Julio César Correa Dí­az

Agua y ceniza

El silencio
esa otra forma del lenguaje
es también un diálogo
una manera de conversar
con uno mismo
y quizás con los demás 

Callar es empezar a nombrar
el mundo
que recién emerge
como hoja seca
en la ventisca de la tarde 

El silencio me nombra
y me concede un lugar en el mundo
La palabra me nombra
y desde entonces
soy el nombre y todo aquello
que se oculta y no es nombrado 

Si la palabra es ceniza
con la que se nombra el mundo
el silencio es agua
el rí­o donde el mundo
lava el rostro de todas las cosas

Julio César Correa Dí­az





Epifaní­a 

Sobre la hoja del árbol
la nube se posa como un pájaro 

No hay revelación detrás del paisaje
El silencio rebota
como insectos de luz entre los árboles 

La mirada sigue los puntos de luz
pero no puede ver
el pájaro que huye entre la sombra

El paisaje ya está en el ojo
pero la mirada sigue buscando
el árbol y la nube 

Para mirar la tarde
no bastan los ojos ni la luz
El silencio es la chispa que propicia
el fragor del poema

Julio César Correa Dí­az



Presencia

El poema es esa realidad
que surge
al unir
dos principios
la palabra y el silencio 

El aleteo de un pájaro
se interpone
y desvirtúa la realidad primera

Si no hay pájaro no hay poema
Pero el poema no es el pájaro
Es aquello
que precede la figura del pájaro

Entre la palabra y el silencio
se abre un espacio
y surge una presencia
que poco a poco
va llenando de misterio el mundo 

Llamarlo pájaro o árbol
es parte del misterio de ese mundo
Al nombrar el mundo
el misterio se diluye
pero el pájaro permanece 

El silencio entonces es el misterio
detrás de la palabra
el pájaro detrás del poema

Julio César Correa Dí­az




Retorno 

La patria es el lenguaje
que recorrimos en la infancia
Uno vuelve a su lenguaje
como volver a su propia casa
Uno vuelve
al lugar del que partió 

Inevitable el tiquete
que nos regresa a casa 

La palabra amada canta
el camino de ida
y musita el camino de vuelta 

Entre el niño que partió
y el viejo que retorna
juguetona
se interpone
la lejana cometa
             el frondoso árbol

Julio César Correa Dí­az















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