No pica tanto a monjas el pimiento,		
como el amor, sin ser pimiento, pica;		
que antes que recetará en su botica,		
fui sacristán del templo del contento.		
   Me vi como canónigo avariento
más gordo que el lechón de viuda rica,		
y más fértil que tetas de borrica,		
y lució más que llaves de convento.		
   Ahora ni con burra ni berraco		
me puedo comparar, porque Cupido,
por matarme, a mis ruegos está sordo.		
   Sin carne, triste, seco, estéril, flaco		
estoy, sin conocerme quien me vido		
contento, libre, lucio, fértil, gordo.
Cosme Salinas y Borja
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