La maldición de los exploradores, página 16
La maldición de los exploradores, página 25
La maldición de los exploradores, página 28
La maldición de los exploradores, página 32
La maldición de los exploradores, página 54
La maldición de los exploradores, página 58
La maldición de los exploradores, página 62
La maldición de los exploradores, página 64
- Maya: Esta calavera está tallada en cuarzo y tiene 20,48 cm de largo, 12,54 cm de ancho y 10,79 cm de alto. Pesa 3,95 kg. Dicen que fue descubierta en la finca San Agustín, Departamento de Zacapa, Guatemala, en 1912, por un tal Héctor Montano. Hoy se encuentra en paradero desconocido. Se encuentra esculpida contra el eje del cristal y recibe este nombre porque en su interior se han percibido imágenes holográficas alusivas a escenas mayas.
- ET: Descubierta en 1906 en Guatemala por una familia de origen maya. Es de cuarzo ahumado y de tamaño humano. Se caracteriza por la forma puntiaguda del cráneo y la mandíbula pronunciada. De ahí su nombre, al poseer un cierto aire no humano. La actual propietaria es la holandesa Joke van Dieten, que vive en Florida (Estados Unidos), quien se la compró a un tratante de arte de Los Ángeles en 1991. Asegura que la pieza posee poderes curativos, demostrados en la remisión de un tumor cerebral que la propia Van Dieten padecía, tal como ella misma relata en su libro Mensajeros de la antigua sabiduría. ET fue mostrada en la Feria de Objetos Misteriosos de Viena en 2001, y Rudolf Distelberger, director de la Cámara del Tesoro del Museo de Historia del Arte de Viena, comentó que fue esculpida a mano hace unos quinientos años. Su propietaria viaja con ella invitando a líderes de todo el mundo a realizar meditaciones a favor de la paz.
- Max: Es una de las mayores calaveras de cristal conocida, una pieza única de cuarzo transparente que pesa más de 8 kg. Actualmente está en poder de Anna y Carl Parks, de Houston (Texas). Dicen que procede de una tumba maya de Guatemala hallada en 1926. Luego pasó de las manos de un nativo maya a las de un lama tibetano llamado Norbu Chen en 1970, quien la utilizó en su centro de sanación de Houston. Sus amigos Carl y Anna Parks, que lo ayudaron a financiar en parte la construcción de ese centro, heredaron esta pieza cuando el lama murió en 1981. En 1987, tras ver un programa de televisión sobre la calavera de Mitchell-Hedges, decidieron dar a conocer su pieza al mundo, y actualmente —según cuenta el escritor Joshua Shapiro—, al menos durante dos o tres fines de semana al mes la señora Parks viaja con Max a través de Estados Unidos para mostrar su reliquia.
- Amy: El nombre le viene porque está tallada en una amatista púrpura, y fue descubierta en el estado de Oaxaca, México, hacia principios del siglo XX. Tiene talladas las cavidades temporales a cada lado. La nariz y los dientes son casi idénticos a los del cráneo llamado Maya. Pesa aproximadamente 3,7 kg y durante años estuvo en la colección particular del presidente de México, Porfirio Díaz. En diciembre de 1982 fue llevada a Estados Unidos. Como la calavera de Mitchell-Hedges, fue estudiada por Hewlett Packard y su análisis arrojó que había sido esculpida contra el eje del cristal. En la actualidad se encuentra en San José (California) y es propiedad de un grupo de empresarios. Otra hipótesis, mantenida por Joshua Shapiro, dice que está expuesta en un gran banco de Japón.
- Sha-Na-Ra: Descubierta por un estudioso de estos objetos ya fallecido, el médium norteamericano Nick Nocerino, en una excavación de un templo maya de México en la segunda mitad del siglo XX. Fue bautizada así en memoria de un chamán. Su dueño llevaba la página web más completa sobre cráneos de cristal y dirigió The Society of Crystal Skulls International. Es una de las dos que se han demostrado antiguas. Está tallada en cuarzo transparente. Pesa aproximadamente 6,4 kg.
La maldición de los exploradores, página 69
La maldición de los exploradores, página 70
La maldición de los exploradores, página 103
La maldición de los exploradores, página 117
EXPEDICIÓN |
NOMBRE |
PAÍS |
Fecha defunción |
Lugar defunción |
Causa |
Expedición Southern Cross |
Nikolai Hansen |
Noruega |
14 de octubre de 1899 |
Cabo Adare, Antártida |
Úlcera de estómago y peritonitis |
Expedición Discovery |
Charles Bonnor |
Reino Unido |
2 de diciembre de 1901 |
Lyttelton Harbour, Nueva Zelanda |
Caída |
George Vince |
Reino Unido |
11 de marzo de 1903 |
Isla de Ross, Antártida |
Caída en el hielo desde gran
altura |
|
Expedición Antártica Nacional Escocesa |
Alian Ramsey |
Reino Unido |
6 de agosto de 1903 |
Islas Orcadas del Sur |
Infarto fulminante |
Expedición Terra Nova |
Edgar Evans |
Reino Unido |
18 de febrero de 1912 |
Glaciar Beardmore, Antártida |
Muerte por congelación |
Lawrence Oates |
Reino Unido |
17 de marzo de 1912 |
Gran barrera de hielo, Antártida |
Muerte por congelación |
|
Robert Falcon Scott |
Reino Unido |
29 de marzo de 1912 |
Gran barrera de hielo, Antártida |
Muerte por congelación |
|
Edward Wilson |
Reino Unido |
29 de marzo de 1912 |
Gran barrera de hielo, Antártida |
Muerte por congelación |
|
Henry Bowers |
Reino Unido |
29 de marzo de 1912 |
Gran barrera de hielo, Antártida |
Muerte por congelación |
|
Robert Brissenden |
Reino Unido |
17 de agosto de 1912 |
Admiralty Bay, Nueva Zelanda |
Cayó a las aguas heladas y pereció
ahogado |
|
Segunda Expedición Alemana Antártica |
Richard Vahsel |
Alemania |
8 de agosto de 1912 |
Mar de Weddell |
Enfermedad venérea |
Expedición Antártica Australiana |
Belgrave Ninnis |
Reino Unido |
14 de diciembre de 1912 |
Tierra de Jorge V, Antártida |
Se precipitó al interior de una
profunda cavidad en el hielo |
Xavier Mertz |
Suiza |
7 de enero de 1913 |
Tierra de Jorge V, Antártida |
Infección alimentaria con
resultado de muerte |
|
Expedición Imperial Transantártica |
Arnold Spencer-Smith |
Reino Unido |
9 de marzo de 1916 |
Gran barrera de hielo, Antártida |
Muerte por congelación |
Aeneas Mackintosh |
Reino Unido |
8 de mayo de 1916 |
Estrecho de McMurdo, Antártida |
Desapareció entre las fracturas
del hielo |
|
Victor Hayward |
Reino Unido |
8 de mayo de 1916 |
Estrecho de McMurdo, Antártida |
Desapareció entre las fracturas
del hielo |
La maldición de los exploradores, página 131
La maldición de los exploradores, página 136
Eran de piel blanca, ojos claros, y cabello rubio o pelirrojo.
El ardor que mostraban en la batalla no pasaba desapercibido.
Adoraban a una estrella y a los dioses que habitaban en ella.
La maldición de los exploradores, página 143
Sea como fuere, infausto final aparte, Escobedo tuvo tiempo para anunciar su inesperado descubrimiento: una fabulosa necrópolis a la que los huaqueros de la zona habían bautizado como Los Pinchudos, a la vista del tamaño desproporcionado que dichas tallas mostraban en sus partes pudendas.
Allí, en las entrañas de una grieta que se asomaba a la barranquera, unos ojos pintados sobre los mausoleos retaban a los exploradores. Cinco de ellos se encontraban en un estado de conservación extraordinario, con más de cuatro metros de altura y dos o tres de diámetro, y otros parecían algo más deteriorados. Los cuerpos de aquellos que durmieron el sueño eterno en este lugar eran colocados sobre una suerte de lascas de piedra, con el objetivo de que la humedad de la tierra no afectara a los cadáveres.
