A la memoria de Mme. Ackermann fallecida recientemente cerca de Niza
   Vivistes en silencio, pura, austera,		
sin saber que era amar ni ser hermosa;		
viviste como santa Dolorosa		
para quien ningún mal extraño era.		
   Siempre tu frente se mostró severa,
fruncida por la idea tenebrosa		
del mal que al hombre sin cesar acosa		
desde el nacer a su hora postrimera.		
   Tú repetiste el desolado grito		
que el náufrago del mundo lanza en vano,
y tuviste el amor por un deliro,		
   y altanera retastes al tirano,		
y en tus versos de lava y de granito		
al fin su lira halló el dolor humano.
Alfredo Opisso
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