Joseph Andras

"El barranco de la Mujer Salvaje. ¿Conoces la leyenda?, pregunta Jacqueline. Creo que no. Si la conocía, la he olvidado... Fue algo que sucedió el siglo pasado, lo que ha llovido desde entonces, dicen que una mujer perdió a sus dos hijos en el bosque de allá arriba, los perdió después de comer, después de hacer un picnic, en primavera, con el mantelito en la hierba, ya te imaginas la postal, y los dos pobres críos desaparecieron en el barranco, nadie pudo dar con ellos, y la madre se volvió loca de atar, no quiso rendirse y se pasó el resto de su vida buscándolos, la llamaban la mujer salvaje porque parece que dejó de hablar, que solo era capaz de soltar unos chillidos de animal herido, y un buen día encontraron su cuerpo en algún lugar, ahí donde me esperabas, quizá, a saber... Fernand sonríe. Extraña historia, sí. Ella aparca. Bájate aquí, mejor que no vean el coche cerca de la planta. Buena suerte. Fernand se apea del coche y se despide con un gesto de la mano. Jacqueline se lo devuelve y pisa el acelerador. Fernand se echa al hombro la bolsa de deporte. Es de un verde pálido, con una banda más clara donde lleva el cierre de cordones. Se la ha prestado un amigo, con ella va a jugar al baloncesto los domingos. Entrar con total naturalidad. Ser anodino, perfectamente anodino. Hace ya unos días que lleva la bolsa al trabajo para que el ojo de los vigilantes se habitúe a ella. Piensa en otra cosa. La mujer salvaje del barranco, qué historia más extraña. Ahí está Mom, con su nariz pesada y firme sobre el bigote. ¿Cómo ha ido ese paseíto? Bien, necesitaba estirar un poco las piernas, esta mañana me he deslomado en el tajo. Qué va, la lluvia ni la noto, Mom, esto no es más que sirimiri, cuatro chispas que pararán en un momento, te lo digo yo... Sirimiri, sirimiri, qué bien se le da el habla popular. Mom le da una palmadita en el hombro. Fernand piensa en la bomba que lleva en la bolsa, la bomba y su tictac. Las dos, hora de volver a las máquinas. Ya voy, dejo la bolsa y estoy contigo, Mom, sí, hasta ahora. Fernand recorre el patio con la mirada, poniendo cuidado en no volver la cabeza. Perfectamente anodino. Ningún gesto brusco. Camina despacio hacia el local en desuso que descubrió hace tres semanas. El gasómetro de la planta era inaccesible; tres garitas y alambradas. Peor que un banco en pleno centro o un palacio presidencial (y eso sin contar que antes de entrar hay que desvestirse de pies a cabeza, o casi). Imposible, vamos. Y muy peligroso, demasiado, como le dijo al camarada Hachelaf. Que no haya muertos, sobre todo que no haya muertos. Mejor ese pequeño local abandonado, por donde nunca pasa nadie. Matahar, el viejo obrero con cara de papel arrugado, color mostaza, le dio la llave sin dudarlo. Es solo para echar una cabezadita, Matahar, mañana te la devuelvo, no les digas nada a los demás, ¿vale?"

Joseph Andras
De nuestros hermanos heridos




"El Kurdistan lleva una lucha contra cuatro Estados imperialistas y los revolucionarios kurdos se declaran abiertamente parte de la lucha anticolonial mundial. Nûdem Durak, en sus páginas, no deja de hablar de esto. Hace unos días leía en la prensa anglosajona el testimonio de un combatiente kurdo, capturado y luego apaleado por agentes israelíes. Decía: “Si conoces Vietnam, conoces el Kurdistan… un nuevo Vietnam en nuestros corazones”,  Sami ha escrito en un poema: “Al prisionero indefenso de Diyarbakir, a la hoja de árbol de Vietnam, al ser vivo de Hiroshima y Nagasaki, al bebé huérfano de Sabra y Chatila”. Por su parte, un escritor palestino, Mazen Safi, ha escrito: “Que todo el mundo se dé cuenta que la sangre kurda y árabe estuvo y sigue estando unida, pura, en defensa de la dignidad y la libertad de los pueblos kurdo y palestino”. Entonces sí, sin duda, despliego este largo hilo."

Joseph Andras



"La primera: lo que concierne a la especie humana, y más ampliamente al mundo de los vivos, le concierne a todos. El mundo se ha vuelto minúsculo así de interconectado en el presente. De Loiret a la región japonesa de Kansai, es una historia de vecindades. La segunda, es que Nûdem Durak lucha por un orden social más justo y, para ello, en orden a lograrlo, moviliza a la tradición revolucionaria, democrática y socialista. En tanto que socialista, estoy vinculado de facto a todos los míos, a los nuestros, dondequiera que estén. Tengo más en común con un revolucionario cuya lengua no entiendo que a un capitalista francés –estoy casi avergonzado de decir una banalidad como esa. Y la tercera cosa es que, siendo francés, y por tanto un ciudadano francés, soy corresponsable, como todo francés, de las políticas discursivas, militares y económicas conducidas por mi país. Resulta que hay militantes kurdos ahora encarcelados, acá mismo, en este momento. Que tres dirigentes de la revolución kurda fueron asesinados en París, en 2013, y que en vano aún se esperan respuestas oficiales. Que el pasado 23 de diciembre otros tres militantes kurdos fueron asesinados en París, en dudosas condiciones, por un fascista que reivindicó haber cometido un “atentado”. Que el gobierno de Macron ha condenado la resistencia kurda. Que Francia fue signataria en 1916 de los acuerdos Sykes-Picot sobre la división de Medio Oriente. Que el Estado Turco es miembro de la OTAN junto con el Estado Francés, y que este último mantiene al Partido de los Trabajadores del Kurdistán –el PKK- en la lista de “organizaciones terroristas”. ¿Cómo no sentirse involucrado?"

Joseph Andras


"La tristeza es una emoción sana pero te vuelve impotente. Pasa lo mismo con el lamento."

Joseph Andras


















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