Miguel Vega

"Efectivamente el contraste entre el Linares de principios del siglo XX y el de hoy es muy grande. No obstante hubo ya una época de esplendor en la Antigüedad precristiana con el asentamiento iberorromano de Cástulo, que llegó a ser la capital de la Oretania, alcanzando incluso gran importancia durante las guerras púnicas, cuando el general cartaginés Aníbal se casó con Himilce, que era una princesa de Cástulo. De ese período ya remoto se ha escrito bastante, pero siempre me había parecido que no existía demasiada literatura en torno al pasado minero, bastante más cercano a nosotros y que fue igualmente fascinante por la efervescencia cultural y económica que supuso. En aquellos inicios del siglo XX llegó a Linares gente de muy variadas procedencias y se formó un crisol riquísimo. La mayoría del capital minero era extranjero, de modo que en la ciudad había muchos viceconsulados, todos los adelantos de la época estaban presentes, el alumbrado eléctrico, los tranvías, los automóviles, etc. Existían incluso cinco o seis periódicos. Aquel fue un momento que a mí me hubiera gustado vivir. Cuando empecé a esbozar la novela a principios de los años 2000 el contraste era palpable, ya que había desparecido toda aquella riqueza industrial. Pero no fue exactamente esa razón la que me llevó a iniciar su escritura. La vivencia concreta que me dio el primer impulso fue un paseo en coche que realicé un día por lo que queda del distrito minero, que era el más grande de Europa: un importantísimo patrimonio industrial ahora en gran parte ruinoso pero todavía estéticamente muy atractivo. Por casualidad llevaba puesta en el coche una sinfonía de Mahler, y escuchándola me di cuenta de que esa música le venía perfecta a todo aquel paisaje de abandono, todo cuadraba maravillosamente. Luego comprobé que la época en que Mahler había compuesto esas sinfonías coincidía también con la época de esplendor de la minería, entre 1902 y 1904. La visión de esas ruinas y la música de Mahler sonando en mi cabeza fue el verdadero acicate inicial."

Miguel Vega



"Respecto a la autoficción, la gente confunde a veces ser escritor con contar su propia vida. Yo creo que no tiene nada que ver una cosa con la otra. Como he dicho antes, lo que tiene que hacer un escritor es inventar un mundo, un universo, introducir unos personajes allí y ver qué les pasa, crear otras vidas diferentes a la suya, con otros elementos. Para contar la propia vida ya están los diarios o los libros de memorias. La autoficción es una tendencia que me interesa poco, es una especie de híbrido que a mí no me satisface. Yo creo que lo que emociona de verdad en una novela es identificarte con los personajes y ver qué es lo que les va ocurriendo y en qué va a parar todo aquello. Eso es lo que engancha, aunque los finales abiertos puedan ser una opción legítima dentro de la trama; de hecho en mi novela el final es relativamente abierto. Y con respecto al realismo, es verdad lo que apuntas, pero creo que mi novela está también traspasada de un cierto tono lírico, a pesar de que el argumento sea más bien épico y que algunos de los ambientes, como todo lo que rodea a la minería, no parezcan especialmente amables ni poéticos."

Miguel Vega









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