José Ignacio de Arana

"En resolución, un médico mira todo lo referente a la sexualidad con unos ojos quizá diferentes al común de las personas. Por su formación científica sobre lo que se refiere al ser humano como conjunto de cuerpo y mente, que le hace entender recovecos que a otros se les escapan, y por su vocación de intervenir sobre ambas porciones de sus semejantes con ánimo de ayudarles en sus padecimientos físicos y anímicos de cualquier orden. Pero el médico es también un hombre, o una mujer, inmerso en la complejidad de la vida y puede, y aún debe, ocuparse de investigar, sin dejarse cegar en demasía por las anteojeras de su profesión, todas y cada una de las manifestaciones que la sexualidad tiene en la vida cotidiana de la humanidad. Por utilizar palabras prestadas, las de una célebre novela del gran Torrente Ballester, son los gozos y las sombras de la condición humana. No deberían llamar la atención; al fin y al cabo, es lo más natural del mundo desde que Dios puso a Eva al lado de Adán en el Paraíso. Pero ya entonces tuvo consecuencias y las sigue teniendo, gracias sean dadas al mismo Dios. En la mayoría de los casos los únicos afectados habrían de ser cada hombre y cada mujer, y los testigos, si acaso, las paredes de una alcoba; mas en otros hacen temblar la tierra y se tambalean instituciones y hasta imperios, y el mundo parece que cambia su trayectoria. Son cosas del amor que, ya dijo Dante al finalizar su Divina Comedia, mueve el sol y las demás estrellas."

José Ignacio de Arana
Grandes polvos de la historia

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