del muslo. Por eso los israelitas no comen, hasta la
fecha, el nervio ciático, que está sobre la articulación del muslo, por haber
sido tocado Jacob en la articulación femoral, en el nervio ciático». (Génesis)
J. J. Benítez
Las guerras de Yavé, página 27
En otras palabras: aunque el astronauta que luchó con Jacob
proporcionó un nuevo nombre al patriarca —Israel—, no podemos considerar a
Abraham y a sus descendientes como judíos, y mucho menos tras mezclarse con los
schasu. Insisto: eran mesopotámicos (Ur de Caldea), inicialmente. Y los elohim
(el «equipo») prosiguieron con el «plan» establecido… La habilidad de aquellos
astronautas para entrar en los sueños de los humanos y forjarlos según sus
intereses (caso del faraón) me recordó otra de mis investigaciones (en esta
oportunidad en la bella Venezuela): «Sucedió en julio de 1976 —explicó el protagonista,
coronel Sánchez Romero—.
J. J. Benítez
Las guerras de Yavé, página 34
Una vez consumada la salida de los nómadas (es importante
recordar que no eran judíos) de las tierras próximas al delta del Nilo, el
equipo de astronautas se enfrenta a tres grandes retos. A saber: 1. Lograr que
los schasu tomen conciencia de pueblo. Como dije, hasta esos momentos, los
seiscientos mil (?) eran un batiburrillo de razas (fundamentalmente nómadas).
Es a partir de ahí —muy lentamente— cuando los schasu empiezan a considerarse
«hebreos» (hijos de Jacob, al que el «ángel» llama Israel). Se trataría, como
digo, de una labor muy lenta. 2. Formalizar una religión única entre los
citados nómadas, acostumbrados a servir a decenas de dioses (entre ellos a los
dioses egipcios). Para esto debían «construir» toda una liturgia que giraba
alrededor de Yavé (el Eterno), el único Dios verdadero. E inventan el timo de
la levadura y de la consagración de los primogénitos, entre otros. Y me
pregunto: ¿qué tiene que ver el pan ázimo con la Divinidad? ¿Qué podía
importarle al Padre Azul (el verdadero Dios) que los schasu sacrificaran las
crías primerizas de sus animales? Toda esta normativa iba dirigida a crear y
fortalecer lo que, a no tardar, se convertiría en la religión mosaica; una
religión monoteísta de la que —mucho después— se desprendería la cristiana.
Todo estaba previsto en el equipo de Yavé… 3. Preparar la conquista de Canaán,
la llamada «tierra prometida». El equipo sabía (perfectamente) que dichas
tierras se hallaban ocupadas por legítimos propietarios (y los menciona). Y aun
así las promete a los descendientes de Abraham. ¡Qué desvergüenza!
J. J. Benítez
Las guerras de Yavé, página 54
Para mí está clarísimo. Después de cincuenta años de
investigación OVNI, los objetos descritos en el Antiguo Testamento son los
mismos (o parecidos) a los que investigamos en la actualidad. ¿Quiere decir
esto que las civilizaciones que nos visitan hoy son las mismas que descendieron
sobre el Sinaí hace 3.300 años? Es posible.
J. J. Benítez
Las guerras de Yavé, página 59
La santidad —desde mi punto de vista— no tiene nada que ver
con el sacrificio de animales. La santidad — inalcanzable en la materia— es
perfección.
J. J. Benítez
Las guerras de Yavé, página 88
Y cuando iba Moisés a la tienda acudía todo el pueblo, que
se agolpaba a la puerta y lo miraba hasta que entraba. Y cuando entraba Moisés
a la tienda, descendía la columna de la nube y deteníase en la puerta. Entonces
el Eterno hablaba con Moisés. Y cada cual se arrodillaba a la entrada de sus
respectivas tiendas. El Eterno le hablaba a Moisés cara a cara, como habla un
hombre con su prójimo. Luego retornaba Moisés al campamento, en tanto que su
servidor Josué no se apartaba del interior de la tienda». (Éxodo)
Nueva e injusta alusión de los elohim a la entrega de
tierras a los schasu: «Y enviaré delante de ti a un ángel para que expulse a
los cananeos, los amorreos, los jeteos, los perezeos, los heveos y los
jebuseos, para darte la tierra que mana leche y miel».
Como dije, ese «ángel» que expulsará a los legítimos
propietarios de Canaán no fue otra cosa que una o varias naves de exploración,
dotadas de armas capaces de pulverizar los ejércitos y demoler las ciudades. A
ese supuesto Dios le importaba un pimiento que las tierras tuvieran legítimos
dueños. Y le traía sin cuidado que las naves terminaran con las vidas de miles
de inocentes (no importaba que fueran niños o mujeres o ancianos).
Desde el primer momento de esta trágica historia, Yavé se
comportó como un vil asesino.
J. J. Benítez
Las guerras de Yavé, página 94
Y se repite la descripción de las marchas de los schasu:
caminaban cuando la «nube» se alzaba y se detenían cuando la «nube» hacía
estacionario. Así termina el Éxodo. Sin duda, uno de los mejores libros de
OVNIS del mundo.
J. J. Benítez
Las guerras de Yavé, página 101
LEGITIMACIÓN DEL ROBO
«Y le dijo el Eterno a Moisés en los llanos de Moab, junto
al Jordán, cerca de Jericó: “Diles a los hijos de Israel: cuando crucéis el
Jordán para ir a la tierra de Canaán, desposeeréis a todos los moradores de la
tierra ante vosotros y destruiréis todas sus esculturas e imágenes fundidas y
derribaréis todos sus altares. Y desposeeréis a los habitantes de la tierra y
moraréis en ella, porque Yo os la he dado a vosotros. Y dividiréis la tierra
echando suertes entre vuestras tribus, y aumentaréis la heredad a las tribus
más numerosas y la disminuiréis a las menos numerosas”». (Números)
Yavé (el equipo) anuncia y legitima el robo de las tierras
de Canaán (la tierra prometida), habitada por numerosas etnias, legítimas
propietarias desde tiempos inmemoriales. En otras palabras: el actual estado
judío es un fraude. Son precisamente los palestinos los herederos de aquellos
pueblos, vilmente expoliados por Yavé.
