Ve, suspiro caliente, al pecho frío
de aquella viva piedra por quien muero;
que libre va de culpa el mensajero,
aunque no sé en tal parte, y siendo mío.
Loarte has que en extraño señorío
entraste mis querellas tú el primero,
y que ablandaste un corazón de acero,
que se templó en mis ojos, hechos río.
Seguro vas, pues el amor te guía,
y más llevando nuevas de mi muerte
adonde buscan gloria con mis daños.
Quizá entrará el amor do no solía,
y con el fin de mis pasados años
comenzarán los buenos de mi suerte.
Luis de Soto
No hay comentarios:
Publicar un comentario