"El pesimismo es un camino hacia la inacción."
Rumena Buzarovska
"No, no tengo ninguna rutina. A veces me siento mal por ello, porque algunos escritores dicen: «Bueno, si no tienes una rutina o no tienes disciplina, no vas a ser una buena escritora». Y eso me incordia mucho. Sé que a muchos otros escritores también. Se preguntan: «¿En serio? ¿No soy una escritora de verdad?» Bueno, hace poco estuve en Key West y visité la casa de (Ernest) Hemingway. Lees sobre lo que hacía y cómo era su rutina y yo digo: «¿en serio? Tenía una casa impresionante, con un millón de habitaciones y una piscina. Se despertaba por la mañana y escribía durante varias horas. ¿Qué otra cosa se suponía que podía hacer?» Tenía todo lo que quería en la vida. Yo tengo que trabajar. No puedo escribir todo el tiempo y fingir que tengo que escribir todos los días durante tres horas. No, en realidad tengo que vivir experiencias y hablar con la gente. Tengo que viajar, tengo que trabajar, tengo que ser políticamente activa si quiero sobrevivir en este entorno. No me gusta romantizar la idea de escribir. Trabajo mejor cuando tengo una fecha límite."
Rumena Buzarovska
“No se puede conseguir ningún progreso sin crítica.”
Rumena Buzarovska
"Nunca dejó de frecuentar los festivales de poesía: asiste a uno cada vez que se lo permiten sus obligaciones laborales, que, por cierto, está descuidando mucho. Puedo imaginarme lo que hace en esos festivales. Para empezar, lleva media maleta llena de sus delgaditos libros de poesía con feas tapas de plástico. Muchos de ellos los tiene traducidos al inglés y a varias lenguas balcánicas, para que los extranjeros puedan entender mejor sus desvaríos. A mí hasta ahora no me ha pedido que le haga traducciones —gracias al cielo—, porque yo no domino ninguna lengua que le interese y, además, me considera una negada para la poesía, cree que no la entiendo debido a que últimamente doy muestras de un claro desinterés por su labor. En cuanto a las traducciones de sus poemas, son horribles. Y no me refiero al contenido —a todas luces inexistente en sus textos—, sino a que están plagadas de incoherencias gramaticales. Todo esto es consecuencia de su tacañería. Quiere que le traduzcan los poemas, pero, de ser posible, sin tener que pagar. Siempre se las ingenia para encontrar a alguna que otra pobre muchachita —a la que probablemente seducirá con su maduro «sex-appeal»— que le hace las traducciones gratis o a cambio de una mísera paga. Varias veces lo he oído regatear con ellas, ofreciéndoles como recompensa una decena de ejemplares del libro. Todo esto me hace sentir vergüenza ajena, pero qué se le va a hacer.
Al volver del festival de turno, siempre me enseña fotos hechas con su cámara digital, que él suele entregar a alguien del público para que lo inmortalice. De esta forma ha ido acumulando un montón de imágenes en las que se le ve recitando poesía, de pie delante de un atril con micrófono, sosteniendo en las manos alguno de sus feos libritos. En todas esas fotos sale con su «cara de poeta», como le digo abiertamente, ya que por algún motivo se lo toma como un halago: las dos cejas ligeramente levantadas, una más que la otra, como si estuviera preocupado y conmovido a la vez. Sacando pecho. El cabello siempre recién lavado y, con no poca frecuencia, ondeando al viento de una ciudad costera, cuyos festivales le resultan particularmente atractivos. Hay también fotografías en las que a menudo aparece con mujeres (de hecho, muy raras veces se ven hombres). Las azafatas del festival —chicas jóvenes— no me preocupan. Dudo que les guste, porque debe de ser demasiado viejo y ridículo a sus ojos. Creo que ahora resulta atractivo para otra categoría de mujeres: un poco más corpulentas, con grasa en la cintura y bajo las axilas, donde el sostén se les incrusta en la piel. Llevan blusas rojas o negras muy ceñidas. La mayoría tienen el pelo negro y los labios pintados de rojo. No es raro que lleven sombreros extravagantes. Joyas grandes y brillantes adornan sus dedos y cuellos gruesos. Pretenden irradiar una feminidad madura, un aire de misterio y un aroma de canela, intentan que su voz suene aterciopelada. Allá ellas. Tal vez Goran pueda ayudarles. A mí me importa un bledo.
Pero a veces, de noche, se arrima a mi cuerpo, susurrándome: «¡Orquídea, ábrete!», y yo me abro."
Rumena Buzarovska
Mi marido
"Seguí escribiendo porque me gusta hacerlo y siento que me tomó un tiempo aceptar: ¡Oh, dios mío, sí, soy escritora!. Probablemente es lo que mejor se me da, porque daba muchas clases universitarias y también traducía y traduzco. Pero al final resultó que las tres cosas funcionaban bien juntas, porque aprendes mucho sobre la escritura cuando la enseñas, haces una lectura más profunda. Y también se aprende mucho traduciendo. Estas tres cosas relacionadas con la literatura se enlazaron. Me identifico más como escritora, pero, en mi caso, las tres cosas funcionan juntas."
Rumena Buzarovska
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