Si la experiencia inmediata no puede demostrar ni rechazar
el milagro, menos aún puede hacerlo la historia. Muchos piensan que es posible
determinar si un milagro del pasado ocurrió realmente examinando testimonios
«de acuerdo con las reglas ordinarias de la investigación histórica». Pero las
reglas ordinarias no entran en funcionamiento hasta que hayamos decidido si son
posibles los milagros, y si lo son, con qué probabilidad lo son. Porque si son
imposibles, entonces no habrá acumulación de testimonios históricos que nos
convenzan. Y si son posibles, pero inmensamente improbables, entonces solo nos
convencerá el argumento matemáticamente demostrable. Y puesto que la historia
nunca nos ofrecerá este grado de testimonio sobre ningún acontecimiento, la
historia no nos convencerá jamás de que ocurrió un determinado milagro.
C. S. Lewis
Los milagros, página 4
He usado la palabra «Milagro» para designar una
interferencia en la Naturaleza de un poder sobrenatural. A menos que exista,
además de la Naturaleza, algo más que podríamos llamar sobrenatural, no son
posibles los milagros. Hay personas que creen que no existe nada excepto la
Naturaleza; llamaré a estas personas «naturalistas». Otros piensan que, aparte
de la Naturaleza, existe algo más; los llamaré «sobrenaturalistas».
C. S. Lewis
Los milagros, página 6
La palabra griega que designa «Naturaleza» (FISIS) está en
conexión con el verbo «surgir»; la latina «Natura» con el verbo «nacer». Lo
«natural» es lo que brota, lo que se da, lo que ya está ahí, lo espontáneo, lo
no pretendido, lo no solicitado.
C. S. Lewis
Los milagros, página 8
Lo que el naturalista cree es que el Hecho último, la cosa
más allá de la cual no se puede llegar, es un vasto proceso en espacio y tiempo
que «marcha por su propia iniciativa». Dentro de este sistema total, cada
evento particular (como el que esté usted sentado leyendo este libro) ocurre
porque otro evento ha ocurrido antes; a la larga, porque el Evento total está
ocurriendo. Cada cosa particular (como esta página) es lo que es porque otras
cosas son lo que son; y así, en último término, porque el sistema total es lo
que es. Todas las cosas y todos los sucesos están tan completamente trabados
que ninguno de ellos puede reclamar la más leve independencia del «espectáculo
total». Ninguno de ellos existe «por sí mismo» o «continúa por su propia
iniciativa» excepto en el sentido de que muestra, en un particular lugar y
tiempo, esta general «existencia propia» o «conducta propia» que corresponde a
la «Naturaleza» (el gran trabado acontecimiento total) como un todo. Según
esto, ningún naturalista consecuente cree en la voluntad libre; porque la
voluntad libre significaría que los seres humanos tienen el poder de efectuar
acciones independientes, el poder de hacer otra cosa o más de lo que está
implicado en la serie total de eventos. Y cualquier género de poder
independiente capaz de originar sucesos es lo que niega el naturalista. Espontaneidad,
originalidad, acción «por propia iniciativa» es, según él, un privilegio
reservado al «espectáculo total» que llama Naturaleza. El sobrenaturalista
coincide con el naturalista en que tiene que haber algo que exista por sí
mismo; algún Hecho básico cuya existencia sería un sinsentido intentar
explicar, porque este Hecho es en sí mismo el fundamento o punto de partida de
toda explicación; pero no identifica este Hecho con «el espectáculo total».
