Jaime Villarreal


Cuando toco la piel salada de la arena
me lleno de expectativas. 

Deduzco que otras vidas han pisado
este mundo antes que yo
y me siento minúsculo. 

No sé qué habrán sentido. 

Es un minuto frente al mar
o una infinidad de graves esfuerzos
los que nos remontan a repensar su presencia. 

¿Por qué habí­amos supuesto que pisar
la orilla era refutar su hipótesis?
¿Que dirigir la mano a un punto no especí­fico
era moldear su silencio de siglos atrás? 

Intento hacerlo ahora,
y lo único que atisbo
es el agua
y su hermosa
indiferencia de piedra. 

Siento que soy como el pez que ensaya
un viaje desde muy lejos y que al reiterar
su pregunta inicial,
solo encuentra islas.

 Jaime Villarreal

 

II 

De lunes a viernes
me sobran unas cuantas onzas
de responsabilidad en los huesos. 

Comprar legumbres se ha vuelto para
mí­ en una construcción
simbólica:
algo parecido al prestigio,
cierta habitación a solas. 

Encuentro que
lo que busco
no lo necesito
sino
que lo invento
dos veces,
como el hambre,
como esa necesidad
de cambiar de nombre
dependiendo del dí­a,
de los pies que me agiten. 

Oferta especial: 

los motivos que me sobran
para no levantarme cada mañana
por tu presente simple,
pero al menos tuyo.

Jaime Villarreal



III 

Al parecer, todo está listo:
la vida que dejo tendida
sobre estas sábanas de cenizas;
el tiempo desnudo, seco,
y su piel de repuesto;
los hábitos inútiles
que aparto guardados
en el cajón de la esquina
y que ahora reprocho con tanta vanidad,
los que ya desposeo. 

En mi maleta,
llevo lo indispensable:
la palabra que me da su silencio y no su grito;
el instante que me brinda su tiempo
y no el gesto infinito de su memoria. 

También conservo,
por si acaso,
una muerte segura,
que me hable de sus recuerdos más cercanos
y no deje atrás la sustentación
pausada de su derrota.

Veo un horizonte próximo. 

Me pesan los bolsillos de tanto dejar atrás
pero guardo en ellos el tedio
necesario para odiar lo siguiente. 

Seguiré siendo el mismo, lo sé,
no quiero que mis lí­mites se adeuden;
que cada palabra que camine a mi lado
se sienta traicionada por no saber
llegar y decirse. 

Esto es dejarme ir y no ir. 

Abismarme y pender de un hilo.
Volverme esa ausencia
que reconoce su brecha,
su viaje en declive.

Jaime Villarreal













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