Igualdad suprema
   Allí van dos entierros diferentes:		
uno lleva cortejo, cruz, carruajes,		
y lleva clero con bordados trajes,		
hermandad y estandartes relucientes.		
   El otro pasa aislado entre las gentes
no le rinden respetos ni homenajes:		
no hay coches con vistosos atalajes		
ni aún ataúd con franjas esplendentes.		
   Es el poema del orgullo humano:		
más pronto cesa la reñida guerra
que alza en la sociedad su ruda mano,		
   pues luego que el sarcófago se cierra,		
el polvo del monarca y del villano		
se abrazan en el seno de la tierra.
Federico Parreño Ballesteros
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