Lino Sardos Albertini

Al remitir a la persona interesada esta respuesta le rogué que explicara lo que quería decir: «como lo ha hecho para encontrar mi firma», además de pedirle que aclarara el significado de la afirmación de que ella estaba en «contacto» con él. En su respuesta, la Sra. N. T. informaba que había conseguido ponerse en contacto con Andrea por medio de la escritura automática y a través de su propia madre. Además escribía: «Respecto a su pregunta sobre como encontré la firma de Andrea no sabía que añadir a lo que le había mencionado. Por ello, he preguntado a Andrea, directamente, a que se refería y me ha recordado un hecho QUE ES CIERTO». El mensaje de Andrea referente a la citada pregunta decía textualmente: «Si, te he hecho mi firma, pero tu no has dicho donde la has encontrado. No estaba en el libro, sino en tus hojas de borrador cuando estabas probando. Si, te has equivocado. La colocaste en mi libro después. Y esto probaba que quien escribía con la señora de Turín era Andrea quien escribía contigo y mi padre habría entendido». A modo de confirmación la señora N.T. añadía: «Yo estaba convencida de haber encontrado el folio firmado en el libro de Andrea, pero fue tanta la sorpresa y agitación que me produjo tal hallazgo que me confundí. Cuando Andrea me ha contestado, al reflexionar, he pensado que tenía razón. Cuando encontré el folio estaba probando de recibir algún mensaje a través de la escritura automática porque deseaba ponerme en contacto con él y, entre todos estos folios garabateados con signos temblorosos que yo esperaba poder leer, había uno, limpio, con una firma en su parte superior. Me quedé de piedra y, tras haberme preguntado donde había visto anteriormente esta firma, doblé el folio, metiéndolo en el libro en el que aún sigue. Es por esto que, con el aturdimiento, pensé haberlo encontrado en el libro». Quiero llamar la atención sobre la importancia de estas precisiones e informaciones, por el hecho de que no sólo eran ignoradas por mi y por la médium sino que incluso la parte interesada las había olvidado. Considero importante y mi deber exponer que ha sido sometida a examen la firma de Andrea recibida por la Sra. N. T., comparándola con su firma autógrafa extendida en el carnet de conducir, llegándose a la conclusión de que en la recibida por la Sra. N. T. había claros elementos de identificación. El hecho es tanto más significativo aún si tenemos en cuenta que la citada Sra. N. T. ignoraba completamente las características de la firma de Andrea, no habiendo tenido nunca la más mínima ocasión de verla. IV. Acogida de los sacerdotes al libro Considero que, finalmente, debo mencionar la acogida extremadamente favorable que numerosos sacerdotes o entidades católicas han otorgado al libro «EL MAS ALLA EXISTE». Señalo que, ya antes de decidirme a publicar dicho libro, conté con la ayuda y colaboración de cualificados sacerdotes, quienes me apoyaron y animaron en la fase de recepción de los mensajes y de preparación del libro. Quiero añadir también que, cuando tras casi dos años de incertidumbre me decidí a escribir el libro con los mensajes de mi hijo, como él deseaba que hiciera, solicité una nueva opinión, la del prestigioso Rvdo. Padre Andrea Resch, Director de la Cátedra de Estudios Paranormales de la Universidad Pontificia de Letrán, a quien remití el borrador del libro y todo el material de los mensajes recibidos. El Padre Resch me dio una opinión totalmente positiva y alentadora sobre el interés de la materia a publicar. Para obtener otra confirmación, pedí también la opinión de uno de los más acreditados exponentes culturales católicos italianos e internacionales, el Padre Pasquale Magni, ex-superior de la Congregación de San Pablo, quien no sólo aprobó la publicación, sino que, además, se ofreció espontáneamente para realizar el prólogo del libro, como efectivamente hizo. El propio Padre Magni se encargó también de escribir el del segundo libro: «DALL’ALDILA’ LA FEDE». En dicho libro se transcriben quince páginas con la opinión de numerosos sacerdotes, todas muy favorables. A éstas hay que añadir los comentarios de nueve prestigiosos sacerdotes que expresan su parecer en el libro «PROVE E INDIZI DELL’ALDILA’», por citar únicamente las opiniones que han sido objeto de publicación. Creo necesario citar que el