Henry Miller



Vivo en la Villa Borghese. No hay ni pizca de suciedad en ningún sitio, ni una silla fuera de su lugar. Aquí estamos todos solos y estamos muertos…

Henry Miller
Trópico de Cáncer, página 2


Boris acaba de ofrecerme un resumen de sus opiniones. Es un profeta del tiempo. Dice que continuará el mal tiempo. Habrá más calamidades, más muertes, más desesperación. Ni el menor indicio de cambio por ningún lado. El cáncer del tiempo nos está devorando. Nuestros héroes se han matado o están matándose. Así que el héroe no es el Tiempo, sino la Intemporalidad. Debemos marcar el paso, en filas cerradas, hacia la prisión de la muerte. No hay escapatoria. El tiempo no va a cambiar.

Henry Miller
Trópico de Cáncer, página 2


Ya no hay más libros que escribir, gracias a Dios.

Henry Miller
Trópico de Cáncer, página 2


Tenía la boca alemana, las orejas francesas, el culo ruso. El coño internacional.

Henry Miller
Trópico de Cáncer, página 8


Lleva tanto tiempo fermentando, que ahora es amorfo.

Henry Miller
Trópico de Cáncer, página 8


Hay personas que no pueden resistir el deseo de meterse en una jaula con fieras y dejarse despedazar.

Henry Miller
Trópico de Cáncer, página 9


Las personas son como los piojos: se te meten bajo la piel y se entierran en ella. Te rascas y te rascas hasta hacerte sangre, pero no puedes despiojarte permanentemente. Dondequiera que voy las personas están echando a perder sus vidas. Cada cual tiene su tragedia privada. La lleva ya en la sangre: infortunio, hastío, aflicción, suicidio. La atmósfera está saturada de desastre, frustración, futilidad. Rascarse y rascarse... hasta que no quede piel. No obstante, el efecto que me produce es estimulante. En lugar de desanimarme, o deprimirme, disfruto. Pido a gritos cada vez más desastres, calamidades mayores, fracasos más rotundos. Quiero que el mundo entero se descentre, que todo el mundo se rasque hasta morir.

Henry Miller
Trópico de Cáncer, página 12


Como digo, el día ha empezado magníficamente. Hasta esta mañana no he vuelto a tener conciencia de este París físico que hace semanas no advertía. Quizá sea porque el libro ha empezado a crecer dentro de mí. Lo llevo conmigo por todas partes. Camino por las calles con este hijo en mis entrañas y los polis me acompañan para cruzar la calle. Las mujeres se levantan para ofrecerme sus asientos. Ya nadie me empuja con rudeza. Estoy encinta. Ando como un pato, con mi enorme vientre apretado contra el peso del mundo.

Henry Miller
Trópico de Cáncer, página 24


Todos los que tengan algo que decir lo dirán aquí...

Henry Miller
Trópico de Cáncer, página 25


Ahora vamos a disponer de un recipiente en que verter el fluido vital, una bomba que, cuando la arrojemos, hará estallar el mundo. Vamos a poner en él material suficiente para ofrecer a los escritores del mañana sus argumentos, sus dramas, sus poemas, sus mitos, sus ciencias. El mundo va a poder alimentarse con él durante miles de años. Es colosal por su pretenciosidad. Sólo de pensarlo, me siento casi aniquilado.

Henry Miller
Trópico de Cáncer, página 25


No necesitamos genio... el genio ha muerto. Necesitamos manos fuertes, para los espíritus que deseen entregar el alma y encarnarse...

Henry Miller
Trópico de Cáncer, página 26


En caso de que se presenten nuevos problemas, puedo llevarlos en mi mochila, junto con mi ropa sucia.

Henry Miller
Trópico de Cáncer, página 26



No es la casualidad lo que impulsa a gente como nosotros hasta París. París es simplemente un escenario artificial, un escenario giratorio que permite al espectador contemplar todas las fases del conflicto. Por sí mismo, París no inicia dramas. Comienzan en otro lugar. París es simplemente un instrumento obstétrico que arranca el embrión vivo de la matriz y lo coloca en la incubadora. París es la cuna de los nacimientos artificiales. Cada cual, meciéndose aquí en la cuna, vuelve a su tierra: sueña uno que vuelve a Berlín, Nueva York, Chicago, Viena, Minsk. Viena nunca es más Viena que en París. Todo se alza hasta la apoteosis. La cuna entrega sus niños y otros ocupan sus lugares. Aquí se puede leer en las paredes dónde vivieron Zola y Balzac y Dante y Strindberg y todos los que alguna vez fueron algo. Todo el mundo ha vivido aquí en un momento o en otro. Nadie muere aquí...

