Carlos de Austria

¡Oh!, rompa ya el silencio el dolor mío,
y salga deste pecho desatado;
que sufrir los rigores de callado
no cabe en lo que siento, aunque porfío.

   De obedecerte, Anarda, desconfío,
ni quieres que sea tuyo mi cuidado,
ni nada que me pueda haber matado,
ni dejas que yo tenga mi albedrío.

   Mas ya tanto la pena me maltrata,
que vence al sufrimiento; ya no espero
vivir alegre; el llanto se desata,

   y otra vez de la vida desespero;
pues si me quejo, tu rigor me mata,
y si callo mi mal, dos veces muero.

Carlos de Austria

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