En este mundo sobrenatural no podían faltar los mismos motivos mágicos que ornamentan las ciudades de Pajatén y Kuelap, especialmente los extraños pájaros que parecen ignorar al viajero, incrustados de perfil sobre la roca ocre.
Al verlos por vez primera en la citada Kuelap, imagino que el mismo pensamiento que pasó por mi cabeza hubo de transitar la mente de otros antes que yo: demasiado parecidos a los dioses-pájaro Manu Tara de la isla de Pascua; igual que los sarcófagos de Karajía, tan misteriosamente similares a los moai de la isla de la soledad; y las cuevas, donde, al igual que en Rapa Nui, el hombre entraba en contacto con la divinidad, y con la muerte… En fin, qué le vamos a hacer: así de irónica se muestra a veces la historia, tan casual que resulta causal…
La maldición de los exploradores, página 164
La maldición de los exploradores, página 166
La maldición de los exploradores, página 167
La maldición de los exploradores, página 171
La maldición de los exploradores, página 175
La maldición de los exploradores, página 178
2 Diablillos.
3 Dibujos del Período Medio con hombres de cabeza redonda.
4 Hombres de cabeza redonda evolucionada.
5 Período decadente de las cabezas redondas.
6 Hombres de cabeza redonda muy evolucionada.
7 Período de los Jueces de Paz o terminal.
8 Hombres blancos longilíneos del período prebovidense.
9 Hombres cazadores con pinturas corporales del período bovidense antiguo.
10 Estilo bovidense.
11 Período de los carros.
12 Período de los caballos montados o de los hombres bitriangulares.
La maldición de los exploradores, página 179
La maldición de los exploradores, página 183
La maldición de los exploradores, página 183
que Estados Unidos oculta OVNI
Lorenzo Fernández Bueno
La maldición de los exploradores, página 187
25 de junio de 1947 |
Un objeto con forma de platillo,
de un tamaño de la mitad de la luna llena, se movía encima de Silver City,
Nuevo México, según informó un dentista local, el doctor R. F. Sensenbaugher.
|
26 de junio de 1947 |
Leon Oetinger, médico de Lexington,
Kentucky, y otros tres testigos, declararon haber visto un objeto alargado,
plateado y con aspecto de globo, pero que no podía confundirse con un globo o
con un dirigible, que volaba a gran velocidad cerca del borde del Gran Cañón.
|
27 de junio de 1947 |
John A. Petsche, electricista de
la Phelps Dodge Corporation, y otros testigos, informaron haber divisado un
objeto con forma de disco sobrevolándolos y que, al parecer, se posó en
tierra a las 10.30 de la mañana, cerca de Tintown, en las proximidades de
Bisbee, en el sudeste de Arizona, cerca de la frontera de Nuevo México. |
27 de junio de 1947 |
El comandante George B. Wilcox, de
Warren, Arizona, dio cuenta de una serie de ocho o nueve discos,
perfectamente espaciados, y que avanzaban a gran velocidad con movimientos
inseguros. Declaró que los discos pasaron por encima de su casa, a intervalos
de tres segundos, dirigiéndose hacia el este, y estimó que se encontraban a
una altura de unos trescientos metros por encima de las cumbres de las
montañas. |
27 de junio de 1947 |
W. C. Dobbs, habitante de Pope,
Nuevo México, declaró haber visto, a las 09.50 de la mañana, «un disco blanco
que brillaba como una bombilla eléctrica», y que pasó por encima de la
localidad. Minutos después, el mismo objeto, u otro similar, fue avistado,
cuando se dirigía hacia el suroeste por encima de las White Sands Missile
Range, por el capitán Detchmendy, quien informó de ello a su superior, el
teniente coronel Harold R. Turnen. A las 10.00 de la mañana, David
Appelzoller, de San Miguel, Nuevo México, informó que un objeto similar había
pasado por encima de la ciudad, de nuevo en dirección suroeste. El coronel