Henry Miller
Trópico de Cáncer, página 27


NotreDame se alza como una tumba sobre el agua. Las gárgolas sobresalen mucho sobre la fachada de encaje. Cuelgan ahí como una idée fixe en la mente de un monomaniaco.

Henry Miller
Trópico de Cáncer, página 36

En tanto que Claude... bueno, con Claude siempre había cierta delicadeza, hasta cuando se metía bajo las sábanas contigo. Y su delicadeza ofendía. ¿Quién va a querer una puta delicada? Claude te pedía incluso que volvieses la cara, cuando se ponía en cuclillas sobre el bidet. ¡Todo mal! Cuando un hombre está ardiendo de pasión, quiere ver las cosas; quiere verlo todo, verlas orinar incluso. Y, aunque es magnífico saber que una mujer tiene inteligencia, la literatura procedente del frío cadáver de una puta es lo último que se debe servir en la cama. Germaine estaba en lo cierto: era ignorante y sensual, se entregaba al trabajo con todo su corazón y con toda su alma. Era una puta de los pies a la cabeza... ¡Y ésa era su virtud!

Henry Miller
Trópico de Cáncer, página 44

«¡Odio París!», gime. «Todos esos estúpidos que se pasan el día jugando a las cartas... ¡míralos! ¡Y escribir! ¿De qué sirve poner una palabra tras otra? Puedo ser un escritor sin escribir, ¿no es cierto? ¿Qué demuestra el hecho de que escriba un libro? Y, en cualquier caso, ¿para qué queremos los libros? Ya existen demasiados libros...»

Henry Miller
Trópico de Cáncer, página 46

El universo ha empequeñecido; sólo tiene una manzana de largo y no hay estrellas ni árboles ni ríos. La gente que vive aquí está muerta, hace sillas en las que otra gente se sienta en sueños. En el medio de la calle hay una rueda y en el cubo de la rueda se alza una horca. Gente ya muerta intenta desesperadamente subir a la horca, pero la rueda gira demasiado de prisa...

Henry Miller
Trópico de Cáncer, página 56



Un conocido, místico él, pregunta por el estado de mi alma; otro, más práctico, por el estado de mis finanzas.

Henry Miller
Trópico de Cáncer, página 60


» Soy un hombre libre... y necesito mi libertad. Necesito estar solo. Necesito meditar sobre mi vergüenza y mi desesperación en soledad; necesito el sol y los adoquines de las calles sin compañía, sin conversación, cara a cara conmigo mismo, con la compañía exclusiva de la música de mi corazón. ¿Qué queréis de mí? Cuando tengo algo que decir, lo publico. Cuando tengo algo que dar, lo doy. ¡Vuestra inquisitiva curiosidad me revuelve el estómago! ¡Vuestros cumplidos me humillan! ¡Vuestro té me envenena! No debo nade a nadie. Sólo sería responsable ante Dios... ¡si existiera!» Me parece que a Papini se le escapa algo por un pelo, cuando habla de la necesidad de estar solo. No es difícil estar solo, si eres pobre y fracasado. Un artista siempre está solo... si es un artista. No, lo que el artista necesita es solitud.

Henry Miller
Trópico de Cáncer, página 60


Y Dios sabe que, cuando la primavera se acerca a París, el más humilde de los mortales ha de sentir que vive en el paraíso.

Henry Miller
Trópico de Cáncer, página 62


El arte consiste en llegar hasta las últimas consecuencias.

Henry Miller
Trópico de Cáncer, página 70



El enemigo de la India no es Inglaterra, sino América. El enemigo de la India es el espíritu del tiempo, la manecilla que no se puede volver hacia atrás. Nada podrá contrapesar ese virus que está envenenando el mundo entero. América es la encarnación misma de la perdición. Va a arrastrar al mundo entero hasta el abismo sin fondo.

Henry Miller
Trópico de Cáncer, página 86


He encontrado a Dios, pero no es suficiente.

