"La señora Muir era una mujer menuda. En eso estaban todos de acuerdo. Así, mientras otras recibían meramente el tratamiento de señora Brown o señora Smith, de ella se hablaba siempre como «la pequeña señora Muir» o «nuestra querida pequeña señora Muir» y, ya de un tiempo a esta parte, como «la pobre pequeña señora Muir», dado que su marido, aquel rectísimo miembro de la Iglesia, a la par que arquitecto del montón, había fallecido de forma repentina, dejándola con dos criaturas y una renta insuficiente. Tan insuficiente, de hecho, que se vio obligada a vender la casa de estilo pseudoisabelino que él le construyera como regalo de boda, con el fin de hacer frente a las deudas nada desdeñables que le llovían de todas partes y que amenazaban con dejarla con el agua al cuello y sin los hitos familiares de su vida de casada. La arrolló entonces un torrente de consejos contradictorios, recetados por su familia política y sus amistades, que zarandeaban su futuro de aquí para allá, situándola ora en pisos de tres habitaciones, ora en casitas pareadas, ora en sombrererías o en salones de té y ora como ama de llaves de caballeros solteros, mientras que todos los escenarios posibles contemplaban sin excepción su separación de los niños, que le eran arrebatados para acabar en escuelas de beneficencia, hospicios o incluso dados en adopción."
R. A. Dick es el seudónimo de Josephine Leslie
El fantasma y la señora Muir
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