Turner, de White Sands, reaccionó, inicialmente, anunciando que no se habían
lanzado cohetes desde la base a partir del 12 de junio. Más tarde, por temor
a la histeria, lo «identificó» oficialmente como un «meteorito diurno». |
28 de junio de 1947 |
El capitán E Dvyn, piloto de caza,
que volaba en las proximidades de Alamogordo, Nuevo México, presenció el paso
debajo de su avión de una «bola de fuego con una poderosa cola azul detrás»,
la cual pareció desintegrarse mientras la observaba. |
29 de junio de 1947 |
Los pilotos del Ejército del Aire
dirigieron una investigación respecto de un objeto que se comunicó había
caído cerca de Cliff, Nuevo México, a primeras horas de la mañana, pero no
encontraron nada, aparte de un curioso olor que flotaba en el aire. |
29 de junio de 1947 |
Un equipo de expertos en pruebas
de cohetes, a las órdenes del doctor C. J. Zohn, de servicio en White
Sands Proving Grounds, observaron un disco de color plateado que
realizaba una serie de maniobras a elevada altitud por encima del radio de
acción de las pruebas secretas con cohetes. |
30 de junio de 1947 |
Trece objetos plateados con forma
de disco fueron vistos por un ferroviario llamado Price cuando desfilaban uno
tras otro por encima de Albuquerque, Nuevo México. Inicialmente se dirigieron
hacia el sur, pero desviaron bruscamente su rumbo hacia el este, y luego
invirtieron dramáticamente el sentido de la marcha hacia el oeste, antes de
desaparecer. Price alertó a sus vecinos, y todos ellos salieron de sus casas
para observar, desde los jardines, las maniobras que tenían lugar encima de
ellos en el firmamento. |
30 de junio 1947 |
Información del Daily News
de Tucumcari, Nuevo México, del 9 de julio: «La señora Helen Hardin, empleada
de Quay Country Abstract Co., informó el martes, 8 de julio, que vio un
platillo volante desde su porche delantero, cerca de las 11.00 de la noche
del 30 de junio, que se movía de este a oeste a elevada velocidad. Manifestó
que tenía un tamaño aparente al de la luna llena, con un color levemente
amarillo. Lo observó durante seis segundos, en la parte baja del cielo y más
bien hacia las afueras de la ciudad que dentro de ella. Al principio pensó
que se trataba de un meteorito, pero observó en el artefacto un movimiento de
balanceo cuando se acercó al suelo. Y tampoco caía de la forma en que lo
hacen los meteoritos.» |
1 de julio de 1947 |
Max Hood, ejecutivo de la Cámara
de Comercio de Albuquerque, informó haber visto cómo un disco azulado
zigzagueaba a través del firmamento noroccidental, por encima de Albuquerque.
|
1-6 de julio de 1947 |
Siete informes por separado de
discos voladores sobre el norte de México, desde Mexicali a Juárez. |
1 de julio de 1947 |
El señor y la señora Frank Munn
informaron haber observado un gran objeto que se movía hacia el este por
encima de Phoenix, aproximadamente a las 09.00 de la noche. |
2 de julio de 1947 |
El señor y la señora Dan Wilmot,
de Roswell, Nuevo México, observaron un objeto grande y brillante en el
momento en que pasaba por encima de su casa, viajando hacia el noroeste a
mucha velocidad. |
La maldición de los exploradores, página 193
La maldición de los exploradores, página 201
La maldición de los exploradores, página 202
Así, con la parquedad propia del que rechaza lo diferente, describían años atrás las enciclopedias más prestigiosas la corriente espiritual que gobernó la Occitania durante más de dos siglos, para gozo de los habitantes de esta sinuosa geografía que libremente se acogieron al nuevo movimiento, en el convencimiento de que la Iglesia alcanzaba cotas de corrupción imperdonables… hasta para los pontífices.
