Tempestad
   Se oscurece la faz del firmamento;		
ruge con furia la tormenta airada;		
se oculta la avecilla en la enramada		
que azota audaz el huracán violento,		
   y se anega la tierra en un momento;
y suspira la flor, ya deshojada,		
al ver que sin piedad es arrastrada		
al arroyo que corre turbulento.		
   Aterrado, en su hogar, el campesino		
santa oración con ansiedad murmura
para aplacar al Hacedor divino,		
   y la luz del relámpago fulgura,		
y el rayo asolador se abre camino		
entre las sombras de la noche oscura.
Pedro de Lara
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