Melchor Palau y Catalá

Sonetos

I

   Mantos de luz tendiendo por los mares,
guías la nave al suspirado puerto;
por ti abandona el líquido desierto
y regresa el marino a sus hogares.

   Mas ¡qué miro! millares y millares
de hermosas aves a tus pies han muerto;
atrájolas tu foco en vuelo incierto;
ya no verán los patrios palomares.

   ¡Oh faro colosal! tus vivas luces
son de la Libertad fúlgido emblema;
al que bien te comprende, le conduces

   al puerto ansiado de la paz suprema;
al que mal te conoce, le seduces,
y en ti las alas mísero se quema.

II

A mi amigo el escultor Querol

   Veo surgir de tu fecunda mano,
a que tantas creaciones son debidas,
la Unidad de las fuerzas conocidas,
que la vetusta alquimia buscó en vano;

   como para tu genio todo es llano,
das cima a las ideas concebidas
y el mundo verá en mármol convertidas,
arduas conquistas del saber humano.

   La unidad celular Heckel proclama,
por la unidad de un Dios con entereza
van mártires cristianos a la llama;

   uno es el Arte, otra es la Belleza,
uno es el hilo que la vida trama
y una, en su variedad, Naturaleza.

III

   ¡Pobre Pallas! la ignara muchedumbre
que vio en ti descompuesta levadura,
testigo de tu muerte ser procura,
yo no sé si por vicio o por costumbre.

   Que pisabas del Gólgota la cumbre,
has crecido en tu orgullo sin mesura,
quizá que temblaría la natura
y apagaría el sol su viva lumbre.

   ¡Pobre Pallas! cuando la justa mano
te infligió duro y ejemplar castigo,
sólo mostraste con delirio insano

   que no pudo en tu pecho hallar abrigo
ni el amor del hermano hacia el hermano,
ni el hermoso perdón al enemigo.

IV

   Cuando el sol caminaba hacia su ocaso,
vio Nise a Amor en su florido otero,
y, acercándose a él con lento paso,
cogióle entre sus brazos prisionero.

   Queriendo engalanarse con sus galas,
fue arrancándole plumas de las alas;
tantas, que cuando quiso alzar el vuelo,
quedose el dios como adherido al suelo.

   Desde aquel día, en los torneados brazos
de mi amada reposa el ciego niño,
a hurto disparando esos flechazos

   que abren hondas heridas de cariño.
Por eso cuantos a mi Nise miran
flechados pro Amor, de amor suspiran.

V

A un pintor joven

   No te dejes vencer por la desidia,
si anhelas a la cumbre remontarte;
ni caigas en las redes que, con arte,
urde a tu paso la mañera envidia.

   Los émulos te roban, con perfidia,
de tus glorias legítimas gran parte,
pues fáciles te son, han de sobrarte,
sigue, no cejes, la empeñada lidia.

   La chusma, que hoy tus méritos rebaja,
de elogios mil prorrumpirá en concierto,
recubriendo de flores tu mortaja,

   no bien contemplen tu cadáver yerto;
que, al tomar la medida de la caja,
resulta siempre más crecido el muerto.

Melchor Palau y Catalá














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