A la muerte de Lope de Vega
Cinco mil años ya que alumbra y dora
el sol, nubes, estrellas, luna, cielos,
y al encoger los enlutados velos
a Alba, a la mañana, y a la Aurora.
Cinco mil años ha que la pintora
con divino pincel logra desvelos,
dibuja a Lope, dando envidia y celos,
que sólo en cuanto admira le enamora.
Cinco mil años sin haber nacido
hasta el sepulcro, pira, o Mauseolo,
otro Lope Español murió el olvido.
No fue alumno del sol, fue sol, fue Apolo,
digno del templo que verá erigido
del Poeta Español, como el sol solo.
Juan de Piña
A Lope de Vega
Lope, tu pluma (si el amor no engaña,
que amor suele engañar, y más conmigo)
atrévome a decir, si lo que digo
sufre la envidia, que es honor de España.
Si la fama a la vida no acompaña,
y tú la tienes, ¿qué mayor testigo
del don que el cielo repartió contigo?
Pues vive, escribe, imprime y desengaña.
Si en otro siglo juzga que viviste
la gente, que la inmensa copia admira
de lo que en estos años escribiste,
no cuelgues, no, la bien templada lira,
dure tu voz, que si antes de ser fuiste,
serás no siendo. Lo que vales mira.
Juan de Piña
A San Isidro
Los campos de Madrid, Isidro santo,
logran cristales, Ángeles y cielo,
fruto de los que siembran en el suelo
contento y gusto entre oración y llanto.
Aran por vos los Ángeles en cuanto
lloráis y aráis con vuestro amor y celo,
que quien cultiva en lágrimas desvelo,
corre al empíreo a Dios el velo, en tanto.
Surca Isidro la tierra, siembra y llora,
el fruto de sus lágrimas tributo,
es gloria donde anima, donde adora.
Que el alma en Dios y el rostro nunca enjuto
le dieron como perlas de la Aurora,
sembrando aquí sus lágrimas el fruto.
Juan de Piña
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