Isaías Lafuente

"Más o menos a las ocho y media de la tarde, los individuos que poblaban unas islitas del Mediterráneo armaron el griego. Media hora después, sus vecinos inventaron el latín, e inmediatamente lo fueron expandiendo al ritmo de sus conquistas militares. Y a eso de las diez y media de la noche, en el rincón occidental de aquel imperio, algunos hispanos mal hablados comenzaron a pronunciar los y el verbo se hizo polvo primeros balbuceos del castellano, mientras sus vecinos hacían lo propio con el catalán o el gallego, idiomas que fueron perfeccionando durante la última cena del año, en cuya sobremesa aún estamos.
Esta pequeña travesura, que espero me disculpen paleontólogos, filólogos e historiadores, nos ilumina sobre la complejidad del proceso que felizmente fructificó en «la» palabra, primero, para dar origen después a «nuestras» palabras. Un juego que nos previene además, tanto ante los que se empeñan en maltratar la lengua de manera inmisericorde, destrozando un tesoro que ha costado mucho acumular, como ante quienes, por razones políticas e identitarias, enarbolan la lengua como invención propia y patrimonio exclusivo, histórico y permanente; algo que siempre fue, que siempre estuvo ahí, cuando en realidad las más antiguas son apenas unas jovenzuelas que están aún buscando su madurez."

Isaías Lafuente
Y el verbo se hizo polvo



















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