Ludovico Ariosto
(1474 - 1533)
Dulcísima prisión, prisión suave,
en donde, no sujeto a la impostura,
sino esclavo al amor y a la ternura
mi enemiga gentil guardarme sabe.
Le es enojo al recluso oír la llave
que cierra su prisión, y en mí es ventura,
me es vida, me es contento, y me asegura,
no juez severo ni sentencia grave,
sino amoroso acogimiento, unidos
abrazos dulces y el amor en creces,
palabras insinuantes, juegos locos,
y estrechísimos besos repetidos
mil y mil, mil y mil, mil y mil veces...
y si pueden contarse ya son pocos.
J. L. Estelrich
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