libro «EL MAS ALLA EXISTE» ha sido traducido, impreso y publicado en el Brasil por la Editorial Loyola, dirigida por los Jesuitas, y que, asimismo, ha sido traducido al eslovaco y publicado en la antigua Checoslovaquia por un grupo de sacerdotes católicos. Además, los Misioneros Combonianos de Verona han producido una casete llamada «Andrea y la Luz Infinita - Una experiencia de comunicación con el Más Allá», en la que resumen, en forma de diálogo y con comentarios musicales, el contenido de los dos libros: «EL MAS ALLA EXISTE» y «DELL’ALDI- LA’ LA FEDE’», distribuyéndolos, entre otros, a las más de trescientas Casas de Misiones existentes en los 37 países en los que están establecidos. Cabe también señalar las críticas extremadamente favorables publicadas por la revista «LETTURE», editada por los Jesuitas de Milán de Piazza San Fedele, en sus números de mayo de 1988 y junio de 1992. Considero, además, merecedor de ser comentado el hecho de que he sido invitado a presentar el libro en muchas sedes parroquiales e incluso en el Aula Magna del Seminario diocesano de Aversa. Y que, por exigencias prácticas, tuve que hablar, en tres ocasiones, desde el Altar Mayor de la Iglesia. Muy numerosos son también los casos en que profesores de religión han comentado el libro «EL MAS ALLA EXISTE» durante las horas de clase, aconsejando su lectura a los alumnos, y aquellos en los que también ha sido recomendada por sacerdotes e incluso obispos. Un lector me contó que tuvo conocimiento del libro en el transcurso de una predicación durante la Santa Misa en la que fue aconsejado por el sacerdote que oficiaba. También sé de un caso en el que el sacerdote tiene siempre el libro en el confesionario para poder usarlo durante su ministerio. Muchos sacerdotes me han manifestado que consideran a Andrea como un santo, al que imploran gracias. Un franciscano me llamó desde el convento pidiéndome que implorara a Andrea que le asistiera durante una delicada intervención quirúrgica. El párroco decano de una gran parroquia de un estado extranjero me comunicó que había colocado permanentemente la fotografía de Andrea bajo el mantel del Altar Mayor, junto a la reliquia del Santo Patrón, y que cada día mantiene encendidas dos velas sobre el altar, una dedicada a Este y otra a Andrea. Varios sacerdotes, entre los que se encuentra un alto cargo del Vaticano, me han solicitado, en repetidas ocasiones, que exponga el caso de mi hijo a la oficina competente para la causa de los santos, al objeto de que se inicie el proceso para su canonización. Para finalizar, y a titulo de ejemplo, deseo exponer dos casos significativos. Primero, deseo transcribir las palabras que me escribió Monseñor Mario Shirza, de Trieste, persona muy docta y acreditada, que realizó profundos estudios sobre lo paranormal incluso en el extranjero: «Considero que el libro «EL MAS ALLA EXISTE» es de una grandísima trascendencia y que la Iglesia, los párrocos, los catequistas, deberían conocer la existencia e importancia del libro y el valor de su difusión. Si yo fuera párroco o catequista difundiría gratuitamente el libro a la salida de la Santa Misa y a los alumnos de las escuelas básicas y superiores. Deberían recogerse donaciones entre todos los lectores para la difusión gratuita del libro. Yo, que en un tiempo había sido ateo, juzgo este libro de tanta importancia que, para mi uso y consumo, lo considero como el «quinto evangelio de la naciente sociedad del dos mil», teniendo presente que Evangelio significa Buena Noticia. Y para la opulenta sociedad del dos mil, como han previsto los estudiosos y la nueva tecnología, será necesaria la Buena Noticia de que el Más Allá existe». Como conclusión, transcribo la «plegaria privada» dedicada a Andrea compuesta por el obispo de Susa Monseñor Giuseppe Gameri, quien me ha escrito que la recita frecuentemente: «Oh, Andrea Sardos Albertini, que, sujeto de milagro a los cinco años, Transcurriste tu joven vida con una conducta cristiana altamente ejemplar y que, por la trágica muerte, cumples admirablemente desde el Más Allá tu misión de Fe, ruega por nosotros, peregrinos aún en este valle de lágrimas y concédenos la gracia de ser válidos misioneros de verdad, de justicia, de amor, de alegría y de paz» FINALIZO SUBRAYANDO QUE TODO CUANTO AQUI RELATO ESTA RIGUROSAMENTE DOCUMENTADO.

Trieste, a 30 de septiembre de 1993 Lino Sardos Albertini

Lino Sardos Albertini



"Creo que es mi deber empezar exponiendo las extraordinarias razones que me han llevado a escribir este libro y a titularlo como lo he hecho. Declaro que, habiendo sido siempre católico de convicción, jamás he puesto en duda la existencia del más allá, verdad que constituye una de las bases de mi fe y de todas las religiones que no son simples sistemas filosóficos. No obstante, nunca había pensado que esta verdad pudiera ser confirmada por los hechos. Como católico siempre he creído en el dogma de la Comunión de los Santos, es decir, en la posibilidad de que la Iglesia militante, o sea, nosotros los que vivimos en la tierra, pudiese comunicarse con la Iglesia purgante y la Iglesia triunfante, a saber: con las almas de nuestros difuntos. Por ello, siempre he rezado por las almas de mis queridos traspasados, pidiéndoles a ellos y a los santos, que forman parte de la Iglesia triunfante, ayuda para mis necesidades materiales y espirituales y para las de mis familiares. Pero a pesar de tener este convencimiento, nunca imaginé poder o tener que dar pruebas que confirmaran esta verdad dogmática. Debo añadir que, por mi parte, nunca me habían interesado los problemas de la parapsicología, término que ni siquiera conocía. Dada la mentalidad positivista derivada de mis estudios clásicos, de mi actividad profesional y del rigor religioso en el que fui educado, consideraba que lo poco que había oído hablar referente a fenómenos mediúmnicos, mágicos, espiritistas, etc... era fruto de engaños, artificios, exaltaciones o incluso de intervenciones diabólicas. Jamás en mi vida habría podido pensar en la posibilidad de escribir y publicar una obra como esta. Si alguien me lo hubiera predicho, le habría desmentido categóricamente. No obstante, si lo he hecho es porque he sido y soy testigo de una amplia serie de hechos excepcionales que han borrado todas mis dudas y reticencias, llevándome a iniciar un camino que nunca habría pensado recorrer. Si anticipo que me han empujado a hacerlo los mensajes recibidos de mi hijo muerto, el lector estará en su derecho de pensar -en un primer momento- que el dolor me ha hecho perder la razón. Como mínimo, lo pensarán todos aquellos cuyas ideas sean parecidas a las que yo tenía en un principio. Sin embargo, estoy seguro de que estas personas, tras saber cuales han sido mis experiencias -que además hallan confirmación en muchos hechos científicamente aceptados ocurridos en el pasado y en el presente y que seguramente se verificarán también en el futuro- y si han leído mi libro con espíritu abierto, sereno y sin prejuicios, valorarán de forma muy distinta los hechos de los que he sido testigo. La desaparición de mi hijo Todo empezó cuando, en junio de 1981, un hecho terrible le sucedió a mi familia. Andrea, el más joven de mis seis hijos, un muchacho ejemplar desde cualquier punto de vista, que estaba graduándose en derecho, me comunicó que antes de presentarse a su último examen, cansado por el intenso trabajo realizado en los últimos tiempos, deseaba tomarse unos días de descanso. M e dijo que se iría por la mañana temprano en su coche, un viejo Dyane 6 de segunda mano, que había comprado hacía ya algunos años con sus ahorros, conseguidos gracias a su actividad de jugador de balonvolea de la serie A nacional. M e explicó que no tenía una meta precisa. Que quizás fuera a bañarse a Lignano o a ver los bronces de Riace en Florencia, expuestos por aquellas fechas. M e comentó, también, que en caso de ir a Florencia haría una parte del trayecto en coche y la otra en tren. Lo cual era lógico, ya que su automóvil era muy viejo y no se prestaba a la realización de trayectos largos. Además, tampoco le gustaba hacer este tipo de viajes en coche. Se marchó el martes 9 