Henry Miller
Trópico de Cáncer, página 90


Es mejor morir de una buena enfermedad de ésas que ir dejándote la vida en un periódico con almorranas en el culo y los botones cayéndosete de los pantalones.

Henry Miller
Trópico de Cáncer, página 105


Hay personas en este mundo cuya figura es tan grotesca, que hasta la muerte las vuelve ridículas. Y cuanto más horrible es su muerte, más ridículas parecen.

Henry Miller
Trópico de Cáncer, página 125



Algunos de nosotros no vivimos en el momento presente: vivimos un poco adelantados o un poco atrasados.

Henry Miller
Trópico de Cáncer, página 130



Me ponen el mundo ante las narices y lo único que me piden es puntuar las calamidades. No hay nada que no toquen esos listillos del piso de arriba: no hay alegría ni desgracia que pase desapercibida. Viven entre los hechos crueles de la vida, la realidad, como se suele decir. Es la realidad de una ciénaga y ellos son sapos que no tienen mejor cosa que hacer que croar. Cuanto más croan, más real se vuelve la vida. Abogado, sacerdote, doctor, político, periodista: ésos son los charlatanes que ponen los dedos en el pulso del mundo. Una atmósfera de calamidad constante. Es maravilloso. Es como si el barómetro nunca cambiara, como si la bandera ondease siempre a media asta. Ahora se puede comprender cómo se apodera de la conciencia de los hombres la idea del cielo, cómo gana terreno incluso después de que hayan derribado todos los puntales en que se sostiene. Tiene que haber otro mundo además de esta ciénaga en que se arroja todo desordenadamente. Resulta difícil imaginar cómo puede ser, ese cielo con que sueñan los hombres. Un cielo de sapos, indudablemente. Miasma, basura, nenúfares, agua estancada. Estar sentado en una hoja de nenúfar sin que te molesten y croar todo el día. Algo así, me imagino.

Henry Miller
Trópico de Cáncer, página 133

La mayor calamidad para un corrector de pruebas es la amenaza de perder su trabajo. Cuando nos juntamos en el descanso, la pregunta que hace que un escalofrío nos recorra la espina dorsal es: ¿qué harás, si pierdes tu trabajo? Para el caballerizo, cuyo deber es barrer el estiércol, el terror supremo es la posibilidad de un mundo sin caballos. Decirle que es repugnante pasar la vida amontonando con pala cagarrutas calientes constituye una imbecilidad. A un hombre puede llegar a gustarle la mierda, si su sustento depende de ella, si su felicidad está comprometida.

Henry Miller
Trópico de Cáncer, página 134


Que es lo que intento meter en la cabeza a Carl y a Van Norden todas las noches. Un mundo sin esperanza, pero nada de desesperarse.

Henry Miller
Trópico de Cáncer, página 138



Todo lo que pertenece al pasado parece haber caído al mar; tengo recuerdos, pero las imágenes han perdido su intensidad, parecen inanimadas e inconexas, como momias roídas por el tiempo y metidas en un lodazal.

Henry Miller
Trópico de Cáncer, página 139


Nunca he visto un lugar como París en lo que a variedad de viandas sexuales se refiere. En cuanto una mujer pierde un diente o un ojo o una pierna, se hace de la vida. En América se moriría de hambre, si no tuviera otra cosa que ofrecer que una mutilación. Aquí es diferente. La falta de un diente o la nariz consumida o la matriz caída, cualquier desgracia que agrave la fealdad natural de la mujer, parece estar considerada como un atractivo suplementario, un estimulante para el apetito ahíto del hombre. Naturalmente, hablo de ese mundo que es característico de las grandes ciudades, el mundo de hombres y mujeres cuya última gota de jugo ha exprimido la máquina: los mártires del progreso moderno. A esa masa de huesos y de botones de cuello es a la que al pintor le resulta tan difícil dar vida.

Henry Miller
Trópico de Cáncer, página 148


Sólo quienes pueden admitir la luz en sus entrañas pueden expresar lo que hay en el corazón.