Piensa que las cosas se dividen en dos clases. En la primera clase encontramos
o cosas o (más probablemente) Un Algo Único que es básico y original, que
existe por sí mismo. En la segunda clase encontramos cosas que son meramente
derivaciones de ese Algo Único. El Algo Único básico ha causado todas las demás
cosas. Existe por sí mismo, lo demás existe porque Ello existe. Las cosas
dejarían de existir si Ello dejara algún momento de mantenerlas en existencia;
serían alteradas si Ello las alterara. La diferencia entre las dos concepciones
podría expresarse diciendo que el Naturalismo nos da una visión democrática de
la realidad, y el sobrenaturalismo una visión monárquica. El sobrenaturalista
piensa que este privilegio pertenece a algunas cosas o (más probablemente) a
ese Algo Único y no a los demás, como en la monarquía absoluta el rey tiene la
soberanía y no el pueblo. Y como en la democracia todos los ciudadanos son
iguales, así para el naturalista cada cosa o cada evento es tan bueno como
cualquier otro en el sentido en que son igualmente dependientes del sistema
total de cosas. Por supuesto, cada una de ellas es solamente la manera en la
cual el ser del sistema total se muestra a sí mismo en un punto particular de
espacio y tiempo. El sobrenaturalismo, por su parte, cree que el Algo Único o
existente por sí mismo está en un nivel diferente de los demás y más importante
que el resto de las cosas. Al llegar a este punto, puede ocurrirse la sospecha
de que el sobrenaturalismo brota del hecho de proyectar en el universo las
estructuras de la sociedad monárquica. Pero entonces, evidentemente,
sospecharíamos con igual razón que el naturalismo ha surgido de proyectar en el
universo las estructuras de la moderna democracia. Estas dos sospechas, por
tanto, nos cierran la puerta y la esperanza a la decisión de cuál de las dos
teorías es más probable que sea la verdadera. Ambas posturas, por supuesto, nos
evidencian que el sobrenaturalismo es filosofía característica de las épocas
monárquicas y el naturalismo de las democráticas, en el sentido de que el
sobrenaturalismo, aunque sea falso, fue mantenido por la gran masa del pueblo
que no piensa durante centenares de años, lo mismo que el naturalismo, aunque
sea falso, será mantenido por la gran masa del pueblo que no piensa en el mundo
actual. Cualquiera verá que el Algo Único existente por sí mismo (o la
categoría menor de cosas existentes por sí mismas) en que cree el
supernaturalista es lo que llamamos Dios o dioses.
C. S. Lewis
Los milagros, página 8
La diferencia entre naturalismo y sobrenaturalismo no es
exactamente la misma que entre creer y no creer en Dios. El naturalismo, sin
dejar de ser fiel a sí mismo, puede admitir una cierta especie de Dios. El gran
evento intertrabado llamado Naturaleza puede ser de tal índole que produzca en
un determinado estadio una gran conciencia cósmica, un «Dios» intramundano que
brote del proceso total, lo mismo que la mente humana surge (de acuerdo con el
naturalismo) de organismos humanos. Un naturalista no se opondría a este género
de Dios. La razón es esta: un Dios así no quedaría fuera de la naturaleza o del
sistema total, no existiría por sí mismo. Seguiría siendo «el espectáculo
total», el Hecho básico, y este Dios sería meramente una de las cosas que el
Hecho básico contiene, aunque se tratara de la más interesante. Lo que el
naturalismo no puede admitir es la idea de un Dios que permanece fuera de la
Naturaleza y que la crea.
C. S. Lewis
Los milagros, página 11
El naturalista cree que un gran proceso o «acontecimiento»
existe «por sí mismo» en espacio y tiempo, y que no existe nada más, ya que lo
que llamamos cosas y eventos particulares son solo las partes en las que
analizamos el gran proceso o las formas que este proceso toma en momentos
concretos y en determinados puntos del espacio. El sobrenaturalismo cree que un
Algo Único existe por sí mismo y ha producido el entretejido de espacio y
tiempo y la sucesión de eventos trabados sistemáticamente que llenan ese
lienzo. A este entretejido y a su contenido lo llama Naturaleza. Ello puede ser
o puede no ser la única realidad que el Algo Primario ha producido. Podría
haber otros sistemas además de este que llamamos Naturaleza.
C. S. Lewis
Los milagros, página 11
Que algo sea causado no es lo mismo que ser demostrado.
Pensamientos angustiosos, prejuicios, las exaltaciones de la locura, son
causados, pero no tienen fundamento sólido objetivo. Más aún, ser causado es
tan distinto de ser demostrado que nos comportamos en la discusión como si ambos
términos se excluyeran mutuamente. La nueva existencia de causas para creer
algo se considera, en la dialéctica popular, como motivo para levantar la
sospecha de falta de fundamento, y la manera más frecuente de desacreditar la
opinión de una persona es explicarla en el orden de las causas: «Tú dices eso
porque (Causa-Efecto) eres capitalista, o hipocondríaco, o simplemente porque
eres hombre, o porque eres mujer». La implicación es que si las causas explican
totalmente una opinión, entonces, supuesto que las causas actúan
inevitablemente, la opinión tendrá que surgir, tanto si tiene fundamento como
si no. No necesitamos, así se piensa, descubrir fundamentos para una cosa que
sin ellos puede explicarse plenamente.
C. S. Lewis
Los milagros, página 18
Cualquier camino que mantenga la explicación total de
nuestro razonamiento sin admitir un acto de conocimiento determinado solamente
por aquello que es conocido, es una teoría que niega el razonamiento.
C. S. Lewis
Los milagros, página 21
Es mediante inferencias como edificamos la idea de
Naturaleza. La razón se presenta antes que la Naturaleza, y de la razón depende
nuestro concepto de Naturaleza. Nuestros actos de inferencia son anteriores a
nuestra imagen de Naturaleza, casi como el teléfono es anterior a la voz del
amigo que oímos por él. Cuando intentamos encajar estos actos en el cuadro de
la Naturaleza, fracasamos. La imagen que situamos en el cuadro y rotulamos
«Razón» siempre resulta que se convierte en una cosa diferente de la razón que
disfrutamos y ejercemos mientras la colocamos allí. La descripción que tenemos
que dar de pensamiento como fenómeno evolutivo, siempre hace una excepción
táctica en favor del pensamiento que nosotros mismos concebimos en ese momento.
Porque la descripción del pensamiento, lo mismo que cualquier otro hecho
particular, solo puede mostrar en un momento concreto y en un estado concreto
de conciencia el trabajo general, y en su mayor parte no racional, de todo el
sistema intertrabado. Mientras que el acto presente de nuestro pensar exige, y
debe exigir, ser un acto de penetración, un conocimiento suficientemente
liberado de las causas no racionales para ser determinado positivamente solo
por la verdad que conoce. En cambio, el pensamiento imaginado que colocamos
dentro del cuadro depende —como depende la idea total de Naturaleza— del
pensamiento que ahora estamos elaborando, no viceversa. Esta es la realidad
primaria, en la que se fundamenta todo contenido de realidad de cualquier cosa.
Si no encaja dentro de la Naturaleza, no podemos evitarlo. Ciertamente, por
razón de esa explicación, no hemos de rendirnos. Si abandonáramos, estaríamos
abandonando la Naturaleza también.
C. S. Lewis
Los milagros, página 27
El estado de cosas en el cual el hombre medio solo puede
descubrir lo Supernatural mediante abstruso razonamiento es reciente y anormal
según principios históricos. En todas partes del mundo hasta tiempos muy
modernos, la directa penetración de los místicos y el razonamiento de los
filósofos impregnaba a la masa del pueblo por la autoridad y la tradición;
podía ser bien asimilada por quienes no eran grandes pensadores, en la forma
concreta del mito y de las prácticas rituales, y en la misma contextura de la
vida. En las condiciones creadas por un siglo más o menos de Naturalismo, el
hombre medio está siendo forzado a aguantar cargas que jamás antes tuvo que
soportar. Hoy hay que encontrar la verdad por nuestro esfuerzo o irnos sin
ella. Se pueden dar a este fenómeno dos explicaciones: quizá la humanidad, al
rebelarse contra la tradición y la autoridad, ha cometido un espantoso error;
un error que no se puede calificar de menos demoledor por el atenuante de que
la corrupción de los constituidos en autoridad lo haya hecho bastante
explicable. Por otra parte, pudiera ser que el Poder que gobierna nuestra
especie esté en estos momentos llevando a cabo un atrevido experimento. ¿No
será pretendido a propósito que el pueblo masivamente tenga ahora que avanzar
para ocupar por sí mismo aquellas alturas en otros tiempos solo reservadas a
los sabios? ¿Estará llamada a desaparecer la diferencia entre sabio e ignorante
porque todos estén destinados ahora a ser sabios? Si es así, nuestro actual
desconcierto sería nada más que dobles de parto. Pero no nos equivoquemos a
propósito de nuestras penalidades. Si nos conformamos con regresar a nuestra
situación de hombres humildes obedientes a la tradición, bien está. Si nos
decidimos a la escalada y a la lucha hasta llegar a ser sabios, mejor aún. Pero
si el hombre no hiciera ninguna de las dos cosas, si no obedeciera a la
sabiduría de los otros, ni corriera la aventura sapiencial por sí mismo, el
resultado sería fatal. Una sociedad donde los muchos sencillos obedecen a los
pocos videntes, puede sobrevivir; una sociedad en que todos fueran videntes
puede vivir más plenamente. Pero una sociedad donde la masa es ignorante y los
videntes no son ya escuchados, solo puede construir superficialidad,
mezquindad, fealdad y, al final, extinción. Tenemos que volver sobre nuestros
pasos; permanecer ahí es la muerte.
C. S. Lewis
Los milagros, página 48
He dicho «especiales fenómenos» porque, desde nuestro punto
de vista, la misma Naturaleza como conjunto es ya de por sí un inmenso
resultado de lo Supernatural; Dios la creó. Dios la perfora donde quiera que
hay una mente humana. Dios seguramente la mantiene en su existencia. La
pregunta es si Él, en alguna ocasión, hace algo más a la Naturaleza. ¿Introduce
en ella alguna vez acontecimientos de los cuales no se podría decir con verdad:
«Esto es simplemente el resultado activo de la índole específica que Dios le
dio a la Naturaleza como conjunto al crearla»? Estos acontecimientos son los
que comúnmente se llaman Milagros; y solo en este preciso sentido tomaremos la
palabra Milagro en lo sucesivo.
C. S. Lewis
Los milagros, página 50
Si no se conocieran como contrarios a las leyes de la
naturaleza, ¿cómo testimoniarían la presencia de lo supernatural? ¿Cómo serían
sorprendentes si no se consideraran excepciones a las reglas? ¿Y cómo
considerar algo como excepción antes de conocer las reglas? Si hubieran
existido alguna vez hombres desconocedores por completo de las leyes de la
naturaleza, no tendrían en absoluto idea del milagro, y no sentirían el menor
interés en caso de que alguno ocurriera ante ellos. Nada parece extraordinario
hasta que se descubre lo que es ordinario. La creencia en los milagros, lejos
de provenir de la ignorancia de las leyes de la naturaleza, solo es posible en
la medida en que estas leyes son conocidas. Ya hemos visto que si empezamos por
descartar lo supernatural, no percibiríamos ningún milagro. Tenemos ahora que
añadir que, de igual modo, no captaremos el milagro hasta que no admitamos que
la naturaleza actúa según leyes constantes. Si usted no ha advertido aún que el
sol nace por el este, no encontrará nada milagroso si una mañana aparece por el
oeste.
C. S. Lewis
Los milagros, página 53
Si hubieran existido alguna vez hombres desconocedores por
completo de las leyes de la naturaleza, no tendrían en absoluto idea del
milagro, y no sentirían el menor interés en caso de que alguno ocurriera ante
ellos. Nada parece extraordinario hasta que se descubre lo que es ordinario. La
creencia en los milagros,
C. S. Lewis
Los milagros, página 54
Los milagros, página 4
Los milagros, página 6
Los milagros, página 8
Los milagros, página 8
Los milagros, página 11
Los milagros, página 11
Los milagros, página 18
Los milagros, página 21
Los milagros, página 27
Los milagros, página 48
Los milagros, página 50
Los milagros, página 53
Los milagros, página 54
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