A San Isidro
   Los campos de Madrid, Isidro santo,		
que por oficio cultivar tenía,		
dejaba de labrar parte del día,		
por dar a Dios mil glorias en su llanto.		
   Tanto lloraba, y alcanzaba tanto
con las lágrimas santas que vertía,		
que oraba aquí, y el cielo allí suplía		
de Isidro las tardanzas entre tanto.		
   Aquí lloraba el Labrador dichoso,		
y allí por él los Ángeles araban,
que es para Dios llorar dulce tributo.		
   Y para Isidro fruto más gustoso,		
coger allí los ojos que lloraban,		
sembrando aquí sus lágrimas el fruto.
Jerónimo Núñez de Bracamonte
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