Henry Miller
Trópico de Cáncer, página 149


El mundo cada vez se parece más a un sueño de entomólogo. La tierra se está saliendo de su órbita, el eje se ha desplazado; la nieve desciende desde el norte en enormes ráfagas de azul acerado. Se nos viene encima una nueva era glacial, las suturas transversas se están cerrando y por toda la zona del maíz el mundo fetal se muere, y se convierte en mastoides inerte. Los deltas se secan centímetro a centímetro y los lechos de los ríos están lisos como cristales. Amanece un nuevo día, un día metalúrgico, en que la tierra va a resonar con chaparrones de mineral amarillo brillante. A medida que desciende el termómetro, la forma del mundo se va desdibujando; todavía hay osmosis, y aquí y allá articulación, pero en la periferia las venas están todas varicosas, en la periferia las ondas de luz se arquean y el sol sangra como un recto roto.

Henry Miller
Trópico de Cáncer, página 150


El empapelado con que los hombres de ciencia han cubierto el mundo de la realidad se cae a jirones. La gran casa de putas en que han convertido la vida no requiere decoración; lo único esencial es que los desagües funcionen adecuadamente. La belleza, esa belleza felina que nos tiene cogidos por los cojones en América, se ha acabado. Para sondear la nueva realidad primero es necesario desmantelar los desagües, hay que abrir los conductos gangrenados que componen el sistema genitourinario que proporciona las excreciones del arte. El olor del día es el de permanganato y formaldehído. Los desagües están atascados con embriones estrangulados.

Henry Miller
Trópico de Cáncer, página 151


Requiere más concentración detectar la falta de una coma que compendiar la filosofía de Nietzsche.

Henry Miller
Trópico de Cáncer, página 160


Las calles eran mi refugio. Y nadie puede entender el encanto de las calles hasta que no se ve obligado a refugiarse en ellas, hasta que no se ha convertido en una paja arrastrada de aquí para allá por cualquier céfiro que sople.

Henry Miller
Trópico de Cáncer, página 166



Mi mundo de seres humanos había perecido; estaba completamente solo y por amigos tenía a las calles, y las calles me hablaban en ese lenguaje triste y amargo compuesto de miseria humana, anhelo, pesadumbre, fracaso, esfuerzos inútiles…
… tenía la misma sonrisa triste e inescrutable en la cara, esa expresión de última hora con la que se pretende comunicar tantas cosas, pero que es sólo una máscara desfigurada por una sonrisa vacía…
… esa máscara que he colocado sobre mi pena.

Henry Miller
Trópico de Cáncer, página 168


… el mundo nunca deja morir de hambre a una mujer guapa.

Henry Miller
Trópico de Cáncer, página 171



Hay personas en este mundo para las que la palabra «esotérico» parece un licor divino.

Henry Miller
Trópico de Cáncer, página 173


Es mejor conservar a América así, siempre como telón de fondo, una especie de tarjeta postal que contemplamos en momentos de debilidad. De ese modo, te imaginas que siempre está ahí esperándote, inmutable, intacta, un gran espacio patriótico y abierto con vacas y ovejas y hombres compasivos dispuestos a dar por culo a todo lo que haya a la vista, hombre, mujer o animal. América no existe. Es el nombre que se da a una idea abstracta...

Henry Miller
Trópico de Cáncer, página 189


París es como una puta. Desde lejos parece cautivadora, no puedes esperar hasta tenerla en los brazos. Y cinco minutos después te sientes vacío, asqueado de ti mismo. Te sientes burlado.

Henry Miller
Trópico de Cáncer, página 190


En Whitman cobra vida todo el escenario americano, su pasado y su futuro, su nacimiento y su muerte. Todo lo que de valor hay en América, Whitman lo ha expresado, y no hay nada más que decir. El futuro es de la máquina, de los robots. Fue el Poeta del Cuerpo y del Alma, Whitman. El primer poeta y el último. Es casi indescifrable hoy, un monumento cubierto de jeroglíficos primitivos para los que no hay explicación. Parece casi extraño mencionar su nombre aquí. No hay equivalente en las lenguas de Europa del espíritu que él inmortalizó. Europa está saturada de arte y su suelo está lleno de huesos muertos y sus museos rebosan de tesoros saqueados, pero lo que Europa no ha tenido nunca es un espíritu libre, sano, lo que podríamos llamar un HOMBRE. Goethe fue lo más aproximado, pero Goethe fue un presuntuoso, en comparación. Goethe fue un ciudadano respetable, un pedante, un pelmazo, un espíritu universal, pero estampado con la marca de fábrica alemana, con el águila bicéfala. La serenidad de Goethe, su actitud tranquila, olímpica, no es sino el somnoliento letargo de una deidad burguesa alemana. Goethe es el fin de algo, Whitman es un comienzo.

