Santiago Espinosa

ALGO SOBRE LOS BEATLES

1

En el principio del amor
estuvieron los Beatles:

una mujer y un hombre
que han llegado
a la ciudad
escuchan a los Beatles
en la radio pensando
que todas sus historias
cabrían en este auto
sin pasaje de regreso,
que al otro lado
de la autopista
se encuentra
en realidad el cielo.

2                     

Los Beatles: esa modesta alegría
en lo profundo de los tristes.

Oyes su música y te dices
que arriba en algún punto
tiene que haber
un refugio
en los tejados.

Y los padres escuchan a los Beatles
y entienden en silencio el destello
de sus hijos y los hijos entienden
por los Beatles la nostalgia
de sus padres.

Aún separados y odiándose
los duendes los rodean.

3

Si el cielo es negro y vivimos a la espera
de la hora más larga. Si nadie responde
a los llamados y el mundo desvaría
sin sentido como una moneda.
Si algún día termina el amor
y pensamos que las raíces
se curvan sin propósito,
una canción de los Beatles
hablará de lo que estaba detrás.

Nacerá la alianza entre los seres
más absortos. Y esa guitarra
recordará tan suavemente
los pequeños y metálicos,
los misteriosos reinos de la luz.

4

Andaban los amigos por una carretera,
en la mitad del mundo. La ruta se extendía
entre los árboles y no había un eco
en qué apoyarse, solo el camino
entre la niebla. Pero sonaron los Beatles
en la radio y del cielo aparecieron los nevados.

Algo nos recordó en las cumbres que aquí estábamos,
que no éramos tan leves en el aire.
Y que aún quedaban millones de kilómetros
para llegar a algún lugar,
muchas canciones para volver a casa.

Santiago Espinosa




DIARIO DEL INMIGRANTE

Papá o mamá, qué extraños estos árboles nudosos al pie de la colina. Qué extrañas las casas que observan desde la altura, a la espera de un silencioso asesino.

Qué extraña la quietud de los supermercados. La sensación de que estamos un poco muertos, apartados de todo lo que fuimos.

El ruido de cervezas en los puertos. Un punto que se pierde en las montañas. O a veces sentir entre los barrios, atravesando las calles peligrosas, que hemos llegado una vez más hasta el lugar del que partimos.

Santiago Espinosa


Interior au violon 

Matisse le ha dado luces a un encierro
que no era la alegrí­a de la vida.
El negro abisal de una ventana entreabierta,
el violí­n en su estuche de oscuridad
incapaz de traducir las gradaciones del océano. 

Similar a un sueño, cuesta entender
qué es el arriba o el abajo.
El esplendor de lo sencillo
sobre una superficie en reposo
donde no llega el invierno ni la muerte. 

Por un momento podemos sentir
la vecindad de la palmera y las olas,
imaginar que el violinista
se ha ido a la playa o a morir
y en el estudio ha quedado
toda la música del mundo. 

Se necesita olvidar mucho para pintar de esta manera.
Aprender a mirar los objetos como umbrales
entre el fuego y la semilla
hasta hacer de la luz un niño que se asoma. 

Mi padre heredó esta réplica. La imagen lo acompañó
en los mejores años de la vida.
Allí­ supe que él también quiso huir, antes de nosotros,
perderse en su mar, también que quiso hacer del interior
un espacio propicio para la música.

Miro este cuadro donde un sonido deslumbrante
está a punto de abrirse. Y es otra vez el mar
el que espera por nosotros, mi padre y yo,
es otra vez la música. Como un vací­o
que aún en la huida de los cuerpos
hace que triunfe el color sobre la gravedad y los dí­as.

Santiago Espinosa



LAS HORAS MUDAS

La niebla ha comenzado
a oscurecer

han apagado las luces
de la ciudad extranjera

y ya no vemos
las montañas ni el mar.

Ha desaparecido de repente
cualquier rastro sobre la carretera.

Dice un refrán que los amantes
están solos en el mundo,

antes del viaje definitivo.

Y no sabemos con certeza
si esto que vemos
es la respuesta,

la niebla en las montañas

un carro detenido
en la mitad de la carretera,

o si cada uno de nosotros
habrá de despertar
en dos orillas opuestas

ahora y en la hora
de los vientos.

Santiago Espinosa



LOS CUERVOS Y EL SMOG

Son malos tiempos para los cuervos.
La gente los evade como intrusos
anacrónicos graznando desde los
techos con su oscuro chaquetón.

A veces se cuelan en los nidos
que no son suyos, aprovechando
la oscuridad. Y fingen los astutos
un canto andrógino y menos triste,
que responda verdaderamente
al gusto de los críticos.

La treta se descubre muy rápido:
oímos su canto sexual como dos negras
carcajadas en mitad de la noche,
algo operáticas e inoportunas.

Amanece, en las mesas de noche
comienzan a encenderse
los teléfonos
como una invocación.

Detrás de los tejados vemos
los cuervos que huyen

aparatosos,
atravesando los cielos
contaminados,

el nunca jamás,
hacia las bibliotecas
empolvadas
donde no hiere la luz,

volando con sus pesados
y oscuros chaquetones.

Santiago Espinosa


Oda a Celan

Sous le pont Mirabeau coule la Seine
Apollinaire 

Fuimos al puente Mirabeau
para pagarte una promesa.
Las horas pasaban
sobre el Sena, las vidas
cada vez más diminutas
y más rápidas. Confiados,
pensando que un suicida
escogió el lado de la Torre,
que nada termina de caer,
arrojamos al agua
una moneda.

Santiago Espinosa


















No hay comentarios: