El leve ardor, la presunción profana		
al Tracio Támiras turbo el seso,		
el filántrico amor creció en exceso,		
y dio la fruta sin razón, y vana.		
   La dulce voz, la vena soberana
que fuera eterna, si tuviera peso,		
tuvo el principio recto, el fin avieso;		
que de soberbia tales frutos mana.		
   Entró en certamen el mancebo osado		
con las hijas de aquel que el rayo envía,
mas fue de voz y vista despojado.		
   Mas vos en ciencia y humildad fundado,		
a las Musas honráis, o gran Mejía,		
y así sois de la Musas laureado.		
Cristóbal Pérez Rincón
De el libro Parnaso publicado en Sevilla por Alonso Rodríguez Gamarra de don Diego Mejía
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