Henry Miller
Trópico de Cáncer, página 217


Abro el libro —el libro que Nietzsche consideraba «el mejor libro alemán que existe» (se refiere al libro de J. P. Eckermann. Conversaciones con Goethe) — y leo: «LOS HOMBRES LLLEGARÁN A SER MÁS INTELIGENTES Y MÁS AGUDOS, PERO NO MEJORES, NI MAS FELICES, NI MÁS FUERTES EN LA ACCIÓN... O, POR LO MENOS, SÓLO EN CIERTAS ÉPOCAS. PREVEO EL MOMENTO EN QUE DIOS DEJARÁ DE RECIBIR GOZO DE ELLOS Y DESTRUIRÁ TODO CON VISTAS A UNA NUEVA CREACIÓN. ESTOY SEGURO DE QUE TODO ESTÁ PLANEADO PARA ESE FIN, Y DE QUE EL TIEMPO Y LA HORA EN EL FUTURO LEJANO PARA EL ADVENIMIENTO DE ESA ÉPOCA RENOVADORA YA ESTÁN FIJADOS. PERO PRIMERO TRANSCURRIRÁ MUCHO TIEMPO, Y TODAVÍA PODEMOS DIVERTIRNOS DURANTE MILES Y MILES DE AÑOS SOBRE ESTA VIEJA Y QUERIDA SUPERFICIE.»

Henry Miller
Trópico de Cáncer, página 222


¿Son hombres y mujeres, me pregunto, o son sombras, sombras de marionetas pendientes de cuerdas invisibles? Aparentemente, se mueven en libertad, pero no tienen dónde ir. Sólo en un ámbito son libres y en él pueden errar a voluntad: pero todavía no han aprendido a alzar el vuelo. Hasta ahora no ha habido sueños que hayan alzado el vuelo. ¡Ni un solo hombre ha nacido lo bastante ligero, lo bastante alegre, como para dejar la tierra!

Henry Miller
Trópico de Cáncer, página 223


Cuando me asomo a ese coño exhausto de una puta, siento el mundo entero debajo de mí, un mundo que se tambalea y se desmorona, un mundo usado y pulido como el cráneo de un leproso. Si hubiera un hombre que se atreviese a decir todo lo que pensaba de este mundo, no le quedaría ni un metro cuadrado de suelo en que plantar los pies. Cuando aparece un hombre, el mundo cae sobre él y le rompe la espalda. Siempre quedan en pie demasiados pilares podridos, demasiada humanidad infecta como para que el hombre florezca. La superestructura es una mentira y el fundamento un inmenso miedo trémulo. Si a intervalos de siglos aparece efectivamente un hombre con expresión desesperada y ávida en los ojos, un hombre que pondría el mundo patas arriba para crear una nueva raza, el amor que trae al mundo se convierte en cólera y él se vuelve un azote. Si de vez en cuando encontramos páginas que explotan, páginas que hieren y estigmatizan, que arrancan gemidos y lágrimas y maldiciones, sabed que proceden de un hombre arrinconado, un hombre al que las únicas defensas que le quedan son sus palabras y sus palabras son siempre más resistentes que el peso yacente y aplastante del mundo, más resistentes que todos los potros y ruedas de tormento que los cobardes inventan para machacar el milagro de la personalidad. Si algún hombre se atreviera alguna vez a expresar todo lo que lleva en el corazón, a consignar lo que es realmente experiencia, lo que es verdaderamente su verdad, creo que entonces el mundo se haría añicos, que volaría en pedazos, y ningún dios, ningún accidente, ninguna voluntad podría volver a juntar los trozos, los átomos, los elementos indestructibles que han intervenido en la construcción del mundo.

Henry Miller
Trópico de Cáncer, página 225

En los cuatrocientos años transcurridos desde que apareció la última alma devoradora, el último hombre que conoció el significado del éxtasis, ha habido una decadencia constante, en el pensamiento, en la acción. El mundo está acabado: no queda ni un pedo seco. ¿Quién que tenga ojos desesperados y ávidos puede sentir el menor respeto hacia estos gobiernos, leyes, códigos, principios, ideales, ideas, totems y tabúes existentes?

