Francisco "Delio" Iturrondo

A la aurora

   ¡Salud, hija del sol! ¡cándida Aurora!
Cuya flotante túnica de rosas
empapada en esencias amorosas,
perfuma el seno de la verde Flora:

   Fresca guirnalda de jazmín decora
tus nacaradas sienes primorosas;
y tus nítidas pomas voluptuosas
encendido carmín tiñe y colora.

   Apacible cual tú: cual tú divina,
cuando al dudoso albor del claro día
la ebúrnea concha riges purpurina;

   tan bella, entre mis brazos sonreía,
no bien despierta tímida Corina,
en el tiempo feliz que Dios quería.

Francisco "Delio" Iturrondo



El ocaso del sol

   Sacudiendo la blonda cabellera
inmerge fatigado en occidente
el moribundo sol la roja frente,
de Almendares velando la ribera.

   Su rica lumbre de oro reverbera
en el cerúleo piélago bullente;
y su postrer mirada refulgente
esmalta de zafiros la ancha esfera.

   Blanca, dorada, purpurina nube
sobre su inmenso túmulo se mira,
que al oscuro cenit fúlgida sube;

   cual se eleva sublime la memoria
de un magnánimo príncipe que espira,
siendo del pueblo la delicia y gloria.

Francisco "Delio" Iturrondo





La ausencia

   ¿Y nunca dejaréis la margen bella
del límpido Armengal, donde orgullosa
la ceiba su vellón trémola airosa,
y el cocotero altísimo descuella?

   ¿Nunca en su arena vuestra noble huella
del Yumurí verá la ninfa hermosa,
ni en su plácida sombra deliciosa
de la tórtola oiréis la fiel querella?

   En vano os pide mi amistad ardiente
al monte, al prado, a la espesura, al río,
dulces asilos de placer y calma.

   Que la Náyade frena su corriente,
y solo escucho entre el ramaje umbrío
los profundos suspiros de la palma.

Francisco "Delio" Iturrondo


























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