Hermosa Celia, ya ha querido el cielo		
que cesen mis tormentos desiguales,		
y que en la mar de mis penosos males		
halle puerto seguro de consuelo.		
   Si son tales los goces de este suelo,
no quiero los contentos celestiales,		
porque aun tendrán los dioses inmortales		
de mí envidia, aunque vivo en mortal suelo.		
   Todo el pasado mal es cifra y suma		
de este presente bien y de esta gloria,
en que me ha puesto amor sin merecello.		
   Plegue a los dioses, que aunque se consuma		
la vida, quede viva la memoria		
de este gozo en que amor ha echado el sello.		
Juan de Dueñas
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