de junio de 1981, hacia las 10 horas de la mañana, diciéndome que volvería el sábado o el domingo 14 de junio a más tardar. A la mañana siguiente telefoneó, a eso de las 10 horas, para saludar a su madre, cosa que hacía siempre que se encontraba fuera de casa a causa de sus actividades deportivas, o en el caso, raro, de salir de vacaciones con los amigos. Desde aquel momento no volvimos a tener ninguna noticia suya. Sólo pudimos averiguar que había dormido en el Hotel Astoria de Turin, el portero del cual lo recordaba muy bien a causa de su estatura, seriedad y educación. Había pagado la cuenta y se había ido por la mañana poco antes de las 10 horas. Inmediatamente después, había llamado a Trieste a un amigo suyo, a fin de decirle que se había ausentado por algunos días y no había podido hablar con su hermano, como le había prometido, para pedirle cierta información. Además, le confirmó que estaría de vuelta el sábado o, como muy tarde, el domingo siguiente. Es fácil imaginar el estado de preocupación y angustia en que caímos mi familia y yo al no verlo regresar en la fecha fijada y por la total falta de noticias de los días siguientes. Por otra parte, el 21 de junio debía de haberse presentado a su último examen -derecho administrativo-, para el cual se había preparado muy bien según su costumbre y tal como me lo confirmaron sus compañeros de curso. Búsqueda desesperada A partir del lunes 15 de junio inicié, de inmediato, todas las indagaciones posibles. Dado su carácter, su cariño a la familia, su seriedad, comprendí que algo trágico le había impedido regresar. Averigüé que se había llevado aproximadamente unos tres millones de liras. Las había retirado de su cuenta de ahorros, para la posible compra de un coche de segunda mano en Turín. No había hablado de ello antes de irse, o bien porque de haberlo comprado -lo cual era muy improbable- lo habría hecho con sus propios ahorros, o bien debido a que era una persona muy reservada e independiente. Ya se había comportado de esta forma cuando compró su primer coche. Pude también comprobar que había dejado en su libreta de ahorros más dinero del que había sacado. Encontramos su Dyane 6 abandonado en la ciudad de M estre, al lado de la estación, donde, como pude verificar, había sido aparcado el 9 de junio, el mismo día que salió de Trieste y de donde no se había movido para nada hasta que yo di con él. En un primer momento, negándonos a aceptar la idea de la muerte, que parecía la más lógica, agotamos todas las posibilidades, aunque nos ofrecieran sólo una mínima probabilidad o fuesen totalmente absurdas dado el carácter y el temperamento de mi hijo. Indagamos en Italia, en Europa y fuera de Europa, en todos los ambientes posibles e imaginables, con resultados totalmente negativos. Por el contrario, hallamos pruebas que confirmaban su asesinato por robo, debido a que llevaba dinero en efectivo para la posible compra de un coche de ocasión. Durante esta desesperada búsqueda tuve ocasión de conocer a un sacerdote, un carmelita descalzo, que me habló de parapsicología, campo que, como ya he mencionado, desconocía y hacia el cual tenía fuertes reticencias. Superados, gracias a este sacerdote, mis escrúpulos religiosos, me informé a través de destacados estudiosos de la materia, dándome cuenta de su seriedad y de sus límites. Tuve algunas experiencias interesantes y leí algunas obras que me permitieron centrar un poco el tema. Conocí también a un franciscano que vive en un convento de una ciudad del Piamonte y que se dedica a la investigación parapsicológica, quien, generosamente, intentó hallar el cuerpo de mi hijo por medios paranormales, sin el menor éxito. M i encuentro con la Sra.Anita