J. J. Benítez
Las guerras de Yavé, página 133
«Y la cantidad de días que David vivió en el país de los
filisteos fue todo un año y cuatro meses. Y subió David con sus hombres, e
hicieron incursiones contra los guesureos, y los quirzitas, y los amalecitas,
por cuanto ellos eran los habitantes de la tierra, que estaban allí desde
antiguo, en el camino a Sur (Shur), hasta la tierra de Egipto. Y David hirió la
tierra, y no dejó hombre ni mujer vivos, llevóse las ovejas, y los bueyes, y
los asnos, y los camellos, y los bagajes».
En otras palabras: David provocó la muerte de más de treinta
mil personas. Hoy, sin embargo, entre los judíos ortodoxos, el rey David es un
héroe y un sabio, y así es venerado. Grave error.
Repito: David fue otro vulgar asesino… Y a las pruebas me
remito.
En el libro de Samuel —de pasada— se ratifica lo ya expuesto
en capítulos anteriores: aquellos pueblos habitaban las tierras de Canaán
«desde antiguo». Eran los legítimos dueños (se diga lo que se diga).
Y un último «detalle» que me ha hecho reflexionar, y mucho:
¿cómo explicar la altura de Goliat? Tres metros y veinte
centímetros es mucho… ¿De dónde salió el personaje? Y opté por practicar una
nueva visión remota. Quedé tan desconcertado que no le he prestado excesiva
atención. El gigante fue manipulado (genéticamente) por el equipo. Eso «vi».
J. J. Benítez
Las guerras de Yavé, página 169
SE LE CAYÓ EL MANTO
«Y fueron cincuenta hombres de los hijos de los profetas y
se detuvieron frente a ellos (Elías y Eliseo), a distancia, y los dos se
detuvieron junto al Jordán. Y Elías tomó su manto, lo enrolló, y (con él) hirió
las aguas, que se dividieron hacia un lado y otro, de modo que los dos pasaron
en tierra seca. Y aconteció cuando hubieron pasado, que Elías le dijo a Eliseo:
“Pídeme lo que desees para ti, antes de que sea quitado de ti”. Y contestóle
Eliseo: “Ruégote que descienda sobre mí doble porción de tu espíritu”. Y
respondióle:
“Pides cosa difícil. Sin embargo, si me ves cuando sea
alejado de ti, así será; si no, no será así”. Y sucedió, cuando seguían
caminando y conversando, que he aquí que apareció un carro de fuego, y caballos
de fuego, que los separaron, y Elías subió al cielo en un torbellino. Y Eliseo
lo vio y gritó: “¡Padre mío, padre mío! ¡Los carros de Israel y sus aurigas!”.
Y no le vio más. Y tomó sus propias ropas y las desgarró en dos partes. Tomó
también el manto de Elías que se le había caído, y se volvió, y se detuvo en la
orilla del Jordán».
(Segundo de Reyes)
Está claro que Elías sabía que se lo llevarían. Lo más
probable es que fuera el equipo quien se lo anunciara.
Y aparece un «carro de fuego» —lo que los judíos llaman «
merkavah»— y «absorbe» al profeta. Casos como este los hay a cientos en la
ufología actual: el testigo es arrebatado y desaparece en el interior de la
nave. Y un detalle curioso: en el trance, a Elías se le cae el manto (señal
inequívoca de que el secuestro fue violento). Para los exégetas, el «carro de
fuego» es «un medio para llegar a la parte revelada de Dios» (que es como no
decir nada).
Para mí es más simple: Elías fue utilizado por los
astronautas y, cuando llegó el momento, se lo llevaron.
Que se sepa, Elías nunca regresó. Y fue buscado durante tres
días por un total de cincuenta hombres (ver capítulo segundo del libro segundo
de Reyes). De hecho, los judíos ortodoxos siguen esperándole y, durante la
Pascua, dejan la puerta de la casa entreabierta y una silla libre para el
profeta… Y dicen que el regreso de Elías anunciará «el día grande y terrible
del Señor».
J. J. Benítez
Las guerras de Yavé, página 184
Leo en el II de Reyes:
«Y dijo el rey: “Averiguad dónde está (Eliseo), para que
pueda hacerle prender”. Y se lo averiguaron, y le dijeron: “He aquí que está en
Dotán”. Envió entonces allí caballos, y carros, y un gran ejército.
Y vinieron de noche, y rodearon la ciudad. Y cuando el
siervo del hombre de Dios se levantó temprano y salió, he aquí un ejército con
caballos y carros rodeando la ciudad. Y le dijo su siervo: “¡Oh señor mío!
¿Cómo haremos?”. Y contestó (Eliseo): “No temas, por cuanto los que están con
nosotros son más que los que están con ellos”. Y
oró Eliseo diciendo: “¡Oh Eterno, ruégote le abras los ojos
para que pueda ver”. Y el Eterno abrió los ojos del joven (del siervo), y vio
que la montaña estaba repleta de caballos y carros de fuego alrededor de
Eliseo. Y cuando bajaron a él, Eliseo oró al Eterno, diciendo: “Hiere a esta
gente, te lo ruego, con ceguera”. Y Él los hirió con ceguera conforme a la
palabra de Eliseo».
De la lectura de este pasaje se desprenden, al menos, tres
hechos interesantes:
1. Numerosas naves se hallaban cerca de Eliseo.
2. Esas naves no eran visibles a simple vista. Y Eliseo
ruega al Eterno que las haga visibles (para su siervo). Una vez más, los «OVNIS
invisibles» …
3. El equipo accede a la petición del profeta y deja ciego
al ejército sirio: ¡más de cinco mil soldados y dos mil caballos! De nuevo la
crueldad de Yavé.
