El primer beso
   En el cielo la luna sonreía,		
brillaban apacibles las estrellas,		
y pálidas tus manos como ellas		
amoroso en mis manos oprimía.		
   El velo de tus párpados cubría
miradas que el rubor hizo más bellas,		
y el viento a nuestras tímidas querellas		
con su murmullo blando respondía.		
   Yo contemplo en mi delirio ardiente		
tu rostro, de mi amor en el exceso;
tú reclinabas sobre mí la frente...		
   ¡Sublime languidez! dulce embeleso,		
que al unir nuestros labios de repente		
prendió dos almas en la red de un beso.
Antonio F. Grilo
En el álbum de la señora Baronesa de Fuente Rubio
   Cuando en velos de sombras se perdían		
del rojo sol los últimos colores,		
en un verde pensil, cuna de amores,		
vuestros hijos, señora, sonreían.		
   Mis ojos con ternura les veían
cual leves mariposas entre flores,		
y al mirar sus hechizos seductores		
así mis labios con afán decían:		
   ¡Quién os dio la pureza que rebosa		
por vuestro rostro cándido, inocente!
¡Quién la modestia, la virtud preciosa!...		
   Y el eco murmuraba dulcemente:		
«Vuelve los ojos a su madre hermosa		
y de esas prendas hallarás la fuente.»		
Antonio F. Grilo
Luces y sombras
   Hay música en la fuente rumorosa,		
y estrépito en el mar que ronco suena;		
hay amor en la virgen azucena,		
y espinas hay en la inocente rosa.		
   Hay perlas en el alba esplendorosa;
hay en la tumba lágrimas de pena;		
hay una vida de ilusiones llena		
al lado de una cruz y de una losa.		
   Dora el sol la mañana sin enojos,		
y del Ocaso en la desierta calma
sombras habrán de ser sus rayos rojos.		
   Así de nuestro amor bajo la palma		
hay luces en la tarde de tus ojos		
y sombras en la noche de mi alma.
Antonio F. Grilo
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