"Es bueno que haya más gente educada, especialmente en países donde la mayoría de la gente –que vive en la pobreza, especialmente las mujeres– está privada de educación. Pero, aparte de tener alfabetización universal, conocimientos básicos de aritmética y computación, y una educación razonablemente imparcial de historia (¡algo que ya es difícil en algunos lugares!), no estoy segura de qué tipo de educación ayudaría específicamente a las democracias. En las democracias polarizadas, la educación es un campo de batalla clave entre diferentes ideas sobre lo que los futuros ciudadanos necesitan aprender. Historia, economía, educación cívica pueden ser excelentes, pero ¿quién decide el plan de estudios y cómo podemos estar seguros de que los profesores no se limitan a intentar inculcar sus propias opiniones en las cabezas de los estudiantes, lo que a menudo los desanima? Yo, como persona con un alto nivel educativo que conoce a muchas otras personas con un alto nivel educativo, soy muy consciente de mi ignorancia y estoy segura de que en muchos temas mis títulos universitarios no me ayudarían a tomar mejores decisiones que las que tomarían personas con menos títulos. La educación práctica en materia de gobierno, en deliberación, en activismo y conexión con personas de diferentes orígenes: las iniciativas en esa dirección sí podrían ayudar."
Erica Benner
"Es verdad que las primeras democracias modernas, las fundadas por las revoluciones estadounidense y francesa, fueron aplaudidas como motores de progreso, con objetivos ambiciosos no solo para sus propios ciudadanos sino para toda la humanidad. Se suponía que la democracia liberaría a los individuos y a las sociedades de la sumisión y el atraso, aumentaría la riqueza y, en última instancia, traería la paz mundial y la hermandad de todos los hombres (hombres: sic). Unas promesas enormes, nacidas de una época en la que los demócratas tenían que ser idealistas para luchar contra el absolutismo, las aristocracias corruptas, la teocracia y las desigualdades masivas. Pero ese tipo de idealismo progresista no siempre ha sido bueno para las democracias. Cuando la gente piensa que el objetivo principal de la democracia es ofrecer estos beneficios, puede olvidar su propósito más básico y modesto: lograr que personas con diferentes objetivos y antecedentes compartan el espacio sin dominarse entre sí. Las antiguas ideas sobre el gobierno popular no dependían de esas ideas cuasi religiosas de progreso. La democracia no era más que un esquema imperfecto en el que los ricos, los pobres y los de clase media acordaban compartir el poder en términos más o menos iguales. Esto puede sonar menos inspirador que el idealismo elevado, hasta que las divisiones internas empiezan a rayar en la guerra civil o las desigualdades se hacen tan grandes que un puñado de personas consigue una influencia desproporcionada en la formulación de políticas. Entonces, la idea de que la primera tarea de la democracia es conseguir que la gente comparta el poder sobre una base de igualdad aproximada (los antiguos insistían en límites a la riqueza privada, así como a la igualdad política y jurídica) empieza a parecer bastante esencial. Pero en lugar de volver a estos fundamentos sólidos, en las últimas décadas hemos visto cómo la democracia se vinculaba a visiones hiperambiciosas en las que se suponía que la democracia liberal triunfaría sobre todos sus antiguos rivales ideológicos. Mi libro intenta volver a lo básico. Quería entender por qué la democracia es valiosa y qué deberíamos hacer para salvarla en el aquí y ahora, poniendo los intereses comunes en la coordinación social por delante de cualquier visión controvertida de progreso."
Erica Benner
"Hibris es una palabra del griego antiguo que significa arrogante o con excesivo sentido del propio poder. Hoy en día utilizamos el sustantivo hibris para todo tipo de comportamientos que entrarían en la categoría de “orgullo antes de la caída”, pero los griegos usaban con más frecuencia el verbo hubrizein, “cometer hibris”, que significa literalmente “traspasar un límite” que no se tiene derecho moral de cruzar. En la literatura griega y en las maravillosas historias de Heródoto y Tucídides, ambas escritas cuando la democracia ateniense estaba en su apogeo, los individuos y los estados cometen hibris cuando sobrepasan los límites razonables e invitan a recibir su merecido -ya fuera mediante el castigo divino o simplemente mediante la resistencia furiosa de las personas a las que intentaban dominar-."
Erica Benner
"La democracia fue diseñada para proteger la justa igualdad de derechos de los ciudadanos a compartir el poder y para evitar el comportamiento ilegal y devorador asociado con los tiranos y la tiranía. Pero si idealizamos demasiado las democracias, podríamos olvidar que también pueden generar hibris. Desde Atenas y Roma hasta Gran Bretaña y Estados Unidos, la peor hibris democrática ha estado relacionada con el imperialismo: a partir de la Atenas de Pericles, las democracias han tenido éxito en motivar a la gente para emprender empresas comunes en la batalla y la expansión territorial. Así, partiendo de modestos comienzos, algunas terminaron en vastos imperios. La expansión fue de la mano de nociones como poder internacional excepcionalmente virtuoso, predicado en campañas militares y discursos públicos para que la gente de orígenes humildes se identificara con la “grandeza” ateniense o romana. Pero como señalaron muchos escritores en su momento, la grandeza imperial chocaba con la idea básica fundacional de la democracia (asociada al legislador Solón) de modestia e igualdad a la hora de compartir el poder a nivel doméstico. Pero en lugar de poner freno al imperialismo, oradores deslumbrantes como Pericles crearon la ilusión de que el acoso y la agresión de las democracias en el extranjero no eran realmente ni acoso ni agresión.