Como he insinuado en otros capítulos, las naves se hacían
visibles al ojo humano, según…
J. J. Benítez
Las guerras de Yavé, página 187
Es a partir de esos momentos —siglo VI antes de Cristo—
cuando surge en el destierro, en Babilonia, un hombre que motorizará los deseos
de los judíos de poner en pie su historia. Ese hombre se llamaba Esdras (Ezra).
Era escriba y descendiente del sumo sacerdote Aarón. Era experto en la ley de
Moisés y se preocupó en reunir las tradiciones orales que circulaban entre los
viejos schasu. Reunió a un nutrido grupo de ancianos y empezaron a poner por
escrito lo que sabían (desde Abraham) sobre la historia de aquel pueblo. Y
copiaron, como ya mencioné, muchas de las leyendas de las culturas que los
rodeaban. Así, probablemente, nació la Biblia. En el año 458 antes de Cristo,
Esdras fue comisionado por Artajerjes, rey de Persia, para trasladarse a
Jerusalén y analizar la situación del pueblo.
J. J. Benítez
Las guerras de Yavé, página 191
OCULTAN EL ARCA
Entre los documentos que el profeta Jeremías envió a los
deportados en Babilonia (hacia el año 586 antes de Cristo) se encontraba uno en
el que daba cuenta del destino final del Arca de la Alianza. Dice así el Libro
Segundo de los Macabeos:
«… Se decía también en el escrito cómo el profeta, después
de una revelación, mandó llevar consigo la Tienda (de la Reunión) y el arca; y
cómo salió hacia el monte donde Moisés había subido para contemplar la heredad
de Dios. Y cuando llegó Jeremías, encontró una estancia en forma de cueva; allí
metió la Tienda, el arca y altar del incienso, y tapó la entrada. Volvieron
algunos de sus acompañantes para marcar el camino, pero no pudieron
encontrarlo.
En cuanto Jeremías lo supo, les reprendió diciéndoles: “Este
lugar quedará desconocido hasta que Dios vuelva a reunir a su pueblo y le sea
propicio”».
Pasaje especialísimo en el que se aporta una posible
explicación a la misteriosa desaparición del Arca de la Alianza. El equipo,
probablemente, reveló a Jeremías qué debía hacer con la mortífera caja de
madera y oro: ocultarla en una cueva en el monte Nebo. He peinado la zona, a la
búsqueda de la referida gruta.
Nunca la encontré y, sospecho, que jamás será hallada. Al
equipo no le interesaba que el «transmisor» pudiera ser examinado en nuestros
días.
J. J. Benítez
Las guerras de Yavé, página 198
«Las esperanzas vanas y engañosas son para el imbécil, los
sueños dan alas a los insensatos. Tratar de asir una sombra o perseguir el
viento es buscar apoyo en los sueños. Espejo y sueño son cosas semejantes,
frente a un rostro, una imagen de rostro. De los impuros, ¿qué pureza puede
resultar?, de la mentira, ¿qué verdad puede salir? Adivinaciones, augurios y
sueños cosas vanas son, como fantasías de corazón de mujer en parto. A menos
que te sean enviadas por el Altísimo en visita, no abras tu corazón a estas
cosas. Que a muchos extraviaron los sueños, y cayeron los que en ellos
esperaban. Sin dolor se ha de cumplir la Ley, y sabiduría en boca fiel es
perfección». (Eclesiástico)
¿Se pueden citar más despropósitos en menos líneas? El autor
o autores del Eclesiástico no conocieron las palabras de Jesús de Nazaret. El
Maestro defendía la esperanza, por muy efímera que fuera. El Maestro era un
soñador y, en consecuencia, defendía los sueños. Los herederos de Yavé los prohíben.
Y el Eclesiástico condena a los adivinadores, olvidando que la legión de
profetas del Antiguo Testamento no hacía otra cosa que adivinar el futuro.
¿Los sueños son asunto vano? ¿Es cosa vana que Jesús de
Nazaret pretendiera inyectar la esperanza a un mundo enfermo y perdido? Me
siento moderadamente feliz al saber que no pertenezco ni comulgo con ninguna
religión…
J. J. Benítez
Las guerras de Yavé, página 203
En realidad, etimológicamente, la palabra serafín debería
traducirse como «ardiente».
J. J. Benítez
Las guerras de Yavé, página 204
LA NAVE DE EZEQUIEL
«El año treinta, el día cinco del cuarto mes, encontrándome
yo entre los deportados, a orillas del río Kebar, se abrió el cielo y contemplé
visiones divinas. El día cinco del mes —era el año quinto de la deportación del
rey Joaquín— la palabra de Yavé fue dirigida al sacerdote Ezequiel, hijo de
Buzí, en el país de los caldeos, a orillas del río Kebar, y allí fue sobre él
la mano de Yavé.
Yo miré: vi un viento huracanado que venía del norte, una
gran nube con fuego fulgurante y resplandores en torno, y en el medio como el
fulgor del electro, en medio del fuego. Había en el centro como una forma de
cuatro seres cuyo aspecto era el siguiente: tenían forma humana. Tenían cada
uno cuatro caras, y cuatro alas cada uno. Sus piernas eran rectas y la planta
de sus pies era como la planta de la pezuña del buey, y relucían como el fulgor
del bronce bruñido. Bajo sus alas había unas manos humanas vueltas hacia las
cuatro direcciones, lo mismo que sus caras y sus alas, las de los cuatro. Sus
alas estaban unidas una con otra; al andar no se volvían; cada uno marchaba de
frente. En cuanto a la forma de sus caras, era una cara de hombre, y los cuatro
tenían cara de león a la derecha, los cuatro tenían cara de toro a la
izquierda, y los cuatro tenían cara de águila. Sus alas estaban desplegadas
hacia lo alto;cada uno tenía dos alas que se tocaban entre sí y otras dos que
le cubrían el cuerpo; y cada uno marchaba de frente; donde el espíritu les
hacía ir, allí iban, y no se volvían en su marcha.