Estaba perdiendo la esperanza de tener noticias suyas a través de este medio, cuando un día me visitó una nueva cliente, totalmente desconocida para mi, para un asunto de poca importancia. Dicha señora, al corriente de la desaparición de mi hijo, me sugirió que recurriera a una médium que ella conocía. Decliné su invitación, pero insistió, diciéndome que se trataba de una persona con dotes especiales, que no lo hacía por dinero y que, además, no quería que se supiera, en absoluto, que tenía tales dotes. M e refirió que cuando dicha persona descubrió lo que podía hacer se había asustado y suspendido toda actividad. M i cliente pensaba, sin embargo, que ante mi caso estaría dispuesta a probarlo de nuevo. Acepté, un poco por no dejar escapar ninguna posibilidad de encontrar a mi hijo y otro poco por no dar la impresión de ser insensible ante la insistencia de mi cliente. Desde mi propio despacho telefoneó a la médium -que a partir de este momento llamaré Sra.Anita-, encontrándola en casa. Le explicó mi caso, que su interlocutora desconocía, y le rogó que aceptara ponerse en contacto conmigo. De entrada, la Sra.Anita se negó. Entonces, mi cliente me pasó el teléfono para que se lo pidiera yo directamente. Evidentemente, mis palabras debieron de ser convincentes porque la Sra.Anita aceptó. Dijo, únicamente, que como sentía algo de miedo de las posibilidades que como médium se había descubierto, bajo ningún concepto quería que el encuentro tuviera lugar en su domicilio. Quedamos, pues, que vendría a mi casa. Debo señalar que esta iniciativa mía encontró la oposición de mi esposa, que era contraria a este tipo de experiencias y que incluso habría preferido no estar en casa, aunque aceptó quedarse por mera educación. El sistema utilizado por la Sra.Anita es el siguiente: Sin el más mínimo aparato o puesta en escena, con la mayor simplicidad, en cualquier condición de iluminación y en cualquier ambiente, abre la mano izquierda y la pone perpendicularmente sobre una hoja de papel, un poco elevada con respecto a la misma. Apoya, también perpendicularmente, el rotulador o cualquier lápiz (una vez utilizó una barra de labios) a su mano. El rotulador, en lugar de resbalar como le sucedería a cualquier persona, se adhiere a su mano y la Sra.Anita afirma percibir una especie de latido. Pregunta mentalmente a su propio padre, difunto hace muchos años, si la asiste. Una vez obtenida respuesta afirmativa pasa a hacer la pregunta correspondiente. La Sra.Anita no es zurda, pero utiliza exclusivamente la mano izquierda cuando desarrolla su actividad de médium. El rotulador, al dar la respuesta, no escribe de izquierda a derecha, sino de arriba a abajo. A veces, procede con lentitud al escribir las respuestas, otras lo hace rápidamente, tanto, que la Sra.Anita tiene dificultades para seguirlo con la mano. En ocasiones, el rotulador, improvisadamente y antes de seguir escribiendo, obliga a la mano a alejarse de la linea de escritura y se pone a dibujar, dejando a todos los presentes boquiabiertos. El resultado: una pequeña ilustración que sirve para aclarar mejor la respuesta o proporcionar ulteriores detalles. M ientras el rotulador escribe la Sra.Anita está incluso distraída: fuma, mira la televisión, conversa con los presentes sobre temas diversos... Cuando recibe las respuestas desconoce siempre su contenido, ya sea porque están escritas de arriba a abajo, ya sea porque, generalmente, se distrae. Sólo al terminar y girar la hoja es posible leer la respuesta de izquierda a derecha. Además, la Sra.Anita puede escribir de esta forma en cualquier momento. Por ejemplo, lo ha hecho varias veces en la recepción de un hotel, en el coche y en muchos otros sitios, tanto en interiores como al aire libre. Se niega a aceptar ningún tipo de compensación por esta actividad. No quiere, bajo ningún concepto, que se sepa lo que hace, ya que desea evitar cualquier publicidad y el descrédito que teme podría derivarse de una actividad considerada de lo más extraña. La Sra.Anita está muy perpleja de los resultados que obtiene y abierta a todas las interpretaciones posibles. Los datos y resultados obtenidos conmigo despertaron en ella, lógicamente, un cierto interés hacia el fenómeno, pero nada más. Es ama de casa y su cultura se limita a la enseñanza primaria. No obstante, es indudablemente una persona inteligente, que lee generalmente los periódicos como hacen las señoras de su edad y condición. No sigue publicaciones relacionadas con la parapsicología y nunca ha leído un libro sobre el tema. Como máximo, algún artículo en alguna revista o alguna retransmisión televisiva ocasional. En una palabra, no es una adepta al tema. Explico todo esto para encuadrar al sujeto. Cualquiera que esté familiarizado con la materia podrá apreciar el valor positivo de la situación. Se inician los diálogos con mi hijo Ya en el primer encuentro, la Sra.Anita, tras la ritual pregunta a su padre para saber si la asistía, preguntó si mi hijo Andrea estaba en el más allá y dispuesto a responder. La respuesta fue positiva. Empezamos entonces a preguntar sobre la causa y forma de su muerte. Recibimos respuestas muy sorprendentes, por la precisión de datos aportados, que sacaron claramente los hechos a la luz de forma tan persuasiva que todos los puntos oscuros se aclararon. Desde el primer encuentro tuve la precaución, ya fuese por deformación profesional o por inspiración, de establecer regularmente unas actas en las que indicaba, además de la fecha y el nombre de los asistentes, las preguntas exactas y las respuestas dadas por el rotulador, adjuntando una copia del original de ambas. Con mucha frecuencia, por comodidad, usé el sistema de escribir las preguntas de forma que las respuestas pudiesen ser escritas a continuación. Especialmente en los últimos tiempos, ya que dicha señora se mudó a una localidad de la periferia de Trieste, me acostumbré a mandarle las preguntas por correo o dictárselas por teléfono. Ella obtenía las respuestas en mi ausencia, casi siempre al día siguiente de recibir la pregunta y me las remitía. De esta forma se evitaba cualquier posible sospecha de que mi presencia pudiese influenciar de alguna forma la respuesta. Conservo toda la documentación, todos los originales con las preguntas y las respuestas recibidas mediante el rotulador. Además, durante un año, lo recopié todo, por riguroso orden, en un libro-diario, en el que además anotaba todos los hechos que tenían relación con la búsqueda de mi hijo. Todo puede ser comprobado, como garantía absoluta de autenticidad de cuanto escribo. M ás aún, a partir de la primera comunicación tuve la idea, que ahora considero afortunada, de mandar copia de todo, incluyendo fotocopia de los originales, a algunos familiares y amigos interesados. Entre aquellos que las han recibido desde el primer día y que las conservan figuran un sacerdote, un abogado, un general, un directivo de empresa y, lógicamente, la Sra.Anita. Esto constituye una garantía suplementaria de que cuanto refiero a continuación corresponde exactamente a las preguntas efectuadas y a las respuestas dadas por el rotulador. La intervención de Gigi Rosani Algunos días después del primer encuentro con la Sra.Anita tuvimos otra sorpresa. Transcribo íntegramente el acta, ya que el hecho tiene un significado especial y confirma el carácter excepcional y extraordinario de estos mensajes. Había planteado a Andrea una pregunta relativa a su estancia en Turín, a la que ya se había referido en el primer contacto. La respuesta fue: «Perdona. Gigi Rosani quiere saludar a M aría, Rosanna, Franco, Gianni, M ario. Es un alma recién llegada». Yo pregunté entonces: «¿A quién debemos dar este mensaje?». Respuesta: «A mi mujer y a mis hijos». La Sra.Anita, inquirió: «¿Quién habla ahora?. ¿Gigi?».

