A la muerte de Lope de Vega
   Con muda voz, si resonante, llama		
hoy sus sentidos, viador advierte,		
un mármol animado de una muerte,		
y una muerte animada de una fama.		
   Fecunda pira de la estéril rama
ceñida polvo encierra y luces vierte		
del que Apolo instruyó con feliz suerte,		
cisne en su lira, y fénix en su llama.		
   Lope de Vega huyó a nuestras regiones		
desatado su espíritu en centellas;
deudas son, no lisonjas los blasones.		
   El cielo en regocijos, y en querellas		
la tierra laman hoy sus dos porciones,		
una a ceñir laureles, otra estrellas.
Cristóbal Suárez de Vargas
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