- I -
Los lazos de oro fino y red de amores
contempla un pastorcillo arrodillado;
y así, como a la luz los ha sacado,
al sol acrecentó sus resplandores.
Al campo le vistió de nuevas flores,
al aire le tornó dulce y templado,
al río dio un rocío aljoforado,
el cielo matizado de colores.
Pusiera este pastor de bien andante,
a todos los nacidos dar consuelo,
teniendo su tesoro allí delante.
Mas Júpiter, de envidia, bajó al suelo,
y robóle su vista al firme amante,
diciendo: «Estas reliquias son del cielo.»
- II -
Mil veces digo, entre los brazos puesto
de Galatea, que es más que el sol hermosa;
luego ella en dulce vista desdeñosa,
me dice: «Tirse mío, no digas esto.»
Yo le quiero jurar, y ella de presto,
toda encendida en un color de rosa,
con un beso me impide, y presurosa
busca tapar mi boca con su gesto.
Hágole blanda fuerza por soltarme,
y ella me aprieta más, y dice luego:
«No lo jures, mi bien; que yo te creo.»
Con esto de tal fuerza a encadenarme
viene, que amor, presente al dulce juego,
hace que cumpla en todo su deseo.
Jerónimo de Herrera
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