Entre los seres había algo como brasas incandescentes, con
aspecto de antorchas, que se movían entre los seres; el fuego despedía un
resplandor, y del fuego salían rayos. Y los seres iban y venían con el aspecto
del relámpago.
Miré entonces a los seres y vi que había una rueda en el
suelo, al lado de los seres de cuatro caras. El aspecto de las ruedas y su
estructura era como el destello del crisólito. Tenían las cuatro la misma forma
y parecían dispuestas como si una rueda estuviese dentro de otra. En su marcha
avanzaban en las cuatro direcciones; no se volvían en su marcha. Su
circunferencia tenía gran altura, era imponente, y la circunferencia de las
cuatro estaba llena de destellos todo alrededor. Cuando los seres avanzaban,
avanzaban las ruedas junto a ellos, y cuando los seres se elevaban del suelo,
se elevaban las ruedas. Donde el espíritu les hacía ir, allí iban, y las ruedas
se elevaban juntamente con ellos, porque el espíritu del ser estaba en las
ruedas. Cuando avanzaban ellos, avanzaban ellas, cuando ellos se paraban, se
paraban ellas, y cuando ellos se elevaban del suelo, las ruedas se elevaban
juntamente con ellos, porque el espíritu del ser estaba en las ruedas. Sobre
las cabezas del ser había una forma de bóveda resplandeciente como el cristal,
extendida por encima de sus cabezas, y bajo la bóveda sus alas estaban rectas,
una paralela a la otra; cada uno tenía dos que le cubrían el cuerpo.
Y oí el ruido de sus alas, como un ruido de muchas aguas,
como la voz de Sadday; cuando marchaban, era un ruido atronador, como ruido de
batalla; cuando se paraban, replegaban sus alas. Y se produjo un ruido.
Por encima de la bóveda que estaba sobre sus cabezas, había
algo como una piedra de zafiro en forma de trono, y sobre esta forma de trono,
por encima, en lo más alto, una figura de apariencia humana.
Vi luego como el fulgor del electro, algo como un fuego que
formaba una envoltura, todo alrededor, desde lo que parecía ser sus caderas
para arriba; y desde lo que parecía ser sus caderas para abajo, vi algo como
fuego que producía un resplandor en torno, con el aspecto del arco iris que
aparece en las nubes los días de lluvia: tal era el aspecto de este resplandor,
todo en torno. Era algo como la forma de la gloria de Yavé. A su vista caí
rostro en tierra y oí una voz que hablaba». (Ezequiel)
La visión de Ezequiel (hacia el año 593 antes de Cristo;
otros la sitúan en el 560) cerca del río o canal Kebar (« ñaru kabaru»), en la
región de Nippur, es uno de los mejores ejemplos de lo que defiendo en el
presente trabajo: una o varias naves se aproximan al profeta y lo hacen tal y
como se observa en muchos de los casos OVNI actuales: con un viento huracanado
que las precede, con gran luminosidad y con bolas brillantes (posibles sondas)
que escoltan a la nave principal. Y en lo alto, una cúpula. Y en su interior,
uno o varios tripulantes. La descripción de Ezequiel es minuciosa, ajustándose
—claro está— a los conceptos que manejaban hace 2.600 años. Lógicamente, el
profeta cae rostro en tierra, aterrorizado. Y toma la presencia de la nave (o
las naves) como la gloria de Yavé. ¿Qué otra cosa podía pensar?
Las explicaciones de los exégetas y expertos en la Biblia
son de traca. Veamos algunas:
Para E. C. Broome, la visión de Ezequiel no es otra cosa que
«esquizofrenia catatónica con una regresión sexual inconsciente, retraimiento
esquizofrénico, delirios de grandeza y persecución».
R. H. Pfeiffer califica al profeta como «el primer fanático
que aparece en la Biblia, mostrando rasgos de oscura y salvaje ferocidad
mental».
Para Thacik, «la visión del carro-trono podría explicarse
como una tormenta». En cuanto a las «ruedas —dice— son el símbolo de la
movilidad cósmica». También tiene una explicación para las «circunferencias
llenas de ojos»: «es la presencia de Dios que todo lo ve».
Y los licenciados, teólogos y escrituristas se quedan tan
anchos y felices… Como decía mi abuela, la contrabandista, «donde no hay no se
puede sacar».
J. J. Benítez
Las guerras de Yavé, página 205
No cabe duda: la visión nocturna que tuvo Daniel
(probablemente un sueño) fue provocada por el equipo. Y sigo preguntándome: ¿qué
clase de tecnología puede penetrar en los sueños?
J. J. Benítez
Las guerras de Yavé, página 222
Tomó el rey la palabra y dijo a los sabios de Babilonia: “El
que lea este escrito y me dé a conocer su interpretación, será vestido de
púrpura, se le pondrá al cuello un collar de oro, y mandará como tercero en el
reino”. Vinieron, pues, todos los sabios del rey; pero no pudieron leer el
escrito ni declarar al rey su interpretación. El rey Baltasar se turbó mucho y
su semblante cambió de color; también sus dignatarios quedaron desconcertados.
En la sala del festín entró la reina, enterada por las palabras del rey y de
sus dignatarios. Y dijo la reina: “¡Viva el rey eternamente! No te turben tus
pensamientos ni tu semblante cambie de color. Hay en tu reino un hombre en
quien reside el espíritu de los dioses santos. Ya en tiempo de tu padre se
halló en él luz, inteligencia y sabiduría semejante a la sabiduría de los
dioses, y tu padre, el rey Nabucodonosor, le nombró jefe de los magos,
adivinos, caldeos y astrólogos. Por tanto, ya que, en este Daniel, a quien el
rey puso por sobrenombre Beltšassar, se encontró un espíritu extraordinario,
ciencia, inteligencia y arte de interpretar sueños, de descifrar enigmas y de
resolver dificultades, sea llamado Daniel y él dará a conocer la
interpretación”.
