José Luis Zerón Huguet

"La poesía vivía en mí desde que era un niño, lo que ocurre es que mi naturaleza poética, es decir, mi manera poética de ver el mundo, no la relacionaba entonces con la escritura."

José Luis Zerón Huguet



(LA MAÑANA CONSIENTE QUE MIS OJOS LA EXPLOREN...)

                         Para Luisa Pastor y Álvaro Giménez

La mañana consiente que mis ojos la exploren,
se me ofrece a la vista con un clamor de río
o un murmullo de manantial.
La mirada busca los colores del origen
en el instante en fuga
y se entrega a las brasas de una fisura.
Miro las lumbres vivas
              y mastico la luz
y toco la claridad con la pericia
de un recolector ilusionado con las dolorosas
bondades de su oficio.
La mañana desnuda su sangre
y las ofrendas estallan
              como un diente de león.
He vuelto a reconocerme en los viejos espejos
que ocultó una doliente lejanía.
He vuelto a escuchar la letanía de perfumes
en la fronda que tiembla y acoge
la orquesta de la vida.
La maravilla destella en quien se maravilla
y esconde ladina sus venenos
en el abismo del cenit.

José Luis Zerón Huguet



(LA TORMENTA IRRUMPE EN EL VALLE...)

                Para Sole Mejías y Javier Puig

La tormenta irrumpe en el valle,
nunca la habíamos visto tan vehemente, tan bárbara. 
Como un choque de carrocerías pesadas
el fragor se prolonga en el horizonte
y un negror de humareda oculta las transparencias.
La cuchilla de luz abre la corteza del espacio
y el destello del rayo
cae sobre las tierras saqueadas
que imploran el agua que escamotean las nubes.
Percibimos la herida en todos los aromas.
No hidrata la aspereza de esta agua
que violan las fuentes olvidadas,
ni da calor la fosforescencia que a latigazos hiende
la muralla de tiniebla.
Ya no hay barandas que nos protejan de los precipicios
ni caminos que no estén condenados a la claudicación.
La tormenta nos tiene atrapados;
pero llevados a su cima,
nos armamos de valor
y a contracorriente nos acercamos a los pozos
para reparar los brocales rotos.
Hemos de enjugar las lágrimas
de nuestros hijos, que gritan aterrorizados:
es nuestro deber convencerles de que la savia
es fuerte y sabe vivir contra el tiempo.

José Luis Zerón Huguet



LA VENTANA 

         Ahora que la casa está serena
          y la noche musita
          unas palabras sobre el extravío;
          ahora que el mundo está en obras
          y una raza nómada
          duerme en los escombros;
          ahora que todos ocupamos
          un espacio de indiferencia
          entre tanta deriva,
          alejo la mirada de la ciudad
          la elevo por encima
          de las torres iluminadas
          hasta encontrar los caminos
          de regreso a todo lo perdido, o quizá
          a lo que tiene que llegar.
          Mis ojos penetran en las distancias,
          en la región de las brumas y los astros gélidos.
          Es ahora mi corazón
          el que arde contra el dolor
         en que se manifiesta la vida,
         y con unas invocaciones
         logra encender las zarzas
         y llenar de temblores la muralla.
         Hiere la luz del recuerdo en que se borra
         el mundo y se vuelve a escribir. 

         Estos ojos quieren ver más allá de lo lejano,
         más allá de la última frontera.
         Estos ojos míos enfermos de naufragios
         quieren medir las sendas de la huida
         que son las del regreso.

         ¿Pero podemos medir el abismo? 

           Estos ojos vislumbran
           el amplio abanico de verdades con que puede
           airearse una mentira,
           lejos, más lejos aún,
           donde se urden las ensoñaciones.
           Pero nunca dejamos
           la casa donde descansan los nuestros,
           nunca abandonamos del todo la plenitud
           de un nuevo devenir
           por miedo a perder la milagrosa paz de los refugios. 

           Con los ojos bien abiertos
           invoco a la esperanza
           en la edad del exilio.
           Otra vez la esperanza,
           bien entrada la noche,
           la esperanza con la que ahuyento el espanto
           de un mundo amurallado contra
           el que se estrella el misterio.

           Ahora que nadie vigila
           y que la paz es mi reposo,
           desobedezco al clamor de la ciudad
           y a la farsa mansedumbre de las estrellas
           y concilio el secreto paso hacia adentro
           para seguir esperando en otra hondura.

José Luis Zerón Huguet



"Llevo más de cuarenta años escribiendo poesía y todavía me parece extraño el fenómeno poético, tanto que me cuesta autocalificarme como poeta y no son pocas las veces que siento el síndrome del impostor cuando veo mis libros publicados, asisto como poeta invitado a algún evento o aparezco en los medios de comunicación.
La poesía me cautivó cuando yo era casi un niño y le he dedicado mi vida. Me resulta extraño porque la poesía no tiene poder alguno. No puede mejorar el mundo, no cotiza en bolsa, no genera ganancias materiales. Parafraseando a Dylan Thomas, es un oficio o arte sombrío que no se paga con salarios ni admiración y exige a quien lo practica una dedicación absoluta, a veces, hay que reconocerlo, angustiante, pues como afirma Raúl Zurita «sin sufrimiento no hay arte, la herida es la fisura donde sale el poema». Y pese a todo, si dejara de vivir la poesía, si renegara de ella, sentiría que he perdido mi corazón, dejaría de habitar en mí la esperanza. Recuerdo estas palabras de Ada Salas con las que estoy completamente de acuerdo (cito de memoria): «La poesía es la forma de vida más intensa que conozco». Y yo necesito la intensidad de la poesía."

José Luis Zerón Huguet




LO QUE DICTA LA MIRADA 

El silencio se ilumine
           de la luz del todo
                                      Ana Blandiana 

El ojo horada, ahueca, penetra, rotura,
violenta los matices,
crea túneles y caminos.
Sea bosque, sea huerto,
sea páramo o rudera, no importa
que ya no haya designios para que la mirada
designe un espacio no devorable.
El ojo desgrana la totalidad de la materia
con ansia zapadora
y regala una identidad al desasimiento.
Parece arrogante el ojo en su incansable obstinación,
pero su incandescencia
corroe los cimientos de la opacidad,
inaugura guaridas,
crea vínculos entre los vivos y los muertos
y en el más acá acaricia un más allá.
El ojo se arrastra en el subsuelo, ilumina
espacios sitiados por el pavor,
siembra en la quietud semillas de vuelo
y se siente reptil y pájaro y larva, y puebla
lo desalojado y transita, altivo y amoroso,
la espesura de lo visto.
El ojo errante exalta
la pura sed de la visión,
allí donde no hay claridad abriéndole caminos
al verde que aún no es brasa encendida.

José Luis Zerón Huguet



"Soy consciente de que a lo largo de mi evolución como poeta he cometido muchos errores y algunos dislates. Sigo cometiéndolos, me temo, aunque en menor medida."

José Luis Zerón Huguet





VIDA

Para Asun Montero

¿Cómo nombrar lo que se resiste
a ser concebido con palabras
y esperar, sin embargo, en la llaga
oscura de la vastedad
la llamada de una voz ansiosa?
¿Cómo en el alboroto de la inclemencia
hacer inteligible un balbuceo?
Nada más que la imaginación y la insolencia
de unos párpados abiertos
pueden ofrecernos cobijo en el mundo
que habitamos ignorándolo.
Cualquier nombre resulta inexacto
para definir aquello que nos acaricia
mientras nos destruye.

José Luis Zerón Huguet


















No hay comentarios: