Pedro A. Morgado

A la virgen del rocío

   Virgen de la marisma solitaria,
a tus plantas se tiende la llanura
y por ella, magnífica, murmura
la fronda de los pinos su plegaria.

   Reina triunfante: la Naturaleza
te rinde adoración con su amplio rito;
y el sol -en su rodar- con infinito
trazo de luz te nimba la cabeza.

   Virgen, Reina y Pastora: la guirnalda
perenne de los campos de esmeralda
forma, a tus pies, inmensa canastilla...

   Y te levas magnífica y serena
como deidad espléndida y morena
arrancada del alma de Sevilla.

Pedro A. Morgado




Cofradía

   Hay un ígneo penacho en cada cirio
que se alarga en la atmósfera, y crepita
con un gesto suave de martirio
y de tortura vaga e infinita.

   Los cofrades avanzan lentamente
y los clarines dicen su lamento;
de cuando en vez, la copla penitente
-igual que una saeta- rasga el viento.

   Hay como un retroceso milenario;
y al escena sublime del Calvario,
por un momento, cubre nuestros ojos.

   ...Después solo el azul. Y de los cielos
-cual fuente de benéficos consuelos-
baja una nube de matices rojos.

Pedro A. Morgado




Fe

   Bálsamo salvador que de la altura
desciende en rayos de fulgor divino;
sol que guía en la senda al peregrino
de aqueste triste valle de amargura.

   Palacio de sublime arquitectura;
lago eternal brillante y cristalino
que besa las riberas del destino
con el beso de luz de su agua pura.

   Sacra unción de los cielos Redentora
ráfaga de virtud. Fe salvadora.
Lazo espiritual que al cielo alcanza:

   En lo largo y estéril del camino
tu brindas al cansado peregrino
con la dulce mansión de la Esperanza.

Pedro A. Morgado



La patrona de la aldea

   Apenas sale el sol, ya la campana
consagra al pueblo el despuntar del día
y con rápida y loca algarabía
inunda d e sus ecos la mañana.

   Despierta su tañir a la aldeana
que en vagares de dicha sonreía
y el mocetón fornido que dormía
el sueño de la paz tranquila y sana.

   Brilla el sol en la bóveda serena;
en la verde enramada el ave trina
y allá en la plaza el tamboril resuena.

   Su fúnebre canción el sauce entona
a la par que la fuente cristalina
se desliza incitante y juguetona...

Pedro A. Morgado


















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