La maldición de los exploradores, página 219
La maldición de los exploradores, página 226
La maldición de los exploradores, página 234
La maldición de los exploradores, página 235
La maldición de los exploradores, página 238
La maldición de los exploradores, página 246
La maldición de los exploradores, página 246
La maldición de los exploradores, página 255
La maldición de los exploradores, página 259
Orellana, que era hombre emprendedor, bravo guerrero, pero espíritu generoso, tras la contienda marchó a Ecuador y se instaló en Santiago de Guayaquil, ya en 1538, población de la que acabaría siendo gobernador. Durante el tiempo que permaneció tranquilo en la ciudad ecuatoriana se preocupó muy mucho de aprender algunos de los dialectos más extendidos de cuantos se hablaban en las selvas más allá de la terrible cordillera andina, se empapó de sus usos y sus costumbres y se convirtió en un regente querido y emprendedor. Así, durante su estancia en Guayaquil llegó a sus oídos que Gonzalo Pizarro, por esas fechas ya gobernador de Quito, estaba reclutando fuerzas con el firme propósito de iniciar una expedición a las entrañas de la selva en busca de otro de los lugares míticos que las leyendas indígenas daban por reales: el País de la Canela.
Si bien es cierto que no era El Dorado, este nuevo enclave no desmerecía en nada al lugar del que supuestamente los incas —y otras culturas— extraían el oro en cantidades desorbitadas; además, una vez iniciada la búsqueda, el objetivo de esta, fuera uno u otro, bien merecía la pena.
La maldición de los exploradores, página 261
Además, aquel hombrecillo les desveló el legendario nombre de las terribles atacantes: las llamaban amazonas…
La maldición de los exploradores, página 268
La maldición de los exploradores, página 269
La maldición de los exploradores, página 270
La maldición de los exploradores, página 270
La maldición de los exploradores, página 274
1535 |
Sebastián de Belalcázar busca El
Dorado atraído por la leyenda del «indio dorado» de Guatavita. |
1535 |
El explorador e historiador alemán
Nicolás de Federmann ubicó la mítica ciudad en las actuales Venezuela y
Colombia. Salvo desgracias, no encontró nada más. |
1537 |
Francisco de Orellana y Gonzalo
Pizarro abanderan la expedición más conocida de cuantas se llevaron a cabo,
buscando primero el País de la Canela, y por extensión, El Dorado. |
1541 |
El conquistador hispanoalemán Felipe de Utre se
adentró en el Amazonas, ubicando El Dorado en las entrañas de esta densa
selva, y salvo poblaciones de «no contactados», no dio con rastro alguno que
le hiciera pensar que se encontraba en el buen camino. Fernández de Oviedo
aseguró de esta expedición de doscientos cuarenta hombres que se encontró a un cristiano cocinando un cuarto de
niño con verduras […] Pagaron por su pecado, pues esos tres hombres nunca
volvieron a aparecer: Dios quiso que hubiera indios que después se los
comieran a ellos. |
1616 |
El explorador inglés Walter
Raleigh, junto a su hijo, fue el primero de su país en iniciar esta búsqueda
navegando en el Destiny. Él tuvo más suerte durante la navegación
por el Orinoco y encontró algunas piezas de oro, pero ni mucho menos las
cantidades infinitas que se suponían en el legendario enclave. A la vuelta a
su país fue decapitado por el rey Jaime, y su cabeza embalsamada es expuesta
en contadas ocasiones, recordando la maldición que aqueja a aquellos que
parten en busca de la mítica ciudad. |
La maldición de los exploradores, página 274
La maldición de los exploradores, página 278
La pequeña isla, en el corazón del archipiélago de las Marquesas, se mostraba plena de contrastes: dos grandes volcanes, costas escarpadas, e incluso una curiosa bahía a la que los marineros llamaban «bahía de las vergas», ya que en la lejanía, a varias millas de la orilla, las formas de la pequeña cordillera que se alzaba a espaldas de esta poseía múltiples formas fálicas.
Fue en este lejano lugar donde Heyerdahl comenzó a orquestar sus tesis sobre la navegación primitiva y las diferentes rutas transoceánicas que pudieron haber transitado los antiguos pobladores de estas minúsculas islas. Porque lo que es evidente es que de algún lugar debían de haber llegado; un continente al que los polinesios describían en sus mitos y al que llamaban Hiva…
La maldición de los exploradores, página 280
La maldición de los exploradores, página 281
La maldición de los exploradores, página 283
La maldición de los exploradores, página 286
La maldición de los exploradores, página 292
La maldición de los exploradores, página 283
La maldición de los exploradores, página 293
La maldición de los exploradores, página 295
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