Paulo Gonzálvez de Andrade

Madrigal

Al clavel de tu boca, o Clori hermosa,
corre precipitada
el alma de tu boca enamorada;
llega, abrásase, y luego
lo que piensa el clavel, conoce el fuego,
y en tanto bien dudosa,
abeja vuela, y muere mariposa.

Paulo Gonzálvez de Andrade




Música y hermosura

Bien parece tu voz sonora y pura,
por bocas de claveles despedida,
corriente, que del Cielo procedida,
se desata en armónica dulzura.

Ondas de voz y rayos de hermosura,
dulcísimos peligros de la vida,
dos glorias son, adonde dividida
la noticia del Cielo se asegura.

Miro el cielo, oigo el Cielo; en divididos
grillos de suavidad, sonora y muda,
presa la libertad de los sentidos;

y en confusiones de gloriosa duda,
en los ojos feliz, y en los oídos,
no sabe el alma a cuál primero acuda.

Paulo Gonzálvez de Andrade




Si igual la voz al sentimiento fuera...

Si igual la voz al sentimiento fuera,
como mi sentimiento a tu hermosura,
de los agravios de la edad, segura
mi pena, oh Silvia, y tu beldad viniera.

Dichosa envidia a las edades diera
en tu merecimiento, mi ventura,
y absorto el mundo, de tu lumbre pura
en mis incendios, los efectos viera,

que si tanto debiera a mi cuidado,
yo dejara en mis versos construido
un templo a tus grandezas dedicado,

donde, en común ofensa del olvido,
yo quedase en tu nombre eternizado,
tú venerada, Amor obedecido.

Paulo Gonzálvez de Andrade



Siembra de aquellas flores, que al tocado...

Siembra de aquellas flores, que al tocado
tu mano trasladó desde tu seno,
las verdes faldas deste prado ameno,
que sale Silvia -blanca Aurora- al prado.

Tú, depuesto el ardor, oh sol dorado,
falto de ardores, y de luces lleno,
el campo dora de esplendor sereno,
luminoso esta vez y no abrasado.

Pero, qué importará que el campo agora
de flores siembres ni de rayos dores,
si sale mi bellísima pastora,

que de flores copiosa, y de esplendores,
soles los ojos y la boca aurora,
despide rayos y derrama flores.

Paulo Gonzálvez de Andrade



Soneto

   Des que en lechos de zafir reposan
y que por sendas de cristal caminas,
derramando tus urnas cristalinas
en favor de las playas arenosas;

   y desde que con fuerzas caudalosas
a conquistar el mar te determinas,
bañando tus corrientes peregrinas
de Ulisipo las márgenes famosas;

   mientras, depuesta la arrogancia, hiciste
espejo sosegado el agua pura
que a tantas hermosuras ofreciste,

   en cuantas viste, oh Tajo, por ventura,
en tantas años de camino, ¿viste
igual a la de Silvia otra hermosura?

Paulo Gonzálvez de Andrade











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