Soneto
Cansado de sufrir mi sufrimiento,
muerta de sus desdenes mi esperanza,
cierto de que en mi mal no habrá mudanza,
y ronco de esparcir quejas al viento.
Llamé la muerte, de morir contento,
si tanto bien un desdichado alcanza,
que aun de morir no tiene confianza,
sólo por ser alivio a su tormento.
Mas de mi triste estado condolida,
llegó la muerte, y yo llegué a la muerte,
y estorbómela el gusto de morirme;
porque con este sustenté la vida.
¡Oh nunca y vista desdichada suerte,
que lo que quiero venga yo a impedirme!
Juan Bautista de Mesa
Soneto
Dormía en un prado mi pastora hermosa,
y en torno de ella erraba entre la flores
de una en otra usurpando los licores,
una abejuela, más que yo dichosa,
que vio los labios donde amor reposa,
y a quien el alba envidia los colores,
y al vuelo refrenando los errores,
engañada, los muerde como a rosa.
¡Oh, venturoso error, discreto engaño!
¡Oh, temeraria abeja, pues tocaste
donde aun imaginarlo no me atrevo!
Si has sentido de envidia el triste daño,
parte conmigo el néctar que robaste;
te deberé lo que al amor no debo.
Juan Bautista de Mesa
Soneto
Si mostrándose Roma agradecida
a quien un ciudadano libertase
cuando con el morir le amenazase
su enemigo, ya dueño de su vida,
quiso, para que fuese conocida
hazaña tan honrosa y se imitase,
que corona sus sienes adornase
(honra a que fue muy grande, bien debida);
España, si cual debes lo agradeces,
a quien te libra tantos ciudadanos
(que con su muerte amenazó el olvido),
¿cómo tantas coronas no le ofreces,
haciéndole con nombre soberanos,
en cuanto el sol alumbra, conocido?
Juan Bautista de Mesa
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