Soneto
   Por ensalzar ¡oh Virgen! tu belleza		
con profético acento y voz sagrada,		
eres a lo más bello comparada,		
que en sus senos guardó naturaleza.		
   Blancas estrellas ciñen tu cabeza,
tu vestidura está del sol bordada,		
y si despiden lumbre desusada,		
recíbenla sin fin de tu pureza.		
   Quien a tu nombre, siempre glorioso,		
de mancha original sombras le miente,
niega la luz al resplandor del día.		
   Crezca, pues, el afecto religioso,		
y aun las piedras pregonen vivamente		
tu Inmaculada Concepción, MARIA.
Pedro Díaz de Rivas
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