A la muerte del capitán Esquerra de Rozas
   Al puerto de la vida (que es la muerte),		
llegaste, ¡oh, dulce hermano! En Cartagena,		
donde tu embarcación el cielo ordena		
a mejor patria, a más felice suerte.		
   Pasaste aquel estrecho, a todos fuerte,
desembarcando en la inmortal arena,		
donde pagado el flete, breve pena		
en gozo perdurable se convierte.		
   Dichoso tú que libre ya y seguro		
del último naufragio, alegre gozas
en un inmenso mar, inmenso puerto.		
   Triste de mí que en este golfo escuro,		
mientras en ese tú, la edad remozas,		
navego del suceso siempre incierto.
Fray Jerónimo de San José
A nuestra madre Santa Teresa
   A sus hijuelos a volar provoca		
el águila real, y al sol los lleva;		
de la fineza de sus ojos prueba		
mientras el rayo de su luz los toca.		
   Ella después, bajando, en una roca,
para aguzarlo, el corvo pico ceba,		
y en una fuente toda se renueva		
prolongando la edad que el tiempo apoca.		
   Así la caudal águila, Teresa,		
aprueba la fineza de sus hijos
en la contemplación del sol que adora.		
   Y, ella en la piedra, Cristo, haciendo presa,		
emplea el pico, en quien los ojos fijos,		
bañándose en sus llagas se mejora.		
Fray Jerónimo de San José
El ruiseñor y la rosa
   Aquélla, la más dulce de las aves,		
y ésta, la más hermosa de las flores,		
esparcían blandísimos amores		
en cánticos y nácares süaves.		
   Cuando suspensa, entre cuidados graves,
un alma, que atendía a sus primores,		
arrebatada a objetos superiores,		
les entregó del corazón las llaves.		
   «Si aquí -dijo- en el yermo de esta vida		
tanto una rosa, un ruiseñor eleva
(¡tan grande es su belleza y su dulzura!),		
   ¿cuál será la floreta prometida?		
¡Oh dulce melodía siempre nueva!		
¡Oh siempre floridísima hermosura!»
Fray Jerónimo de San José
Invocación al sueño
   Imagen de la vida y de la muerte		
(que vida y muerte son un breve sueño),		
treguas de paz al riguroso ceño		
de la más infeliz y dura suerte.		
   Pues en ti su rigor el arco fuerte
afloja, y calma el combatido leño,		
recíbeme en tu paz, en cuyo empeño		
mi guerra entrego, hasta que en paz despierte.		
   Ya que otro bien no ofreces, sueño amigo,		
sino privar del mal, y eres figura
del no ser (privación del todo extrema),		
   no me niegues el seno de tu abrigo,		
donde hallando su fin mi desventura,		
n más miseria, ni mayor, la tema.
Fray Jerónimo de San José
Soneto
   Al trasmontar del sol, su luz dorada,		
cogió de unos fantásticos bosquejos		
la tabla, y al matiz de sus reflejos,		
dejóla de colores variada.		
   Aquí sobre morado cairelada
arden las fimbras de oro en varios lejos,		
acullá reverbera en sus espejos		
la nube de los rayos retocada;		
   suben por otra parte, en penachera		
de oro, verde y azul, volantes puros,
tornasolando visos y arreboles;		
   mas, ¡oh breve y fantástica quimera!,		
pónese el sol, y quedan luego oscuros		
los vaporcillos, que eran otros soles.
Fray Jerónimo de San José
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