Merced Valdés Mendoza

A mi amiga

   Bellas las flores son, Dorila mía,
de la dulce y alegre primavera,
bella ostenta la rosa placentera
su verde pompa y grata lozanía.

   Vierte el clavel suavísima ambrosía
en la esmaltada América pradera,
y la brisa murmura en su carrera
inocentes canciones de alegría.

   Mas solo miran mis amantes ojos
en el color de la encendida rosa
de tu candor los púdicos sonrojos.

   Veo en la azucena tu mejilla hermosa,
y en el dulce murmullo de la brisa
oigo tu voz y adoro tu sonrisa.

Merced Valdés Mendoza



Mi pensamiento

   Duerme tranquilo, pensamiento mío,
en tu feliz y suave indiferencia,
y tus cándidas horas de inocencia
no perturbe jamás el hado impío.

   No aprisionado mires tu albedrío
por el vano oropel de la opulencia;
todo cuanto seduce la existencia
te encuentre siempre como el mármol frío.

   Y no despiertes nunca pensamiento
de tu sueño sublime y apacible,
y sé del mundo al engañoso acento

   roca en mitad del mar, dura y terrible,
que despreciando el espantoso viento
a su fuerza y pode res insensible.

Merced Valdés Mendoza



Tú y mis versos

   Celos te dan los plácidos cantares
con que en noches hermosas y serenas,
engaño los rigores de mis penas
y adormezco la voz de mis pesares.

   Celos tienes de Cuba y sus palmares
y también de las blancas azucenas
que de inocencia y de hermosura llenas
se levanta al pie del Almendares.

   Quieres al fin, que de la lira mía
arrojando las cuerdas en el suelo
enmudezca la triste melodía;

   mas deja tanto afán y desconsuelo,
pues son mis versos luz de noche umbría
y tu mi sol y nacarado cielo.

Merced Valdés Mendoza















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