A San Isidro
   Los campos de Madrid, Isidro santo,		
que en toscas líneas labrador termina,		
giran globos de gloria peregrina		
los ratos que con Dios conversáis tanto.		
   Y porque el Vargas vuestro admire cuanto
aumentáis su labor, mano divina		
inteligencias al arado inclina,		
que a la común materia rompa el manto.		
   Libra el cielo al que siembra entre dolores,		
que siegue eterno gozo por tributo,
duras espinas convirtiendo en flores.		
   Y así de vos, Isidro, el rostro enjuto		
allá cogió por flor de labradores,		
sembrando aquí sus lágrimas, el fruto.
Fernán Ruiz de Biedma
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