Respuesta: «Si». Ninguno de nosotros conocía a un Gigi o Luigi Rosani. Impresionados por la respuesta, consultamos la guía telefónica. Había varios Rosani, pero ninguno se llamaba Luigi. M i hija, presente en el encuentro junto con mi mujer, había tenido un compañero de escuela apellidado Rosani, muerto hacía años, pero se llamaba Paolo. Preguntó entonces: «¿La mujer y los hijos viven en Trieste?». Respuesta: «Si». Yo pregunto: «¿Dónde?». Respuesta: «Soy Andrea. Esta alma ha hecho un enorme esfuerzo para dar esta pequeña señal. Ha muerto hace pocos días». Yo insisto: «Andrea, ¿qué debemos hacer para encontrar a las personas a quienes hay que dar el mensaje?». Respuesta: «M ira el periódico de hoy». M i mujer coge el periódico «Il Piccolo» de aquel día, que teníamos en casa, y halla la esquela mortuoria de Luigi (Gigi) Rosani. Son M aría, la esposa, y los hijos M ario, Gianni, Franco y Rosanna quienes anuncian el fallecimiento. Nos quedamos muy asombrados: ninguno de nosotros había leído aún el periódico. La Sra.Anita no lo había comprado ni visto. No conocíamos a Gigi Rosani ni a nadie de su familia. Contactando con el hospital pude encontrar a la familia de Gigi Rosani y supe que se trataba de un muy buen católico que incluso en su juventud había tenido cierta vocación sacerdotal. M ás adelante, también obtuvimos respuestas verdaderamente impresionantes acerca de hechos que era absolutamente imposible conociera la Sra.Anita o alguno de los presentes y que resultaron rigurosamente ciertos. Citaré alguno a continuación, mientras otros aparecerán más adelante en el capítulo «Documentos» La mancha en «Il Giornale» Narro a continuación otro hecho sorprendente que sucedió como sigue: M i mujer y yo nos encontrábamos en el comedor después de cenar. Yo estaba en la mesa despachando trabajo profesional, mientras mi esposa, sentada en un sillón frente a mi, hacía punto y miraba un poco la televisión. Por la mañana, había hojeado «II Giornale nuovo» de principio a fin. Aquella noche, después de la cena y en el sillón, lo había hecho de nuevo, dejándolo, al terminar, en el sofá. Lo volvió a coger para mirar las cartas al director de la última página, colocándolo de nuevo en el mismo sitio. Hacia las 23h., cuando ya íbamos a acostamos, lo cogió otra vez. Apenas acababa de abrirlo, cuando vio una gran mancha roja en la última página, la de las cartas al director. Se extendía de la parte externa hacia el centro en forma de semicírculo. Tenía un diámetro .de unos 4 cm. y aparecía en las dos mitades del periódico que había estado doblado sobre si mismo. En las páginas interiores, manchadas por contacto, disminuía paulatinamente de tamaño a medida que las íbamos pasando La mancha tenía la apariencia y el color de la sangre fresca, pero al tacto estaba completamente seca. Han transcurrido años (esto sucedió el 21 de junio del 83) y la mancha se ha conservado exactamente igual: su color sigue pareciendo siempre fresco, el papel no se ha ondulado y el tacto es el mismo del primer día. M aravilladísima, mi mujer reclamó mi atención sobre aquel hecho inexplicable. Juntos hicimos todas las comprobaciones posibles, buscando alguna causa natural a la extraña mancha: quizás una herida en las manos de mi esposa, un rotulador dejado allí inadvertidamente... Nada. Absolutamente nada. Dejamos el periódico aparte y lo fuimos controlando en los días siguientes. Siempre aparecía igual, siempre la misma mancha con aquel color rojo vivo de sangre fresca. Aproximadamente una semana después nos reunimos de nuevo con la Sra.Anita y aproveché la ocasión para hacer a mi hijo la siguiente pregunta: «El martes 21 de junio, por la noche, encontramos inesperadamente en «II Giornale nuovo» una mancha roja. ¿Estás al corriente de ello? En caso afirmativo, ¿de dónde procede?». Respuesta: «No es auténtica sangre. Es una señal dejada por mi». Yo pregunté de nuevo: «Para documentar esta extraordinaria señal ¿debemos someter la mancha roja a examen? y, en caso afirmativo, ¿qué debemos decir?». Respuesta: «Nada. Es una señal entre nosotros». Carácter extraordinario de los diálogos He querido citar estos dos episodios porque me parecen especialmente significativos. Debo señalar que todos los diálogos habidos en casi dos años con mi hijo son extraordinarios y están llenos de hechos que impresionan fuertemente. Quien tenga la paciencia de leer estos diálogos (Actas de los diálogos en el apartado «Documentos»), podrá apreciar el carácter extraordinario de su contenido, las coincidencias inexplicables, la concisión en las respuestas, la correcta expresión típica del tipo de preparación y mentalidad de mi hijo, un muchacho culto y a punto de doctorarse en derecho. Indiscutiblemente, la Sra.Anita, que habla siempre en el dialecto de Trieste y únicamente en él, es totalmente incapaz de utilizar conceptos tan cualificados y profundos. Quiero también llamar la atención sobre la diferencia entre mis preguntas, con frecuencia elucubradas, largas y complejas - a pesar de haber sido estudiadas y preparadas- y las respuestas que recibía casi siempre de inmediato, más concisas, eficaces y en perfecta consonancia con las interrogaciones. La «M isión» de mi hijo El hecho fundamental que ha caracterizado y caracteriza estos contactos con mi hijo es el siguiente: En cierto momento, tras habernos informado de las condiciones de privilegio en las que él se encontraba en el más allá, por las funciones que tenía y la posibilidad de comunicarse con nosotros, Andrea nos dijo que había nacido y muerto para llevar a cabo una determinada misión, a saber: proporcionar la prueba de la existencia del más allá, a fin de que muchas personas pudieran creer más en Dios y respetar Su ley. Es inútil decir que este mensaje nos emocionó y afectó muchísimo. En un primer momento, en el terrible estado de ánimo en el que nos encontrábamos por la muerte de nuestro hijo y en nuestro grandísimo y angustioso deseo de recuperar su cuerpo, pensamos, ante todo, que la prueba de la autenticidad de los mensajes nos llegaría a través de indicaciones que nos permitieran alcanzar este objetivo. Pero las cosas sucedieron de forma muy distinta a como nosotros esperábamos. Los primeros mensajes que recibimos de Andrea parecían ser conformes a nuestras expectativas, a pesar de que en uno de ellos, en un momento en el que nos hallábamos en dificultades para recuperar su cuerpo, nos había amonestado diciendo: «Sé que todo esto es difícil y penoso. Pero pensad en lo que hemos aprendido sobre la vida y la muerte de nuestro Dios. Todo esto en comparación no es nada. Lo sé, no es un consuelo, pero las cosas grandes y bellas casi siempre son difíciles de alcanzar». En otra ocasión, ante la perspectiva de que se recuperase su cuerpo y el problema de contarlo todo, eventualmente, a la prensa, nos contestó: «La divulgación de esta maravillosa noticia es sin duda útil, pero debe hacerse al modo divino a fin de que todos los escépticos vuelvan a creer y puedan entender». Habiéndole preguntado yo que quería decir con la expresión: «al modo divino», él respondió: «No divulgarlo de modo publicitario». La búsqueda del cuerpo La búsqueda del cuerpo de Andrea, que en aquellos primeros días, como ya he dicho, constituía nuestra principal aspiración, se desarrolló de la siguiente forma: A través de las respuestas habidas por la Sra.Anita supimos que el cuerpo de Andrea se encontraba en Turín, en la zona del Parque Valentino, bajo tierra y junto al agua que corría sobre él. Mi mujer y yo decidimos entonces ir allí con la Sra.Anita. No obstante, antes de partir supimos que cuatro radioestesistas de Milán, informados de nuestro caso por una de sus amistades, habían también localizado, en el Parque Valentino de Turín, el lugar donde se encontraba el cuerpo de Andrea."

Lino Sardos Albertini




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