Michael Donhauser

"Urs y Livia estaban sentadas en una mesa, una extensión del mostrador en la pared, los vi y fui al baño, allí saqué la toalla de la máquina, hasta el tope, dos veces, luego salí agachado. Me sequé el pelo, era un verano lluvioso y el valle muchas veces se cubría de nubes, me di la vuelta y me vi en el espejo, despeinada y con los hombros oscuros y mojados de mi chaqueta de gamuza, olía a orina, a bolas de perfume y humo de cigarro. La posada era una imitación de un pub inglés, los invitados en la barra se sentaban y se apoyaban en ella como si se hubieran transformado en ella y se paraban en la segunda fila. Caminé junto a ellos, entre las voces y las mesas, Urs me vio, levantó levemente la mano izquierda, casi saludó, si estaba lloviendo otra vez, preguntó, y yo me reí, sí, bastante, dije, y se movió en el banco contra la pared. Nos saludamos Livia y yo, como si casualmente y sonriendo me senté en la mesa al lado de Urs y hablamos sobre el clima. Le dije que no podría haber ido a la piscina al aire libre con mis alumnos de natación ni una sola vez, al menos durante las dos semanas completas, y Urs estuvo de acuerdo, sí, ese era un lindo lugar, dijo, Livia fumaba y se había tomado un café, se sentó frente a la taza vacía y miró al frente como si estuviera escuchando."

Michael Donhauser
Livia o el viaje

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