Ese tipo de arrogancia democrática está hoy viva y coleando. Incluso después de que el imperio de una democracia se desintegre, la nostalgia por el poder exagerado persiste y se convierte en un grito de guerra, especialmente para los nacionalistas de derechas. La hibris imperial puede ser especialmente tóxica en las democracias, porque se extiende a todas las clases sociales y se convierte en parte de un sistema de autocreencia colectivo que tiene el poder de unir a las personas a pesar de que existan entre ellas enormes brechas económicas. Hemos visto cómo la retórica del “Make America/Britain Great Again” (Hagamos que Estados Unidos/Gran Bretaña vuelvan a ser grandes) puede sofocar los debates sobre cómo reducir la creciente brecha entre las personas que se sienten seguras en sus trabajos y viviendas y con capacidad de alimentar a sus familias y las muchas que viven en la precariedad."
Erica Benner
"La democracia llegó a Japón diecisiete años antes de que yo naciera, después de que gigantescas bolas de fuego cayeran sobre dos de sus ciudades costeras y volatilizaran los cuerpos de seres humanos, perros, gatos, ratas, cuervos, cangrejos, árboles, arbustos, hormigas, orugas, abejas y otros seres vivos. Estos bombardeos nucleares dejaron tan estupefactos a los supervivientes de la guerra que adoptaron una constitución impuesta por su antiguo enemigo y se convirtieron en una democracia.
Mi padre fue uno de los oficiales de operaciones que dio órdenes al bombardero nuclear Enola Gay de atacar Hiroshima. Era un capitán de veinticuatro años de las Fuerzas Aéreas estadounidenses destacado en la pequeña isla de Tinián, en el océano Pacífico. Decía que la suya fue una responsabilidad puramente técnica. Los suboficiales como él desconocían la naturaleza exacta de la misión. El Gobierno estadounidense y sus asesores militares creían que las bombas pondrían fin a la guerra de forma rápida y definitiva. El fin justificaba los medios. Sin embargo, cuando hablaba de ello, la mirada parecía insegura.
Solía llevarme a pasear por nuestro barrio, que por aquel entonces era un paraíso del consumo de alto nivel, con pequeños santuarios de madera encajonados entre Kenzo y Prada. A veces pasábamos junto a un descampado repleto de escombros y revistas pornográficas deformadas por la lluvia. Mi padre decía que, antes de la guerra, allí había una gran casa familiar. Había visto las ruinas cuando entraron las fuerzas estadounidenses para ocupar Tokio. Nuestra casa se alzaba en un solar en el que había habido una escuela para novias. Las jóvenes vivían allí durante un año aprendiendo a preparar la comida, al estilo japonés y occidental, junto con otras técnicas de supervivencia necesarias como esposas. Cuando mi madre plantaba tulipanes, peonías y azafrán en nuestro pequeño jardín, desenterraba fragmentos de porcelana de la escuela, detritos de los ataques aéreos de los bombarderos estadounidenses contra zonas civiles como la nuestra."
Erica Benner
Aventuras en democracia
"Los aspirantes a tiranos hacen todo lo posible por penalizar las opiniones disidentes, no solo en la sociedad sino dentro de su propio partido."
Erica Benner
"Supongo que incluso en una sociedad de santos, si es que algo así pudiera existir, habría un puñado de personas que querrían dominar al resto. En las antiguas y aparentemente exitosas democracias, las tendencias tiránicas parecen brotar y volverse virales cuando la gente daba por sentado su poder y se dejaba llevar por la arrogancia imperial o permitía que las divisiones internas se agravasen; y en las nuevas democracias que se tambalean por el trauma de las guerras civiles o el control extranjero, los aspirantes a tiranos siempre encuentran muchos temores y sospechas comunes que explotar. En los países poscomunistas en los que he vivido a lo largo de los años, los temores de perder la recién adquirida independencia nacional ayudaron a líderes y partidos autoritarios a ganar un amplio apoyo. Aunque han sufrido recientes reveses electorales, Viktor Orbán en Hungría y el PiS en Polonia han ayudado a crear el ahora familiar manual global para el autoritarismo nacional antiglobalización."
Erica Benner
"Si queremos que la democracia tenga futuro, hay que defenderla de manera realista."
Erica Benner
"Una señal de alerta de proto-tiranía es cuando la democracia empieza a parecer y sentirse como un monólogo, no como una arena turbulenta donde diferentes puntos de vista pueden enfrentarse sin violencia. Los aspirantes a tiranos hacen todo lo posible por monopolizar los canales de información y penalizar las opiniones disidentes, no solo en la sociedad sino dentro de su propio partido (recordemos cómo dos líderes del Partido Republicano de Estados Unidos fueron censurados por atreverse a criticar el asalto al Capitolio del 6 de enero de 2021), para tratar de subvertir el Estado de derecho llenando los tribunales de jueces cooperativos y deshaciéndose de los críticos (un proceso que llegó muy lejos en Polonia antes de las elecciones del año pasado, cuando el PiS perdió terreno). Siempre recalco que este tipo de monopolismo agresivo es tiránico, incluso cuando no tiene en el centro a un partido o un líder autoritario. Empresas excesivamente poderosas, plataformas de Internet e individuos megaricos como Elon Musk han mostrado tendencias tiránicas que deben ser controladas desde el principio con leyes mucho más estrictas que las que tienen la mayoría de democracias. Es muy importante que reconozcamos estas diferentes formas y matices de tiranía, y no que veamos amenazas sólo en las formas más atroces o en las acciones de los responsables gubernamentales."
Erica Benner
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