Leopoldo Trenor

El secreto de la vida

Peregrinando

   Inquietos corazón y pensamiento,
por ansia indefinible de ideales,
dejé al pobre jardín de mis rosales
y marché peregrino en seguimiento

   de ese ardiente nostálgico ardimiento.
Corrí villas, praderas y eriales,
preguntado doquiera a los mortales
que secreto espolea al sentimiento.

   Muchos, en la dulzura distraída
del goce material, me motejaron
de necio, extravagante e importuno;

   otros, el gran arcano de la vida
a guisa de sus gustos me explicaron,
y así fueron diciendo cada uno.

Leopoldo Trenor



El secreto de la vida

   Y así sigo mi curso vacilante,
escuchando esas voces que en rumores
apagan de los años los rigores
en temida derrota agonizante.

   Dejo al sabio, impotente en su pedante,
burlado orgullo; piso a los rencores
cual reptil venenoso; los amores
lloran el roto encanto de un instante.

   Miro a la humanidad en su congojas
caminar abatida entre las hojas,
muestras de la belleza fenecida.

   Sólo de los humildes en la santa
resignación, voz de esperanza canta
el secreto inefable de la vida.

Leopoldo Trenor




La voz del odio

   Soy la sierpe que, oculta entre las flores,
acecha en sueño incauto al enemigo;
yo la vida en los hombres atosigo
con el fermento vil de los rencores.

   De airadas muchedumbres, los hervores
avivando cruel sin tregua sigo;
yo cuanto hay de benéfico maldigo
y hasta anido letal en los amores.

   A mi rinden su culto sanguinario
el artero puñal del asesino,
la tea destructora del sicario.

   Mas mi fuerza es estéril; si el destino
alardeo amparar del proletario,
sólo es por explotar su desatino.

Leopoldo Trenor




La voz del sabio

   Yo del fugaz cometa al curso errante
en la extensión sin fin marqué el camino,
y en la gota de agua peregrino
mundo sentí agitarse palpitante.

   Yo escalaré la cúspide gigante
del saber, su secreto sibilino
al universo arrancaré, al destino
haré torcer su curso vacilante.

   Mas, ¿por qué voy en pos de lejanías,
de vana luz que el espejismo finge,
con esa sed de Tántalo insaciable,

   si rendido de inútiles porfías
caigo imponente al pie de alguna Esfinge
con su eterna sonrisa indescifrable?

Leopoldo Trenor





Primaveral

   Ayer, al florecer de amor radiante
la dulce primavera de ilusiones,
dos borrascas con fúnebres crespones
nublaron de congoja nuestra mente.

   Hoy, en pleno verano sonriente,
de cálidas, vibrantes afecciones,
de nuevos los siniestros nubarrones
desgajan fiero rayo en nuestra frente.

   Si nos permite Dios coger las rosas
tardías del invierno, ¡quién supiera
qué tormentas se fraguan pavorosas:

   Mas sabemos que al fin de la carrera
retoñaran las flores dolorosas
unidas en eterna primavera!

Leopoldo Trenor















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