Claudiu Komartin

Cobalto

el sol es cobalto cuando se alza del cuerpo
y brilla
sobre los arrecifes
y mi cerebro torturado donde anidan
aves desconocidas es cobalto
la resistencia al compromiso y a la impotencia
siempre fue cobalto
y el miedo nocturno que quise
vencer como a un
terco animal
es cobalto

la mano con la que escribo sobre una pantalla
cada vez más lejana
es cobalto
y mis músculos alargados y compactos sudando
de alegría y temor frente al amor
son cobalto
y el temblor extinto y refinado que la poesía
aún despierta en mí
es cobalto
el perdón tardío de una madre es cobalto
la hoja que cae sobre la superficie del agua
donde un amigo pensó que encontraría la paz
es cobalto
la necesidad de ti fue y sigue siendo
cobalto
y la vieja inocencia de los poetas que componían
versos acariciantes que no logro
sacarme de la cabeza
es cobalto
hay mundos con cielos minúsculos y
son mundos felices
donde la memoria es esperanza
y las heridas se curan por adelantado
hay mundos en los que nadie vende a nadie
y su presentimiento
es cobalto
y cuando te vuelva a hablar de amor
no creas ni una palabra;
mis ojos de cobalto
te mostrarán
ese día
todo

Claudiu Komartin




Enséñame a escapar
Enséñame a escapar de mi cabeza
a salvar la distancia entre la cama y la ventana
en menos de una noche
de regreso, los brazos magullados,
el cerebro retorcido como un trapo,
me crecieron garras, pezuñas
enséñame a caminar de nuevo
a sostenerme sobre mis pies
sin tropezar todo el tiempo
porque las noches sienten asco
de mi amor primitivo
dime que te importo
y
enséñame a hacerme daño
sin que nadie tenga que sufrir
pégame o estréchame en tus brazos
ahora
cuando
caiga
con los puños apretados
apretados
apretados
como dos estrellas moribundas

Claudiu Komartin




Irina

Recuerdo una casa de ladrillo
y un largo sendero que conduce a un patio oscuro,
la hierba sin cortar llega en agosto hasta las
rodillas. Vuelvo a ver el cuerpo de Irina,
desplomado entre cardos, bichos, arbustos de boj –y el mundo
se detiene poco a poco,

al ritmo del vaivén de su pecho, hasta
un
abandono total. Sonríe extasiada.
Me viene a la cabeza su tobillo fino (ligeramente enrojecido
por la correa de la sandalia)
y su pantorrilla blanca, casi cantando,
la piel erizada por el viento repentino. 

Han pasado casi dos años.
Es verano otra vez, una estación estremecedora
que controla hasta el más mínimo de mis movimientos.
Su cuerpo se ha redondeado con el tiempo, lleva el pelo más largo
(eso me han dicho)
y mi furia, bueno,
mi furia se ha desvanecido, destilada por tantas cosas y tantas palabras. 

Soy un hombre educado y solitario
que cada vez más imagina
una casa de ladrillo
y un largo sendero
que conduce a un lugar oscuro y frío,
sin retorno.

Claudiu Komartin




Quiero creerte cuando dices
que vendrá alguien
con sonrisa perfecta
y gestos definitivos
un insecto con alma de enfermera
y me llevará al día de mañana
como se lleva a un caballo derribado por la tristeza
cuando cae la noche                                     al matadero

Claudiu Komartin















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