Soneto
   A ser Madre del Sol la Aurora aspira,		
y al ver su ilustre sucesión fallece;		
siendo el mismo esplendor que la engrandece		
Cuna del Hijo, y de la Madre pira.		
   Del fausto achaque de lucir espira;
porque no bien su albor desaparece,		
cuando otra vez espléndida amanece,		
y en nuevo aliento de otro Sol respira.		
   ¡O Reina Augusta, Aurora soberana!		
De un Sol tan grande, que en su Oriente dora,
los dos opuestos Orbes Españoles;		
   no receles tu Ocaso en su mañana,		
que desmayos lucidos de la Aurora		
convalecen anuncios de otros Soles.
Sebastián Ordóñez Abril
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