Enseguida fue introducido Daniel a la presencia del rey, y
el rey dijo a Daniel: “¿Eres tú Daniel, uno de los judíos deportados, que mi
padre el rey trajo de Judá? He oído decir que en ti reside el espíritu de los
dioses y que hay en ti luz, inteligencia y sabiduría extraordinarias. Han sido
introducidos ahora en mi presencia los sabios y adivinos para que leyeran este
escrito y me declararan su interpretación, pero han sido incapaces de descubrir
su sentido. He oído decir que tú puedes dar interpretaciones y resolver dificultades.
Sí, pues, logras leer este escrito y declararme su
interpretación, serás vestido de púrpura, llevarás al cuello un collar de oro,
y mandarás como tercero en el reino”.
Daniel tomó la palabra y dijo delante del rey: “Quédate con
tus regalos y da tus obsequios a otro, que yo leeré al rey igualmente este
escrito y le daré a conocer su interpretación. Oh rey, el Dios Altísimo dio a
tu padre Nabucodonosor reino, grandeza, gloria y majestad. Y por esta grandeza
que le dio, todos los pueblos, naciones y lenguas temblaban de miedo en su
presencia; mataba él a quien quería, dejaba vivir a quien quería, exaltaba a
quien quería y a quien quería humillaba. Pero habiéndose engreído su corazón y
obstinado su espíritu hasta la arrogancia, fue depuesto de su trono real, y se
le quitó su gloria… Pero tú, Baltasar, hijo suyo, no has humillado tu corazón,
a pesar de que sabías todo esto; te has engreído contra el Señor del Cielo, se
han traído a tu presencia los vasos de su Casa, y tú, tus dignatarios, las
mujeres y tus concubinas, habéis bebido vino en ellos. Habéis celebrado a los
dioses de plata y oro, de bronce y hierro, de madera y piedra, que no ven ni
oyen ni entienden, pero no has glorificado al Dios que tiene en sus manos tu
propio aliento y de quien dependen todos tus caminos. Por eso ha enviado él esa
mano que trazó este escrito. La escritura trazada es: Mené, Mené, Teqel y Parsín.
Y esta es la interpretación de las palabras: Mené: Dios ha medido tu reino y le
ha puesto fin; Teqel: has sido pesado en la balanza y encontrado falto de peso;
Parsín: tu reino ha sido dividido y entregado a los medos y los persas”.
Entonces Baltasar mandó revestir de púrpura a Daniel,
ponerle un collar de oro al cuello y proclamar que mandaba como tercero en el
reino.
Aquella noche fue asesinado Baltasar, el rey de los
caldeos».
(Daniel)
De nuevo los hologramas… La misteriosa mano en el aire,
escribiendo en la pared, así parece demostrarlo. Lástima no tener más detalles
sobre la referida mano. El holograma, en mi opinión, fue creado por el equipo
para que Daniel pudiera profetizar. Y así fue. Algunos especialistas en el
Antiguo Testamento consideran que el tal Baltasar («Bel-šar-usur») no fue hijo
de Nabucodonosor, sino de Nabonid (que no llevó el título de rey). Sea como
fuere, lo cierto es que Daniel acertó en la traducción de las palabras escritas
en la cal de la pared: « mn’, tql y prs», que pueden leerse como « mEné’, tEqal
y pEres». Daniel «interpretó» la escritura leyendo las tres palabras como
verbos: «él ha contado», «él ha pesado» y «él ha dividido». En otras palabras,
Yavé (el equipo de astronautas) sigue haciendo teatro y, de paso, impresionando
a la parroquia.
J. J. Benítez
Las guerras de Yavé, página 225
«Dijo Yavé a Oseas: “Ve, tómate una mujer dada a la
prostitución e hijos de prostitución, porque la tierra se está prostituyendo
enteramente, apartándose de Yavé”.
Fue él y tomó a Gómer, hija de Dibláyim, la cual concibió y
le dio a luz un hijo. Yavé le dijo: “Ponle el nombre de Yizreel, porque dentro
de poco visitaré yo la casa de Jehú por la sangre derramada en Yizreel, y
pondré fin al reinado de la casa de Israel…”. Concibió ella de nuevo y dio a
luz una hija. Y Yavé dijo a Oseas: “Ponle el nombre de ‘No-compadecida’, porque
yo no me compadeceré más de la casa de Israel, soportándoles todavía…”. Después
de destetar a “No-compadecida”, concibió otra vez y dio a luz un hijo. Y dijo
Yavé: “Ponle el nombre de ‘No-mi-pueblo’, porque vosotros no sois mi pueblo ni
yo soy para vosotros El-Que-Soy”». (Oseas)
Al teatro del equipo hay que sumar ahora nuevas incongruencias.
El profeta Oseas vivió en el norte de Israel hacia el 750 antes de Cristo. Tras
más de quinientos años de brega con los descendientes de los schasu, Yavé
proclama: «Vosotros no sois mi pueblo». ¿En qué quedamos? Si Yavé hubiera sido
Dios no habría cambiado de criterio…
J. J. Benítez
Las guerras de Yavé, página 230
«Volved a Yavé vuestro Dios, porque Él es clemente y
compasivo, tardo a la cólera, rico en amor, y se ablanda ante la desgracia».
(Joel)
¿Yavé compasivo? ¿Tardo a la cólera? ¿Rico en amor? El
profeta Joel estaba mal informado o, sencillamente, era otro desequilibrado.
