Dame de beber
   Yo también infeliz samaritano		
le hallé en el pozo de Jacob un día,		
y el agua que con ansia me pedía		
muerto de sed, se la negué inhumano.		
   Y fue más ruin mi corazón liviano,
porque yo, sin saber lo que me hacía,		
rechacé la que él mismo me ofrecía		
en el hueco amoroso de su mano.		
   Ni una gota de di ni yo tampoco		
calmar pude, oh Jesús, mi sed interna;
¡ay dame de beber que he sido un loco!		
   y aunque es mi corazón seca cisterna		
el tuyo es manantial, que poco a poco		
me da por cinco, fuentes vida eterna.
Rafael S. J. Leturia
No hay comentarios:
Publicar un comentario