Fernando Fortún

En la vieja sala

   En la quietud invernal, cerca de la camilla
he creído contemplar mientras que cae la nieve,
en este antiguo estrado de cretona amarilla,
tertulia de principios del siglo diecinueve.

   Vendría un consejero de Indias, grave y sesudo,
un canónigo que haría hexámetros latinos,
y un capitán de guardias, mujeriego y rudo
que era uno de los más entusiastas cristinos.

   Entrarían despacio al toque de oración
y cuando sobre el pueblo la tarde se moría,
se les vería inclinarse a la luz del velón

   diciendo: «¡Oh, mi señora Doña Presentación!»
saludando rendidos a aquella abuela mía
que Don Vicente López, pintó en este sillón.

Fernando Fortún




Soneto romántico

   Los pretéritos días que nunca conocimos,
los pálidos semblantes, y los tocados viejos,
son como esas mujeres cuyo retrato vimos
y a las que amamos sólo porque estaban muy lejos.

   ¡Oh las damas románticas cuyos días pasaron,
y, con ellas, sus dioses: Rossini y Lamartine!
Tal vez dos iniciales confundidas grabaron
una noche de luna en un viejo jardín.

   Vosotras perfumasteis el siglo diez y nueve
con las almas de fuego en un cuerpo de nieve,
de la reina Cristina a Eugenia de Montijo...

   Por vosotras, románticas, aún mi corazón arde;
a este mundo tan viejo, he venido muy tarde;
debí ser vuestro amante y he sido vuestro hijo.

Fernando Fortún














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