A doña Isabel de Borbón
Cede al sueño fatal, la que divina
ostentaba hermosura, cuando humana
a la inferior porción tan soberana,
que anduvo en sus dos mundos peregrina.
Hoy luciente farol la determina
el hilo que cortó Parca temprana,
disponiendo el ocaso en la mañana,
de rayos suspensión, más no ruina.
Debe a la muerte el luminoso imperio,
y a gozarle inmortal pisando estrellas,
hoy traslada su luz, que no la oprime.
Y cual sol que se opone al hemisferio,
sólo niega los ojos luces bellas,
porque a la noche su deidad imprime.
María Nieto de Aragón
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