Joel no sabía (o no quería saber) del millón largo de asesinatos, provocados
directa o indirectamente por el equipo (por Yavé). Y tampoco habla de las
tierras robadas a sus legítimos dueños (en nombre de Yavé). E ignora la defensa
de Yavé de la esclavitud y su repugnante machismo. Si Yavé era Dios, este
pecador es Claudia Schiffer…
J. J. Benítez
Las guerras de Yavé, página 230
«Dispuso Yavé un gran pez que se tragase a Jonás, y Jonás
estuvo en el vientre del pez tres días y tres noches. Jonás oró a Yavé su Dios
desde el vientre del pez… Y Yavé dio orden al pez, que vomitó a Jonás en
tierra». (Jonás)
No puedo demostrarlo al cien por cien, pero los ejercicios
de visión remota que llevé a cabo y, sobre todo la intuición, me dicen que el
gran pez que se tragó al profeta de Gat-Jéfer (próximo a Nazaret) en el siglo
VIII antes de Cristo, no era una ballena. Jonás no hubiera sobrevivido tres
días en el interior del cetáceo. Sí lo hubiera hecho en una nave del equipo. Y
eso es lo que creo: Jonás fue «tragado» por uno de los vehículos de los
astronautas de Yavé.
J. J. Benítez
Las guerras de Yavé, página 232
«Volví a alzar los ojos y tuve una visión: Era un rollo
volando. Y me dijo el ángel: “¿Qué ves?”. Respondí: “Veo un rollo volando, de
veinte codos (diez metros) de largo y veinte de ancho”. Me dijo:
“Eso es la Maldición que sale sobre la faz de toda esta
tierra”».
(Zacarías)
El libro de Zacarías —escrito hacia el año 520 antes de
Cristo — hace una descripción muy acertada de una de las naves del equipo: un
cilindro de diez metros de longitud. Y era lógico que así fuera. En aquel
tiempo, los libros eran pergaminos enrollados y guardados en tubos o cápsulas
metálicos o de cuero. Zacarías, a la pregunta del tripulante, responde con lo
que él conoce: «un rollo volando». Y el profeta —supongo— se haría mil
preguntas:
«¿Cómo es posible que un rollo pueda volar?». Hoy sí tenemos
la respuesta; hace 2.500 años no.
En mis investigaciones (durante cincuenta años) he sabido de
cientos de casos de «rollos voladores». Es decir, naves nodrizas o portadoras
(de hasta 19 kilómetros de longitud). Han sido observadas por numerosos
testigos, fotografiadas y captadas en los radares civiles y militares de todo
el mundo.
Y el «ángel» (el astronauta que conversaba con Zacarías)
sigue haciendo teatro: «Eso (refiriéndose al rollo que volaba) es la Maldición
que sale sobre la faz de toda esta tierra».
Y el pobre Zacarías siguió con la boca abierta, perplejo
(supongo).
J. J. Benítez
Las guerras de Yavé, página 234
«Alcé otra vez los ojos y tuve una visión: Eran cuatro
carros que salían de entre dos montes; y los montes eran montes de bronce.
En el primer carro había caballos rojos, en el segundo carro
caballos negros, en el tercer carro caballos blancos, y en el cuarto carro
caballos tordos. Tomé la palabra y dije al ángel que hablaba conmigo: “¿Qué son
estos, señor mío?”. El ángel respondió y me dijo: “Son los cuatro vientos del
cielo que salen después de presentarse ante el Señor de toda la tierra”».
(Zacarías)
Está claro. El profeta Zacarías levanta la vista y observa
cuatro naves (cuatro «carros») que proceden a iluminar los montes cercanos.
Quizá, por eso, los confunde con la tonalidad de bronce.
¿Utilizó el equipo algún tipo de holograma para simular que
las naves aparecían arrastradas por caballos de diferentes colores? Es posible…
Por último, el «ángel» (otro miembro del equipo de astronautas)
prosigue con el teatro y asocia las cuatro naves a otros tantos vientos. Y
Zacarías quedó tan feliz…
J. J. Benítez
Las guerras de Yavé, página 235
«Oráculo.
Palabra de Yavé a Israel por ministerio de Malaquías.
Os he amado, dice Yavé. Y vosotros decís: “¿En qué nos has
amado? ¿No era acaso Esaú el hermano de Jacob?, oráculo de Yavé”. Sin embargo,
yo amé a Jacob y a Esaú le odié. Entregué sus montes a la desolación y su
heredad a los chacales del desierto. Si dice Edom: “Hemos sido aplastados, pero
volveremos a edificar nuestras ruinas”, así dice Yavé Sebaot: Ellos edificarán,
mas yo demoleré, y se les llamará: “Territorio de impiedad”, y “Pueblo contra
el que Yavé está irritado para siempre”. Vuestros ojos lo verán y vosotros
diréis: “¡Grande es Yavé más allá del término de Israel!”».
(Malaquías)
Enésima ratificación de que Yavé no era Dios. El Padre Azul
no odia. No está capacitado para ello. Y Yavé (el equipo) se reafirma en su
viejo cabreo contra los schasu. El verdadero Dios no conoce el significado de
esa expresión: irritado para siempre.
Fin del Antiguo Testamento.
J. J. Benítez
Las guerras de Yavé, página 236
«Nacido Jesús en Belén de Judea, en tiempo del rey Herodes,
unos magos que venían del oriente se presentaron en Jerusalén, diciendo:
“¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Pues vimos su estrella en el
Oriente y hemos venido a adorarle”. En oyéndolo, el rey Herodes se sobresaltó y
con él toda Jerusalén.
Convocó a todos los sumos sacerdotes y escribas del pueblo,
y por ellos se estuvo informando del lugar donde había de nacer el Cristo.
Ellos le dijeron: “En Belén de Judea, porque así está
escrito por medio del profeta: ‘Y tú, Belén, tierra de Judá, no eres, no, la
menor entre los principales clanes de Judá; porque de ti saldrá un caudillo que
apacentará a mi pueblo Israel’”.
