El perro del mendigo
   Sin codiciar el pan de los señores		
ni el mágico solaz de la opulencia		
comparte con insólita paciencia		
el perro con el pobre sus dolores.		
   Cuando propios, estériles amores
escapan con horror de la indigencia,		
un solo ser la brinda su obediencia,		
su cariño leal, y sus favores.		
   ¿Nunca os hizo sentir el compañero		
inseparable, el colega inocente
del olvidado y triste pordiosero?		
   ¡Qué ejemplo de piedad tan elocuente		
para el vil interés, que airado y fiero		
derrama tanto mal sobre su frente!
Timoteo Domingo y Palacio
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