Henry Miller
Trópico de Cáncer, página 226


La tierra no es una meseta árida de salud y comodidad, sino una gran hembra tumbada con torso de terciopelo que se hincha y se eleva con las olas del océano; se retuerce bajo una diadema de sudor y angustia. Desnuda y sexuada, se balancea entre las nubes a la luz violeta de las estrellas. Toda ella, desde sus generosos senos hasta sus centelleantes muslos, arde con pasión furiosa. Se mueve entre las estaciones y los años con gran alboroto que se apodera del torso con furia paroxística, que sacude las telarañas del cielo; se hunde en sus órbitas pivotantes con temblores volcánicos. A veces es como una cierva, una cierva que ha caído en una trampa y que espera con el corazón palpitante que estallen los címbalos y ladren los perros. Amor y odio, desesperación, piedad, rabia, hastío: ¿qué son entre las fornicaciones de los planetas? ¿Qué es la guerra, la enfermedad, la crueldad, el terror, cuando la noche presenta el éxtasis de las miríadas de soles resplandecientes? ¿Qué es esta paja que masticamos en nuestro sueño, sino la reminiscencia de espirales de colmillos y de constelaciones de estrellas?

Henry Miller
Trópico de Cáncer, página 227



Soy uno que se perdió entre la multitud, a quien las luces chisporroteantes aturdieron, un cero a la izquierda que vio todo lo que le rodeaba reducido a objeto de burla.

Henry Miller
Trópico de Cáncer, página 228


A través de la noche infinita, la tierra gira hacia una creación desconocida...

Henry Miller
Trópico de Cáncer, página 229


En un tiempo pensaba que ser humano era el objetivo más alto que podía tener un hombre, pero ahora veo que estaba destinado a destruirme. Hoy me siento orgulloso al decir que soy inhumano, que no pertenezco a los hombres ni a los gobiernos, que no tengo nada que ver con credos ni principios. No tengo nada que ver con la maquinaria crujiente de la humanidad: ¡pertenezco a la tierra!

Henry Miller
Trópico de Cáncer, página 231


¡Soy inhumano! Lo digo con una sonrisa demente, alucinada, y seguiré diciéndolo, aunque lluevan cocodrilos.

Henry Miller
Trópico de Cáncer, página 231


Codo a codo con la raza humana corre otra raza de seres, los inhumanos, la raza de los artistas que, estimulados por impulsos desconocidos, toman la masa inerte de la humanidad y, mediante la fiebre y el fermento de que la imbuyen, convierten esa pasta húmeda en pan y el pan en vino y el vino en canción. Con el abono muerto y la escoria inerte producen una canción que se contagia. Veo esa otra raza de individuos saqueando el universo, dejando todo patas arriba, con las manos siempre vacías, siempre tratando de agarrar y asir el más allá, el dios inalcanzable: matando todo lo que está a su alcance para calmar al monstruo que les roe las entrañas. Lo veo cuando se arrancan el cabello en su esfuerzo por comprender, por aprehender lo que es eternamente inalcanzable, lo veo cuando braman como bestias enloquecidas y se precipitan dando cornadas, veo que está bien y que no hay otro camino. Un hombre que pertenezca a esa raza ha de subir al lugar más alto y arrancarse las entrañas, mientras pronuncia palabras incoherentes. ¡Está bien y es justo, porque debe hacerlo! Y todo lo que se quede corto con respecto a ese espectáculo espantoso, todo lo que sea menos escalofriante, menos aterrador, menos demencial, menos embriagado, menos contagioso, no es arte. El resto es falso. El resto es humano. El resto corresponde a la vida y a la ausencia de vida.

Henry Miller
Trópico de Cáncer, página 231


Es una lástima que no vayamos a tener otra vez la oportunidad de ver a un hombre colocado en el centro mismo del misterio e iluminando para nosotros, con sus relámpagos, la profundidad e inmensidad de las tinieblas.

