Heliodoro María Jalón

El cofrade

   De la gente de Iglesia busca el trato
y profunda adhesión demuestra al clero,
hasta que al fin, hipócrita y artero,
la cuchara meter logra en su plato.

   De una hermandad entonces el beato
llegando a contador o tesorero
maneja de los fieles el dinero
y triunfa, gasta y vive con boato.

   Mas su misión con entusiasmo llena
y su santo fervor no tiene oculto;
que en misa, en el rosario, en la novena,

   en toda procesión haciendo bulto
y usufructuando la piedad ajena,
se mira a ese parásito del culto.

Heliodoro María Jalón




En el templo

   Allí está, en un rincón de la capilla;
sombrío se alza allí el confesionario;
al pie el libro devoto y el rosario,
tapando con el manto la rejilla.

   Y con febril color en la mejilla
recuerda que su historia es un calvario
y que es su corazón un tenebrario
donde aún la luz de la esperanza brilla.

   Al confesor la enmienda le promete;
pero pronto quebranta su promesa,
y peca una vez más, y cinco y siete,

   y lleva al confesor igual remesa,
y confiesa el pecado que comete,
y comete el pecado que confiesa.

Heliodoro María Jalón











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