Al general Lamar
No fue tu gloria el combatir valiente,
ni el derrotar las huestes castellanas;
otros también con lanzas inhumanas
anegaron en sangre el continente.
Gloria fue tuya el levantar la frente
en el solio sin crimen, las peruanas
layes santificar, y en las lejanas
playas morir proscrito o inocente.
Surjan del sucio polvo héroes de un día,
y tiemble el mundo a sus feroces hechos:
pasará al fin su horrenda nombradía.
A la tuya los siglos son estrechos,
Lamar, porque el poder que te dio el cielo
sólo sirvió a la tierra de consuelo.
José Joaquín Olmedo
En la muerte de mi hermana
¿Y eres tú Dios? ¿A quién podré quejarme?
inebriado en tu gloria y poderío.
¡ver el dolor que me devora impío
y la mirada de piedad negarme!
Manda alzar otra vez por consolarme
la grave losa del sepulcro frío,
y restituye, oh Dios, al seno mío
la hermana que has querido arrebatarme.
Yo no te la pedí. ¡Qué! ¿es por ventura
crear para destruir, placer divino,
o es de tanta virtud indigno el suelo?
¿o ya del todo absorto en tu luz pura
te es menos grato el incesante trino?
Dime, ¿faltaba este ángel a tu cielo?
José Joaquín Olmedo
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