Henry Miller
Trópico de Cáncer, página 232


Stavrogin era Dostoyevski y Dostoyevski era la suma de todas esas contradicciones que o bien paralizan a un hombre o bien le conducen a las alturas. Para él no había mundo demasiado bajo como para que no pudiera entrar en él ni lugar tan alto como para que temiese subir a él. Recorrió toda la escala, desde el abismo hasta las estrellas. Es una lástima que no vayamos a tener otra vez la oportunidad de ver a un hombre colocado en el centro mismo del misterio e iluminando para nosotros, con sus relámpagos, la profundidad e inmensidad de las tinieblas.

Henry Miller
Trópico de Cáncer, página 232

Si soy inhumano es porque mi mundo ha sobrepasado sus límites humanos, porque ser humano parece algo pobre, lastimoso, miserable, limitado por los sentidos, restringido por preceptos morales y códigos, definido por trivialidades e ismos. Estoy echándome el jugo de la uva por el gaznate y descubro la sabiduría en él, pero mi sabiduría no procede de la uva, mi embriaguez no debe nada al vino...

Henry Miller
Trópico de Cáncer, página 233


Creo que hoy más que nunca hay que procurar conseguir un libro aunque sólo tenga una gran página: hemos de buscar fragmentos, astillas, uñas de los pies, cualquier cosa que tenga mineral dentro, cualquier cosa capaz de resucitar el cuerpo y el alma.

Henry Miller
Trópico de Cáncer, página 234


«Amo todo lo que fluye», dijo el gran Milton

Henry Miller
Trópico de Cáncer, página 236


No había música, salvo ese indefinible canto fúnebre producido en el sótano: como un millón de coliflores gimiendo en las tinieblas.

Henry Miller
Trópico de Cáncer, página 236


En la calle te encuentras todas las formas de la demencia.

Henry Miller
Trópico de Cáncer, página 236


La tierra está reseca y agrietada. Hombres y mujeres acuden juntos como nidadas de buitres sobre una carroña hedionda, para aparearse y después volver a separarse volando. Buitres que descienden de las nubes como piedras pesadas. Garras y pico, ¡eso es lo que somos! Un enorme aparato intestinal con una nariz para olfatear carne muerta. ¡Adelante! Adelante sin piedad, sin compasión, sin amor, sin indulgencia. ¡No pidáis cuartel ni lo deis! ¡Más acorazados, más gas venenoso, más explosivos instantáneos! ¡Más gonococos! ¡Más estreptococos! ¡Más bombarderos! ¡Más y más... hasta que la puta maquinaria vuele en pedazos, y la tierra con ella!

Henry Miller
Trópico de Cáncer, página 242


¡El saber, una panera vacía!

Henry Miller
Trópico de Cáncer, página 249


Estoy aquí para crear fiebre y fermento.

Henry Miller
Trópico de Cáncer, página 250


En la depresión de los cerros de blancas cimas, dormita la lívida e invertebrada Dijon.

Henry Miller
Trópico de Cáncer, página 256



Paso revista en un instante a las mujeres que he conocido. Es como una cadena que he forjado con mi propia desdicha. Cada una atada a la otra. Un miedo a vivir separado, a salir del útero. La puerta de la matriz nunca con el cerrojo echado. Espanto y añoranza. En lo más profundo de la sangre, la atracción del paraíso. El más allá. Siempre el más allá. Todo debió de empezar con el ombligo. Cortan el cordón umbilical, te dan un azote en el culo, y ¡hala!, ya estás en el mundo, a la deriva, un barco sin timón. Miras a las estrellas y después te miras el ombligo. Te salen ojos por todas partes: en los sobacos, entre los labios, en las raíces del pelo, en las plantas de los pies. Lo distante se vuelve cercano, lo cercano se vuelve distante. Dentro-fuera, un flujo constante, un cambio de piel, lo de dentro afuera. Vas a la deriva así durante años y años, hasta que te encuentras en el centro inerte, y allí te pudres lentamente, te desintegras lentamente, te dispersas otra vez. Sólo queda tu nombre.

Henry Miller
Trópico de Cáncer, página 261


Dentro de mí todo era como terciopelo exactamente. Corteza de terciopelo y vértebras de terciopelo.

Henry Miller
Trópico de Cáncer, página 289


Los seres humanos constituyen una fauna y flora extrañas. De lejos parecen insignificantes; de cerca parecen feos y maliciosos. Más que nada necesitan estar rodeados de suficiente espacio: de espacio más que de tiempo.

Henry Miller
Trópico de Cáncer, página 290










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