Entonces Herodes llamó aparte a los magos y por sus datos
precisó el tiempo de la aparición de la estrella. Después, enviándolos a Belén,
les dijo: “Id e indagad cuidadosamente sobre ese niño; y cuando lo encontréis,
comunicádmelo, para ir también yo a adorarle”. Ellos, después de oír al rey, se
pusieron en camino, y he aquí que la estrella que habían visto en el Oriente
iba delante de ellos, hasta que llegó y se detuvo encima del lugar donde estaba
el niño. Al ver la estrella se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la
casa; vieron al niño con María su madre y, postrándose, le adoraron; abrieron
luego sus cofres y le ofrecieron dones de oro, incienso y mirra. Y, avisados en
sueños que no volvieran donde Herodes, se retiraron a su país por otro camino».
(Evangelio según Mateo) En mi libro El OVNI de Belén (1983) desarrollé
ampliamente qué pudo ser la célebre estrella que guio a los Magos. Me limitaré
ahora a resumir aquella exhaustiva exposición:
1. La estrella no fue una conjunción planetaria. La
hipótesis la puso de moda Juan Kepler, astrónomo y astrólogo, cuando en la
noche del 17 de diciembre de 1603 observó la reunión de Saturno y Júpiter (eso
es una conjunción: dos planetas ubicados en el mismo grado de longitud) en la
constelación de los Peces. Kepler se encontraba en Praga, junto al río Moldava.
Kepler sabía del relato del rabino Abarbanel en el que se explica «que el
Mesías nacería durante una conjunción de Saturno y Júpiter y en la constelación
de los Peces». Y Kepler verificó que la conjunción de los referidos planetas se
repitió tres veces a lo largo del año 7 antes de Cristo. Ello le llevó a pensar
que la estrella que describe Mateo fue, en realidad, una conjunción: la de
Júpiter y Saturno. Grave error. Ninguna conjunción planetaria se prolonga más
allá de tres o cuatro días. 1 Teniendo en cuenta que el viaje de los Magos
(desde Ur de Caldea hasta Jerusalén) osciló entre tres y cinco meses, ¿cómo
explicar que siguieran a la mencionada conjunción? Más aún: si los viajes, en
aquel tiempo, se llevaban a cabo de sol a sol, ¿cómo entender que la conjunción
fuera visible durante el día? La idea de Kepler no se sostiene.
2. La estrella no fue un cometa. No hay registros de un
cometa que permaneciera en los cielos durante los tres o cinco meses que duró
el viaje de los Magos.
3. No fue una estrella. Como digo, lo habitual era viajar
durante las horas de luz. Caminar en la noche era peligroso. Si esto era así,
¿cómo entender la presencia de una estrella a plena luz del día?
4. Lo que guio a los Magos —necesariamente— fue una nave,
inteligentemente tripulada. Otra cuestión es que no supieran identificarla con
lo que verdaderamente era. El equipo, en definitiva, seguía con el plan
previsto.
J. J. Benítez
Las guerras de Yavé, página 236
PABLITO
«Entretanto Saulo, respirando todavía amenazas y muertes
contra los discípulos del Señor, se presentó al Sumo Sacerdote, y le pidió
cartas para las sinagogas de Damasco, para que si encontraba algunos seguidores
del Camino, hombres o mujeres, los pudiera llevar atados a Jerusalén.
Sucedió que, yendo de camino, cuando estaba cerca de
Damasco, de repente le rodeó una luz venida del cielo, cayó en tierra y oyó una
voz que le decía: ”Saúl, Saúl, ¿por qué me persigues?”. Él respondió: “¿Quién
eres, Señor?”. Y él: “Yo soy Jesús, a quien tú persigues. Pero levántate, entra
en la ciudad y se te dirá lo que debes hacer”. Los hombres que iban con él se
habían detenido mudos de espanto; oían la voz, pero no veían a nadie.
Saulo se levantó del suelo, y, aunque tenía los ojos
abiertos, no veía nada. Le llevaron de la mano y le hicieron entrar en Damasco.
Pasó tres días sin ver, sin comer y sin beber». (Hechos de los Apóstoles) El
equipo —en mi opinión— sigue actuando. Naturalmente, no creo que Jesús de
Nazaret se encontrara en el interior de la nave que descabalgó a Pablito de
Tarso. Alguien se hizo pasar por Él. El resultado es conocido: Pablito se
convirtió en un seguidor del Maestro y colaboró en la fundación de una iglesia
en la que Jesús nunca pensó…
J. J. Benítez
Las guerras de Yavé, página 240
«Pocos días después de los días de las fiestas, a los
veintiuno del mes de mayo se mostró otra señal increíble a todos muy
claramente. Podría ser que lo que quiero decir fuese tenido por fábula, si no
viviesen aún algunos que lo vieron, y si no sucedieran los fines y muertes tan
grandes como eran las señales: porque antes del sol puesto, se mostraron en las
regiones del aire muchos carros que corrían por todas partes y escuadrones
armados, pasando por las nubes derramadas por toda la ciudad: pues el día de la
fiesta que llaman de Pentecostés, habiendo los sacerdotes entrado de noche en
la parte del templo más cerrada, para hacer, según tenían de costumbre, sus
sacrificios, al principio sintieron cierto movimiento y cierto ruido; y estando
atentos a lo que sería, oyeron una súbita voz que decía: “Vámonos de aquí”». (Guerra
de los judíos)
La observación de Josefo —numerosos carros fueron vistos por
todas partes (sobre Jerusalén)— me recordó el testimonio de Manolita Bernal, mi
abuela, y de numerosos testigos de Barbate (Cádiz, España) sobre los «cientos
de estrellas que corrían en el cielo en las noches previas al estallido de la
guerra civil española (verano de 1936)». Aquel fenómeno —cientos de naves— fue
tomado como un mal presagio. Y acertaron. Exactamente igual sucedió en la
Ciudad Santa. Y la guinda final: los astronautas fueron sorprendidos por los
sacerdotes que entraron en el Templo… Se puede decir más alto, pero no más
claro.
