Soneto a Dios crucificado
   No me mueve, mi Dios, para quererte		
el cielo que me tienes prometido;		
ni me mueve el infierno tan temido		
para dejar por eso de ofenderte.		
   Tú me mueves, Señor; muéveme el verte
clavado en una cruz y escarnecido;		
muéveme el ver tu cuerpo tan herido;		
muévenme tus afrentas y tu muerte.		
   Muévenme , al fin, tu amor, y en tal manera		
que, aunque no hubiera cielo, yo te amara,
y, aunque no hubiera infierno, te temiera.		
   No me tienes que dar porque te quiera;		
pues, aunque lo que espero no esperara,		
lo mismo que te quiero te quisiera.
San Francisco Javier
No hay comentarios:
Publicar un comentario