J. J. Benítez
Las guerras de Yavé, página 242
ALGUNAS CONCLUSIONES
1. A la vista de lo expuesto, en mi opinión, Yavé no era
Dios.
Estamos, posiblemente, ante un equipo de astronautas; ante una
o varias civilizaciones no humanas avanzadísimas.
2. El tal Yavé (el equipo) fue machista, xenófobo y defensor
de la esclavitud.
3. El tal Yavé fue un criminal. Asesinó —directa o
indirectamente— a más de un millón de personas.
4. En nombre de Yavé, los schasu (pueblo judío) robaron las
tierras y propiedades a las treinta etnias que habitaban Canaán: legítimos
propietarios de las mismas.
5. La Biblia, por tanto (al menos el llamado Antiguo
Testamento o Torá), no es la palabra de Dios.
6. Para mí, la Biblia es un naufragio moral.
7. El equipo de astronautas —que usurpó el nombre de Yavé —
diseñó un plan para permitir la llegada del Hijo del Hombre.
J. J. Benítez
Las guerras de Yavé, página 243
En su obra Los dioses en la creación del hombre, Azcuy y
Lesly Sánchez apuntan también la creación del ser humano como una «mutación
provocada»: «Comprobado el hecho de que las bases químicas de la herencia
residen en las proteínas y en los ácidos nucleicos, el hombre comienza un
proceso de investigación genética cuyo objetivo apunta al logro de las
mutaciones controladas. Ya en 1919, el genetista H. J. Muller comprobó que era
posible aumentar el ritmo de las mutaciones elevando la temperatura. También
los rayos X pueden acelerar las mutaciones. Hay otras alternativas, basadas en
el reajuste, ruptura y unión de cromosomas. Lo esencial depende de la correcta
interpretación de la clave genética».
J. J. Benítez
Las guerras de Yavé, página 249
El mito de Nuh-Napishtim (Noé caldeo) era bien conocido
entre los sumerios, los hititas y los hurrianos, entre otros pueblos del Tigris
y el Éufrates. En la Epopeya de Gilgamesh se cuenta que Ea, dios de la
sabiduría, avisa a Nuh sobre el complot de los restantes dioses. «Quieren enviar
un diluvio», le advierte. Y le aconseja construir un arca de madera de acacia.
Los dioses, al parecer, encabezados por Enlil, el creador, están muy enfadados
con el ser humano porque olvidaron los obligados sacrificios del Año Nuevo. Y
el Noé caldeo construye un arca de seis cubiertas en forma de cubo perfecto.
Cada lado mide ciento veinte codos (unos 55 metros). En el poema épico se lee
que el arca fue construida en siete días. Al empezar a llover, Nuh, su familia,
los trabajadores que habían fabricado la nave y numerosos animales terminan
entrando en el arca. «Y Nuh cerró las escotillas». Y el poema sigue así: «…
Durante todo el día sopla un Viento Sur, sumergiendo montañas y barriendo a la
humanidad. Los dioses mismos huyen aterrados al Cielo, donde se agazapan como
perros. El diluvio continúa durante seis días, pero cesa el séptimo.
Entonces Nuh abre una escotilla y mira a su alrededor. Ve
una inundación, llana como una azotea, limitada por catorce cimas de montañas
lejanas. Toda la humanidad se ha ahogado y vuelto a la arcilla. El arca es
llevada por la corriente al monte Nisir, donde Nuh espera otros siete días.
Luego envía afuera una paloma, la cual, al no encontrar donde posarse, vuelve
al arca. Siete días después envía una golondrina, la que también vuelve.
Después un cuervo, que encuentra carroña para comer y no vuelve, porque las
aguas ya han bajado. Nuh deja que salgan del arca todas las personas y
animales, derrama una séptuple libación de vino en la cima de la montaña y
quema maderas aromáticas…». Los dioses huelen el grato aroma y se congregan
alrededor del sacrificio. Ishtar elogia a Nuh e insulta a Enlil por haber
provocado el diluvio. Enlil (el creador) grita: «¡Ningún hombre debía
sobrevivir a mi diluvio! ¡Y estos viven todavía!». Ea, entonces, confesó cómo
reveló a Nuh las intenciones del dios Enlil.
J. J. Benítez
Las guerras de Yavé, página 250
En las tablillas que tradujo Oppert pudo leer un texto
dictado por el propio Nabucodonosor II que dice: «La torre, la casa eterna que
fundé y construí. Completé su magnificencia con plata, oro, otros metales,
piedra, ladrillos pulidos, abeto y pino. La primera, la casa del fundamento de la
tierra, el monumento más antiguo de Babilonia; la construí y la terminé.
Exalté mucho su cabeza con ladrillos cubiertos de cobre. Del
otro, decimos, a saber, este edificio, la casa de las siete luces de la tierra,
el monumento más antiguo de Borsippa (Babel). Un rey anterior la construyó
(ello supone 42 edades) pero no completó su cabeza.
Desde un tiempo remoto, las personas la habían abandonado,
sin que se expresara orden en sus palabras. Desde entonces el terremoto y el
trueno han dispersado el barro secado por el sol. Los ladrillos de la cubierta
se han rajado, y la tierra del interior se diseminó en montones. Merodac, el
gran dios, estimuló mi mente para que reparara el edificio. No alteré el lugar
ni saqué el fundamento. En un mes afortunado, en un día auspicioso, comencé a
construir atrios alrededor de las masas crudas de ladrillos, y la cubierta de
los ladrillos quemados. Adapté los circuitos, puse la inscripción de mi nombre
en el “Kitir” del atrio. Me propuse terminarla y exaltar su cabeza. Así como se
hizo en los días antiguos, así exalté su cúspide».
J. J. Benítez
Las guerras de Yavé, página 252
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